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El eterno Julio Cortázar.

Julio Cortázar: el cronopio que diseñó su propia lápida

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La tumba del autor de Rayuela, ubicada junto a la de su última mujer, Carol Dunlop, en un cementerio de París tiene una lápida que diseñó el propio Cortázar junto a su amigo incondicional Julio Silva.





Los lectores que visitan la tumba de Julio Cortázar en el cementerio de Montparnasse en París siguen encontrando su sepulcro junto al de su última mujer -la fotógrafa Carol Dunlop- con la inscripción de sus nombres, los años de nacimiento y muerte del escritor (1914-1984) y un diseño original de la lápida ideado por el propio autor de «Rayuela» con la ayuda de su amigo incondicional Julio Silva.

La particular historia de la construcción de su lápida -a la cual se llega a través de caminitos, mapas y coordenadas- se revela en las últimas cartas del autor de «Rayuela», sobre todo con el prolífero intercambio de correspondencia que tiene con su amigo, el artista plástico Julio Silva.

Como en los gestos vanguardistas, la vida y la literatura tienen zonas permanentes de contacto. No importa cuáles fueron las discutidas causas de «las muertes» de Cortázar ni de Dunlop, lo importante es ver cómo en un gesto cargado de Thanatos, el enfermo agónico llamado Julio Cortázar, encarga a sus amigos artistas, Luis Tomasello y Julio Silva, que diseñen la lápida bajo la que yacerán sus restos junto a la de su mujer amada en el cementerio de Montparnasse.

Luego de la muerte de su última compañera, Cortázar le escribe dos días después de la Navidad de 1982 a Silva desde París y le confiesa que la cena en su casa lo hizo sentir «por una vez mucho menos solo» y le explica: «después de pensarlo bien, encontré que «épouse (esposa) Cortázar» era horrible, y lo suprimí. Pienso que Carol valía por sí misma, por lo que ella era. Y además, Cortázar llegará en su día a agregar su nombre al lado del suyo, de modo que no tiene sentido poner eso», le asegura el escritor a su amigo.

Y puntualiza unas cuestiones gráficas sobre la tumba: «Un detalle importante, que te ruego vigiles. En las etiquetas el nombre de Carol estaba escrito así: Carol DUNLOP, es decir sólo el apellido con todas mayúsculas. Eso tampoco me pareció bien, de modo que las nuevas etiquetas dicen: CAROL DUNLOP 1946-1982». Luego, en un tono casi de despedida le dice a Silva: «Sé que prestarás atención a esto, y te vuelvo a agradecer profundamente -y a Luis también- lo que están haciendo por Carolita y por mí. Un beso a Catherine, y hasta pronto, con un abrazo grande, Julio».

Cortázar no tardará demasiado en agregar su nombre a la tumba. En otra carta al artista plástico, enviada desde la capital de Nicaragua, el 21 de enero de 1983, le asegura: «No te hablo de la lápida, porque sé muy bien que no necesito hacerlo estando en tus manos y las de Luis (Tomasello)».

Cortázar muere el 12 de febrero de 1984. La lápida fue diseñada por Tomasello y la adorna una escultura de Silva, un cronopio, esos seres que son «un dibujo fuera del margen, un poema sin rimas» en palabras del Grandísimo Cronopio.

3a división, 2a sección, 17 oeste es el extraño juego que propone el cementerio parisino de Montparnasse para llegar a la tumba del escritor argentino, nacido ocasionalmente en Bruselas. Rodeado de multitud de tumbas anónimas y la de otros célebres escritores como Samuel Beckett, Marguerite Duras, Eugène Ionesco, Guy de Maupassant, Charles Baudelaire, Tristan Tzara, Emil Cioran, César Vallejo y Carlos Fuentes. La tumba de Cortázar está junto a la de la canadiense Dunlop. Un montón de piedrecitas como las que se arrojan en las rayuelas, cigarrillos, flores, mensajes escritos sobre el mármol blanco. En el extremo final de la tumba una serie de círculos de piedras grises conforman una especie de gusano, rematada por una carita blanca: la escultura del cronopio realizado por Silva.

