La Milonguíta de Antiguas el jueves 28 de junio 22 horas

El organizador Daniel Polizzi presenta en el Centro Cultural Antiguas Lunas y el Gato Negro la Milonguíta de Antiguas el jueves 28 de junio 22 horas con entrada gratuita. Previamente darán clase de los profesores Eugenia Martínez y Oscar «el colo» García a las 20 horas. Dirección, Blanco Encalada 2848, barrio de Belgrano.

Conceptos a la hora de bailar el tango

En el milonguero, más allá de otros estilos de tango, existen cuatro verdades: el abrazo, caminar, desplazarse en pista en el sentido contrario a las agujas del reloj y la improvisación. Si fuera necesario definirlo en términos académicos podría decirse que es una danza social en pareja que consiste en movimientos conjuntos, sin coreografía establecida. En efecto, los recursos, los modos de caminarlo, figuras y combinaciones son infinitas. Tanto como las diferencias de estatura, peso, volumen, tonicidad muscular, capacidad emocional y química de la pareja de baile como la forma en que cada uno escucha la música de tango y puede dividir y subdividir el compás con sus pasos.
Sin embargo, hablar de impovisación parece contradictorio con el espíritu de este libro cuyas características, normas y patrones comunes deben conocer todos los aprendices y bailarines, aunque algunos de estos últimos hayan adquirido conocimiento en la casa o el barrio a través de la práctica, a través de los años, y no en escuelas o academias.

Se diría en principio que para que esta danza alcance un grado óptimo debe reunir elegancia, sensibilidad y juego. Lo que en otras palabras se denomina postura, cadencia y creatividad, tres condiciones sobre las que nos referiremos más adelante. De nada sirve el gran milonguero que no se conmueva con el tic-tac que lleva todo tango en sus entrañas, ni el que haciendo gala de la mejor técnica repita prolijos movimientos y termine por aburrir y aburrirse. Visto está que cuando un varón y una mujer se encuentran «bien parados» lucen más atractivos al ojo de quien observa. De sus valores, su capacidad de expresarse como pareja, dependerá la posterior invitación a bailar y la aceptación. Resulta más difícil ejecutar movimientos en un estilo sencillo y prolijo, con cadencia, manteniendo la unidad de la pareja, sin que decaiga la emoción y la diversión, que efectuar llamativas figuras que no guardan relación ni con el espacio a que deben ceñirse los bailarines ni con las épocas en que se desarrolló la mayoría de las melodías que hasta hoy escuchamos en las milongas.

Por supuesto, la música del tango evoluciona y el milonguero también. Quienes concurrimos a los salones, asistimos al proceso de transición entre los milongueros de la época de oro del tango y la actual, no menos valiosa. Los ortodoxos se confunden con los revolucionarios. Ya no se baila igual que hace cincuenta años ni tampoco se bailará como hoy en los próximos cincuenta.

Pero los de mañana deberán aprender las mismas verdades que los de ayer. Los varones deberán pensar que su lucimiento dependerá de cómo favorezcan al lucimiento de la mujer, de respetarla y hacerla respetar en pista defendiendo el espacio conjunto, de medir con sutileza sus capacidades y no forzarla a situaciones poco placenteras; y las mujeres deberán contribuir a no sobrecargar las habilidades del compañero, no entorpecer sus pasos, estar dispuesta a sus señales. Del compromiso que establecen los componentes de la pareja con el baile, la música y entre sí pueden surgir los momentos más gratificantes de esta disciplina.

Bailar implica animarse a ser; y animarse a bailar tango implica superar miedos, vergüenzas y el temor al ridículo. El arte del guerrero consiste en vencerse a sí mismo. La sutileza, el equilibrio, el desplazamiento cadencioso se gana con la práctica. Miente quien afirme que domina el tango; se miente a sí mismo quien cree que no tiene nada que aprender. Esta disciplina se tarda en conocer lo que dura una vida; y esa riqueza la vuelve extraordinaria.

En tal sentido, existen muchos profesores y muchas formas de enseñarlo, pero el alumno sólo conocerá una forma de aprenderlo. Cada uno creerá ser dueño de la verdad. Ni aún quien escribe estas líneas sabe fehacientemente cuál es. Todo es susceptible de revisión y modificación. Maestro no es quien enseña sino quien uno elige que le enseñe, quien no necesita retener al alumno porque sabe que después de partir éste volverá a nutrirse de su conocimiento. Maestro es aquel a quien le conferimos autoridad, y en tango éste puede ser un pésimo bailarín aunque con gran vocación docente, así como hay excelentes milongueros incapaces hasta de enseñar lo más elemental.

De modo que la primera lección será estar abierto a este proceso, puesto que a todos nos iguala el no saber. Comprender que el tango será una danza de alarde, pero no de soberbia; que se desarrolla en una pista siguiendo una dirección (espacio que debe compartirse y del cual no podemos apropiarnos adueñándonos del ajeno), que finalmente debe disfrutarse aunque estemos atentos al otro y al entorno y cada paso nos sirva para corregir algo de nuestro baile. El cuerpo no engaña y en sus manifestaciones está el individuo y su personalidad: violento, sereno, firme o indeciso.

Todo está vinculado. El paso con el que tropezamos por más que lo ensayemos mil veces puede obedecer a una dificultad física o a una memoria muscular, pero también a un problema externo, de cuya resolución dependerá conseguir el éxito de la figura.

Quizás allí resida otra de sus grandes virtudes: la asociación que se establece entre el tango y la vida.

Pablo