Escribe Julio M. Scarinci, Claroscuro.

Presentación del texto y del autor. Julio tiene 75 años, ha visto lo mejor del cine italiano, cine sovietico, Berlanga, Bergman, etc. Es profesor de piano, gustador del tango, de la música clásica, futbolero. Un hombre fino y abierto al conocimiento. Está conmigo desde hace dos años. La literatura, como todas las artes, nos ayuda a crecer, a vivir, a soñar. Es un relato digno. Carlos Penelas.

Escribe Julio M. Scarinci
CLAROSCURO

Se acuesta el día. Es la hora en que la ciudad cambia de mano y la comienzan a recorrer ilusiones bohemias, fantasmas del pasado, nostalgias. La noche se presenta fría. Una tenue llovizna hace que me suba el cuello del abrigo cuando al levantar la cabeza veo a un hombre que viene a lo lejos. Su silueta recortada por algún farol se muestra como una sombra sin rostro, cautelosa pero segura.

De un bar provienen los acordes de un tango y el hombre camina marcando medio compás. Su figura, la música, el contraluz, los lustrosos adoquines y un gato nochero, componen la pintura de un cuadro perfecto.
Al desplazarse por el medio de la callejuela empedrada, otro farol descubre al hombre de mediana edad: traje oscuro, camisa blanca, corbata roja, zapatos negros cuidadosamente lustrados. El brazo recogido sobre el pecho muestra en el puño de su camisa luminosos gemelos. Una mano, sujeta con especial delicadeza una flor, símbolo de belleza y amor.
Camina, camina y cuando está muy cerca de mí se detiene ignorándome. Su rostro parece tallado en piedra. ¿ Irá a un encuentro o sólo al infinito? Una luz lejana que se aproxima enciende un brillante en su mejilla: una lágrima. De su mano se desliza entre sus dedos crispados, la flor, que cayendo en la alcantarilla, se aleja por el agua como un barco que inicia un viaje hacia un puerto lejano. Mi mirada sigue a la flor que navega sin querer partir. Al girar mi cabeza sólo alcanzo a distinguir su espalda, apenas una sombra recortada por una luz.
Es lo que queda de una flor, una lágrima y una ilusión