Los primeros tres voluminosos tomos de las cartas donde Cortázar da cuenta de sus últimos días y «participa» del diseño de su lápida fueron publicadas en abril del 2000 con el diseño de cubierta de Silva y la «edición a cargo de Aurora Bernárdez», la primera esposa del escritor, y, además, una de sus herederas. Esas misivas -que con el tiempo pasarían a ser cinco tomos- son centrales en la vida y la obra del autor de «Historias de cronopios y de famas»; incluso pueden ser leídas como una novela autobiográfica que el narrador escribe desde sus primeros garabatos al último aliento.

El estudioso de su obra y uno de sus albaceas, Saul Yurkievich señala en la introducción de las misivas, que Cortázar «conectó la carta de manera tan activa, reactiva y creativa con su escritura que su correspondencia cobra un valor fundamental», refiriéndose a la riqueza del epistolario para una lectura crítica.

El crítico advierte cómo en la escritura epistolar de Cortázar aparece en germen su futura producción ficcional: «La correspondencia de Cortázar es como el laboratorio central, el lugar de las síntesis alquímicas entre acontecimientos y figuraciones, entre el acaecer y la fábula». Pero la actitud de Cortázar, como buen heredero de las vanguardias, rompe la barrera entre la ficción y la vida y será por ese gesto que terminará diseñando su tumba», sostiene.

Las cartas a Julio Silva, en particular, muestran cómo el escritor participa en todo momento de la parte gráfica de sus libros, no solo del diseño de las portadas a las cuales el escritor llama «el repulgue de las empanadas», de los lomos y la maquetación sino también hasta de la elección tipográfica. Esa relación permanente en la obra entre palabra e imagen hace menos curioso que finalice con la elaboración de su propia lápida.

Las imágenes en los libros del autor de «Bestiario» van a ir ganando terreno en su estética. Ya no serán solamente ilustraciones en tapas y lomos los que debatirá con editores, amigos y diseñadores en sus cartas: habrá decenas de libros -más o menos conocidos- donde la imagen ocupará un lugar central. Ellos son los diez «libros de artistas», entre los que se destacan «Monsieur Lautrec, con dibujos de Hermenegildo Sabat» y «Silvalandia, pinturas de Julio Silva» (libro que en su portada tiene la imagen que culminará dominando su tumba), los cinco «libros para bibliófilos», las dos historietas «Fantomas contra los Vampiros Multinacionales» y «La raíz del ombú» (en colaboración con Alberto Cedrón), los seis catálogos y los tres famosos «libros almanaques», titulados «La vuelta al día en ochenta mundos», «Último round» y «Los autonautas de la cosmopista».

Todo este material es de muy difícil acceso para los lectores. Por este motivo, en 1978 Cortázar reúne los catálogos y los libros de artistas en el libro «Territorios», diseñado, como en todos los casos, por Silva.

«A mis amigos me gusta tenerlos cerca y para eso hicimos la casita con el otro Julio, así no andamos dispersos en catálogos, revistas y libros, todos se juntaron aquí conmigo y hay que ver lo bien que nos sentimos», justifica Cortázar en el prólogo de este libro.

En muchas cartas se puede apreciar cómo el escritor se ocupa personalmente de la búsqueda de material para ilustrar distintos capítulos de los libros, e insiste con su permanente injerencia en el diseño gráfico, trabajando, más allá de los textos, en este tema, a la par de su amigo.

El último almanaque o libro-collage donde el escritor tenía «carta blanca» del editor «para meter viñetas, mapas, galletitas secas, gatos disecados, etc…», según las propias palabras de Cortázar, es «Los autonautas de la cosmopista o Viaje intemporal Paris-Marsella», el último libro que escribe en colaboración. Última creación «a cuatro manos», en este caso, con Dunlop. Este almanaque está cargado de muerte, pues de las cuatro manos, sólo quedarán dos agónicas que terminarán de escribirlo: la fotógrafa muere en noviembre de 1982.

El libro «Los autonautas de la cosmopista» es un viaje que conduce a la muerte. Diecinueve días antes de su fallecimiento, el 24 de enero de 1983, Cortázar desde Managua le escribe a su amiga la traductora Laure Bataillon: «Me tranquiliza, pues, saber que a mi regreso podré dedicarme a montar el libro con la ayuda de Julio Silva… Este será un libro de muchos amigos juntos, y eso le hubiera encantado a Carol que tanto los quiso a ustedes…».

