35% anual. Fuerte expansión monetaria, restricciones a la compra de dólares, bajas las tasas de interés y alta la inflación.

Nada de lo que está ocurriendo en el sistema bancario es sorpresivo. La combinación de una fuerte expansión monetaria con restricciones a la compra de dólares mantiene bajas las tasas de interés y alta la inflación. Esto perjudica a los ahorristas (que ven desvalorizar sus ahorros en términos reales) pero incentiva la demanda de crédito, en particular de las empresas.

La expansión de los pesos en la economía (a un ritmo promedio del 35% anual) termina empujando el dólar paralelo y la inflación pero, al mismo tiempo, incentivando el consumo como estrategia defensiva ante la segura desvalorización de la moneda. En este balance de efectos positivos y negativos de la emisión monetaria, el primer semestre se ha inclinado por los negativos (devaluación e inflación).

El balance del segundo semestre está en discusión. Se sabe que habrá más pesos para financiar al fisco (unos $40.000 millones se imprimirían de aquí a fin de año) pero se esperan más dólares por aumento de las exportaciones agrícolas –gracias a las lluvias- e industriales –gracias a las medidas de reactivación en Brasil. Esto permitiría abrir un poco más el grifo importador de insumos para aumentar el ritmo de producción industrial y asistir con bienes importados la demanda de consumo. Si todo esto se cumple, el balance podría combinar un menor ritmo de devaluación del dólar paralelo y más actividad pero, con fuerte expansión monetaria y mayor devaluación del dólar oficial (que aceleró el ritmo devaluatorio del 10% al 17% anualizado en los últimos meses), difícilmente alcance para desacelerar la tasa de inflación.

La pregunta del millón es cuánta aceleración inflacionaria soportarán los bolsillos de los consumidores sin resentir el consumo privado. Y cuánta suba de costos en dólares soportarán las industrias exportadoras y las economías regionales sin comenzar a perder mercados y reducir la inversión. Así, el peso de la inversión, la creación de empleo y el nivel de actividad recaerá sobre los sectores orientados al mercado interno, protegidos de la competencia externa y fuera del radar de la regulación oficial de precios. Otro sector a monitorear de cerca será la industria de la construcción. Este sector -clave para la creación de empleo- se debate entre su rol de refugio de valor para los pesos circulantes versus la notable retracción del mercado inmobiliario y la caída del valor en dólares de las propiedades.

En este cocktail macroeconómico complejo, el sistema financiero sigue sumando más de lo que resta. La caída de depósitos y créditos en dólares es una mala noticia que parece compensada por la aceleración de los préstamos en pesos. La suba de tasas pasivas ha sido módica e insuficiente para desincentivar el consumo y los préstamos al sector privado en pesos crecen cerca del 40% anual.