«Un mundo a vivir», Eduardo Sanguinetti, Filósofo, poeta y artista argentino

Donde hay representación hay dictadura del simulacro político. La lucha contra la representación en espacio político y de las instituciones que lo conforman, debería ser la orden del día, para no perpetuar la farsa de una Democracia simulada.

El pensamiento que debe sentar reales hoy en este tercer milenio, como un nuevo ideal de vida en Libertad y Verdad, no confía en la representación política, pues considera la cesión del poder como una invitación al abuso.

En este sentido, no sólo el poder estatal o el económico merecen desconfianza, sino todas las formas de poder ejercidas por un grupo sobre otro, deberían ser de inmediato sustituidas por un grupo colegiado que ejerza en representación la administración del estado, al menos mientras se conforma el modo más afin, con el que las comunidades autoreplicantes y autónomas puedan crear un mundo a vivir, sin abusos, sin exclusiones, sin discriminaciones y sobre todo en seguridad de transitar en “alegría” y “plenitud” lo que se denomina vida.

Estamos dotados naturalmente de la capacidad para dar lugar a este mundo, donde todos seamos partícipes y dueños de nuestros destinos, sin Imperios en putrefacción, ni medios de comunicación que fabriquen realidades obstinadas en mostrar violencia y malos augurios, ni funcionarios corruptos en detrimento de una humanidad hambreada y ya sin sentido vital, que haga de sus existencias algo digno de ser vivido.

Ante nuestra capacidad natural, de llegar a ser dueños de nosotros mismos, cuestiono el sometimiento de los individuos a ideologías escleróticas y funestas, enquistadas en nuestros pueblos, que en estado de descomposición en lo que directamente actúa sobre el bien común, siempre tienden a eliminar la capacidad de reflexión en situaciones irreductiblemente concretas y con soluciones inmediatas, que el poder tiende a elongar en buracracias degradantes.

Si se desea que los individuos estén en condiciones de actuar autónomamente, es necesario permitirles considerar las situaciones en las que se encuentran en su especificidad y materialidad, y no impulsarles a someterse a una fórmula abstracta que se impone a las situaciones desde una situación innacible, como la delimitada por las ideologías que responden a otros tiempos y espacios. Es aquí donde se encuentra el a priori de un nuevo ideal de comunidad: la fe en el individuo.

Afirmo que sin una confianza en el individuo, no tiene absolutamente ningún sentido hablar de autonomía y de libre albedrío. El nuevo ideal de comunidad se funda sobre el concepto de que el individuo posee una reserva que es irreductible a los ordenamientos sociales del poder tradicional. Pero si no se tiene confianza en una reserva en el ámbito del sujeto, que constituye la fuente del cambio, ¿como devendrá el cambio?

Ciertamente no en una agente externo (ideología) que rotundamente rechazo. La renuncia al individuo o al sujeto autónomo como lugar de resistencia y su sustitución por “otro algo” constituye el paso decisivo de un concepto de resistencia radicado en el siglo XIX a concepciones adecuadas a un presente muy definido.

Sin embargo, no es en favor del caos por lo que el que rechazo de plano las ideologías.Es preciso y sobran argumentos concretos para llevar a cabo un análisis preciso de la explotación y opresión. La opresión debe ser analizada y combatida sobre muchos registros y en los muchos nexos en los cuales se descubre.

Mi ideal no busca definir un sujeto oprimido al cual liberar y se dirige en cambio a favorecer las luchas de los diversos grupos ofreciendo análisis, estrategias, así como críticas políticas y teóricas de las diferentes opresiones y desviaciones que malversan el accionar político.

En mi rol de intelectual, en acto de ser y hacer, puedo aportar algunos instrumentos de análisis y dejar la decisión de cómo liberarse a los explotados y engañados por este sistema simulador y corrupto en plena vigencia en la era de la posverdad.

Buscar una teoría general, fuera de todo conflicto específico, es comprometerse de nuevo con el proyecto de construir los fundamentos ideológicos de un proyecto de representación. Más allá del punto de los valores locales que permitan resistir a lo largo de toda una serie de registros distintos, no hay más teoría, sino sólo lucha.

El vivir y transitar este tiempo ha devenido en mi, en producir un cuerpo teórico, que pongo en acto hoy a modo de entrega en este tiempo donde la matrix ha sentado reales… eliminar este condicionamiento es clave, imprescindible en el acontecer del tiempo a vivir.

Veo demasiada representación política y demasiada poca autodeterminación, para que decida legitimar lo que siempre manifesté en cuanto a un “mundo a vivir”. Lo que busco es una comunidad -o mejor, una serie de comunidades- en la cual a las personas no se las diga quiénes son, qué quieren y cómo vivirán; estando ellas en condiciones de decidir estas cosas por sí mismas.

Estas comunidades constituyen un ideal y, como no reconocer, un ideal probablemente posible, si la dignidad y el dominio de cada uno sobre cada uno lo dan como un camino a transitar .

Pero es en los tipos de análisis y en las luchas que tal ideal promueve, tendientes a abrir espacios concretos de libertad en el campo social y político, donde reside el valor de un nuevo ideal post-contemporáneo acorde a las necesidades del presente, que deben ser tratadas con las urgencias de un recién nacido.