En el último gesto literario de su vida se percibe la importancia del diálogo entre imagen y palabras, con el fin de «agradar a un lector sensible». Este período donde dialogan palabras e imágenes no sólo consta de los «libros almanaques» del autor sino que se pueden ver estas operaciones que serán constantes hasta su muerte.

Películas inspiradas en la obra de Cortázar

Julio Cortázar es uno de los escritores clave de la literatura argentina -y por qué no mundial-, dueño de una imaginación única que supo ser plasmada en sus cuentos y novelas. Varios de ellos han inspirado a directores de cine en América y en Europa. Aquí, una selección de aquellas películas que recrean, o reiventan, el mundo cortazariano en imágenes filmícas.

La cifra impar

Manuel Antín / 1962 / Argentina

Ópera prima del director argentino referente de la generación del 60, que dedicó tres de sus primeras cuatro películas a la obra de Cortázar. «La cifra impar» es una adaptación del cuento “Cartas de mamá”, incluido en «Las armas secretas», publicado en 1959.

La historia transcurre entre la capital francesa y la argentina. En París, la pareja de Luis (Lautaro Murúa) y Laura (María Rosa Gallo) convive con el perturbador recuerdo de Nico, fallecido hermano de Luis y que tiempo atrás fuera pareja de Laura. Desde Buenos Aires llegan con frecuencia las cartas de la anciana madre de Luis (Milagros de la Vega), hasta que en una de ellas menciona a Nico y su deseo de viajar a París.

Al cuento original, el guión de Manuel Antín y Antonio Ripoll incorpora una profunda lectura psicológica de los personajes que en su evolución roza lo fantástico, impulsada por la culpa ante el desafortunado destino de Nico, y una saludable variedad de recursos cinematográficos. Gran parte de la película fue rodada en el barrio latino de París, ciudad en la que vivió Cortázar. Pero el primer contacto entre el autor y la película se dio poco después en Buenos Aires durante una proyección previa al estreno. Suele considerarse a La cifra impar como la mejor de las adaptaciones cinematográficas de la obra de Cortázar, aunque su prestigio se consolidó con posterioridad. Al rechazo de la crítica de la época, que tildaba a la película de “afrancesada” y carente de argentinidad, la respuesta más positiva vino del propio Cortázar, quien colaboró con Antín en las siguientes películas.

Circe

Manuel Antín / 1964 / Argentina.

En 1951 Julio Cortázar publicó «Bestiario», libro de cuentos al cual pertenece “Circe”, relato que rescata a la hechicera homérica que por única vez se enamora de Odiseo.

Escritor y director dieron forma al guion a partir del intercambio de cartas y de cintas, previo encuentro en el Festival de Cannes. Parte importante de esta correspondencia fue publicada recientemente en el Tomo I de «Cartas de Cortázar» por Editorial Alfaguara.

Así como en el cuento, en la película el personaje de Circe se llama Delia (Graciela Borges). Se trata de una joven que carga con el peso de haber visto morir a sus dos novios, uno por un síncope y otro por un suicidio. Ahora ha aparecido un tercero (Alberto Argibay), quien intenta desentrañar las misteriosas conductas de Delia y liberarla de su predestinación.

Aquí es donde aparecen las propuestas visuales propias de una adaptación cinematográfica: las costumbres que el personaje practica en el cuento son reemplazadas por elementos que forman parte de la puesta, como rejas, espejos y persianas, objetos que simbolizan el encierro interior de Delia. Al igual que en «La cifra impar», la muerte de los amores pasados marca el pulso de los actos del presente y nuevamente es el perfil psicológico del personaje el motor de la película.

El perseguidor

Osias Wilenski / 1965 / Argentina.

Para la misma época en que Antín realizaba sus películas, otro director argentino, Osias Wilenski, realizaba su ópera prima «El perseguidor», versión del cuento inspirado en el saxofonista Charlie Parker y que forma parte de «Las armas secretas» (1959).

Narra el proceso autodestructivo de un músico de jazz llamado Johnny, entregado a las drogas, el alcohol y al destrozo de sus relaciones afectivas. El personaje principal fue interpretado por Sergio Renán.

«El perseguidor» tiene sus defectos: es una película raramente elogiada y cuya persistencia se debe más que nada al cuento de Cortázar. El guión se entorpece por la inserción de frases contundentes (manchones de la pluma del guionista Ulises Petit de Murat, sobreviviente del cine gauchesco argentino).

Entre sus virtudes está la creación de ambientes sombríos, desgastados, escenarios que bien pueden hallarse en una ciudad como Buenos Aires y es por eso que, con algo de distancia, este filme vale como un buen ejemplo de las búsquedas estéticas del cine argentino de los 60. Poco después de su estreno, la película fue secuestrada por la justicia debido al reclamo del padre Zulma Faiad, quien había hecho un desnudo siendo menor de edad.

Pero lo más sobresaliente tiene que ver con la banda sonora. Al momento de dar su opinión, Cortázar solamente se mostró satisfecho con la música compuesta por Rubén Barbieri y ejecutada por Leandro “El Gato” Barbieri. El asunto es que también hubo un prolongado conflicto con el pago de los derechos de autor por lo que Cortázar nunca simpatizó con la película de Wilenski. Ver ficha.

Intimidad de los parques

Manuel Antín /1965/ Argentina-Perú.

Julio Cortázar no estaba muy convencido de realizar la que fue finalmente la última película de Antín en torno a su obra. Se trata de una adaptación en simultáneo de “El ídolo de las Cícladas» y «Continuidad de los parques», cuentos que formaban parte de «Final de juego» (1956).

Fue rodada en Lima, Cuzco y las ruinas del Machu Pichu.Precisamente, uno de los aspectos que no agradaban a Cortázar era el escenario elegido, en vista de que sus cuentos hacían referencia a la Antigua Grecia. En palabras de Antín: “Contra la voluntad de Cortázar adapté el mármol a la piedra. Me pareció que Machu Pichu era la Grecia de Latinoamérica”.

La historia plantea un triángulo amoroso entre Teresa (Dora Baret), su marido Hector (Paco Rabal) y su ex amante Mario (Ricardo Blume), con quien la mujer había conocido las ruinas de Machu Pichu durante un viaje de estudios, experiencia que desembocó en el hallazgo de una estatuilla que influyó en las conductas de Mario. Los roles entre los personajes quedarán establecidos: Mario representa lo espiritual, mientras que el aspecto más terrenal corresponde Héctor y Teresa es el nexo entre estos dos mundos.

Antín siempre reconoció que el hermetismo de su propuesta alejó a Intimidad de los parques del público. Fue, de hecho, la menos vista de sus tres películas sobre Cortázar.

Blow up

Michelangelo Antonioni / 1966 / Italia-Gran Bretaña.

La más conocida de las adaptaciones. El director italiano ya gozaba de una alta reputación en el panorama cinematográfico europeo y «Blow Up» fue su primera experiencia fuera de su país, rodada pocos años después de la publicación de «Rayuela».

Se trata de una adaptación de “Las babas del diablo”, correspondiente al libro «Las armas secretas». Es la historia la de un fotógrafo de modas (David Hemmings) que al ampliar unas fotos descubre las pistas de un asesinato y se obsesiona con el hecho, a tal punto de aislarse de su vida cotidiana en su afán de develar el misterio. Este hallazgo en blanco y negro se contrapone a un mundo colorido, las modas juveniles y una cultura pop de los sesenta, si se quiere superficial, pero real al fin.

Es la búsqueda de una realidad que trascienda lo que se ve a primera vista lo que vincula directamente a «Blow Up» con el cuento, aunque Cortázar aclaró que nunca encontró en ella una conexión precisa.

Una colorida anécdota contada por Cortázar da cuenta de ello: “Italo Calvino, que es amigo mío, le escribió una vez un libro a Antonioni. Cuando llegó el momento de filmarlo, Italo descubrió que lo único suyo que había quedado era el tucán. Después supo por Mónica Vitti que le gustaba mucho la idea del tucán.» Ver ficha.

Weekend

Jean-Luc Godard / 1967 / Francia.

No se trata propiamente de una adaptación sino de una cita, aunque bastante extensa y con cierto peso dentro de la historia.

Aunque no exista constancia de intercambio alguno entre Cortázar y Godard, se da por sentado que el cuento al que hace alusión el inicio de la película es “La autopista del Sur”, publicado un año antes, relato que tendrá una adaptación más literal algunos años después con «Il grande atasco», de Luigi Comencini.

Todo arranca con un idílico paseo al campo de un grupo de burgueses que prontamente se transforma en una sucesión de situaciones desagradables, empezando por un descomunal embotellamiento en la ruta provocado por un accidente fatal. Es esta famosa escena realizada mediante un extenso travelling la que hace referencia a “La autopista del sur”.

Claro que en su desarrollo el cuento de Cortázar ofrece mucho más, a medida que el embotellamiento se prolongue y surja una miniatura de la sociedad moderna. Algo de esto se insinúa en «Weekend», porque entre bocinazos e insultos, algunos ya han empezado a entretenerse al borde de la carretera.

El gran embotellamiento

Luigi Comencini / 1979 / Italia.

Es la adaptación casi literal de “La autopista del sur”, el mismo que fuera abordado de manera parcial por Godard. En ninguno de los dos casos aparece Cortázar acreditado en los títulos de presentación.

Se trató de una película orientada claramente al público europeo en general, un tipo de producción muy frecuente en los 60 y 70 que intentaba contrarrestar el dominio del cine angloparlante. De allí que el reparto incluyera a figuras de varios países, empezando por los italianos Alberto Sordi, Marcello Mastroianni y Ugo Tognazzi, los españoles Fernando Rey, Angela Molina y José Sacristán y los franceses Gerard Depardieu y Annie Girardot.

La cantidad de nombres con que se presentó la película («L ́Ingorgo», «Una historia impossible», «Il grande atasco»), aún en la misma Italia, responde a esa premisa.

La historia da cuenta de un gigantesco embotellamiento en la ruta que conduce a Roma. La prolongación del mismo irá sometiendo a los personajes a diversas situaciones hasta resquebrajar los pilares de la conducta humana. Habrá una pareja que se separa, un hombre que muere por falta de asistencia médica y una violación, secuencia particularmente desagradable debido a la indiferencia de los demás personajes y que es la única que se aparta del tono de comedia que presenta la película.

La gran diferencia con el cuento original está en la elección del foco de atención. Mientras Cortázar se centra en las acciones, la película lo hará en los personajes. Cabe recordar, además, que en el cuento las personas son identificadas por el modelo de sus automóviles.

Jogo subterrâneo

Roberto Gervitz /2005 / Brasil.

El cuento “Manuscrito encontrado en un bolsillo” forma parte del libro «Octaedro» (1974). En primera persona, cuenta la historia de un hombre que practica un juego que consiste en establecer una ruta dentro de la red del metro de París. Si durante el trayecto encuentra una mujer que coincide con este trazado, él se otorga el derecho de abordarla.

La cinta brasileña toma esta idea como punto de partida, y la aprovecha para redondear una buena ficción acerca de la soledad en las grandes ciudades. La red de subterráneos parisina es reemplazada por el menos glamoroso metro de San Pablo. Dato no menor, se trata de una ciudad realmente multitudinaria y, a diferencia del cuento de original, gran parte de la película se desarrollará sobre la superficie.

El personaje principal es un pianista, Martín, cuyas probabilidades de éxito en el juego son remotas: o la ruta elegida por la mujer no coincide o es rechazado por temor. Aún así, Martín tendrá sus oportunidades, primero la madre de una niña autista y luego una escritora ciega. Finalmente una mujer despierta su interés y él la seguirá transgrediendo las reglas del juego. La elegida resulta ser una prostituta que intenta escapar de sus explotadores.

A esta altura, poco y nada queda del cuento de Cortázar a excepción del nombre de unos de sus personajes: Ana.

Mentiras piadosas

Diego Sabanés / 2008 / Argentina.

Entre las adaptaciones más recientes, sobresale esta película realizada por el debutante Diego Sabanés con un magnífico elenco en el que figuran muchos nombres más conocidos por su labor teatral, como Marilú Marini, Claudio Tolcachir y Rubén Szuchmacher.

Se trata de una adaptación del cuento “La salud de los enfermos”, en la que también se reconocen varios elementos de otros textos de Cortázar pertenecientes al libro «Todos los fuegos el fuego» (1966).

La historia transcurre en la intimidad de una familia burguesa. Pablo ha partido a París para probar suerte como músico. Pasa el tiempo y no hay noticias de él, lo cual comienza a preocupar a su madre. Temiendo por su salud, sus otros dos hijos escriben falsas cartas y envían regalos. El plan involucra a otros miembros de la familia y a la novia de Pablo, que es instada por Mamá a apresurar los preparativos de la boda para forzar el regreso de su novio. El montaje de una gran mentira tiene sus costos, pronto aparecerán las deudas y el desmantelamiento de los bienes familiares. Y lo más importante, o lo más cortazariano, es que todos los involucrados irán perfeccionando sus roles hasta acomodarse a esta construcción ficticia.

«Mentiras piadosas» es una película recomendable en todo sentido. Ofrece una audaz apropiación de la literatura de Cortázar, un guion depurado en base a inteligencia y creatividad, todas las interpretaciones son de alto nivel y la ambientación que supera por mucho a otras películas más costosas del cine argentino. Debe considerarse que la historia está situada en los años 50 y que se trató de una producción de bajo presupuesto.

Diario para un cuento

Jana Bokova / 2008 / Argentina-España.

En 1983 Julio Cortázar publicó su último libro, «Deshoras», del que forma parte «Diario para un cuento». Es un complejo relato en el que el autor recupera vivencias algo dispersas de los primeros años 50, época en la que siendo muy joven vivía en Buenos Aires, con el recuerdo de un amor postergado en un primer plano.

Quien haya leído este cuento difícilmente pueda imaginar una adaptación cinematográfica. Pero se hizo y muy bien.

El derrotero de la directora checa Jana Bokova merece ser citado. Durante la Primavera de Praga (1968) dejó su país, vivió y se formó en Londres y París y a mediados de los ochenta llegó a la Argentina para realizar una serie de excelentes documentales para la BBC de Londres sobre el tango y el folclore argentino.

Su primer largometraje en nuestro país fue acaso el único en tener a Cortázar como personaje principal, aunque éste se presente con el nombre de Elías, interpretado por Germán Palacios.

Las señas particulares y los gustos de Cortázar son inconfundibles, algunos tomados textualmente del cuento y otros directamente del mundo cortazariano. Así aparece su pasión por el jazz, por Carlos Gardel, por los poetas ingleses, su admiración por Bioy, la época en la que trabajaba como traductor y el futuro escritor que observa a un chico jugando a la rayuela y que finalmente marcha a París.

Elías/Julio Cortázar pasa buena parte de sus horas en un burdel. Allí conoce a varios personajes, entre ellas a las prostitutas que le piden la traducción de las cartas de sus novios extranjeros. Con una de ellas tendrá un romance, la Anabel del cuento original. También habrá un romance con una mujer burguesa y un asesinato que lo salpicará hasta que decida dejar la Argentina, justo al momento de la muerte de Eva Perón.

Puede ser que la película esté muy al borde del estereotipo porteño (puerto, prostitutas, salones, tango en demasía, Eva Perón), pero seguramente la directora checa siente que ella tiene algo en común con el Cortázar de aquellos años, y es la sensibilidad del recién llegado. En el tema de las adaptaciones, lo mínimo que se le puede pedir a un cineasta es que se apropie de la obra original, que la incorpore a su universo. Y para reforzar esta idea, el joven Julio es tratado por muchos lugareños como «un extranjero». Y en gran parte lo era.

Plaza Serrano es la denominación que recibe comúnmente la Plazoleta Julio Cortázar, ubicada en el barrio de Palermo, en Buenos Aires.

Si bien la plazoleta se sitúa en la intersección de las calles Honduras y Jorge Luis Borges, existe una zona mucho mayor conocida como Plaza Serrano, delimitada por las calles Niceto Vega, Malabia, Guatemala y Godoy Cruz.

Esta zona se caracteriza por ser un circuito comercial de gran movimiento tanto diurno como nocturno, debido a su feria artesanal central y a la gran cantidad de bares, restaurantes y tiendas de moda que la rodean. En la década de 1980, alrededor de la plaza comenzaron a abrir bares y restaurantes de moda; actualmente se multiplican los negocios de ropa y diseño vanguardista.

Conocida como Plaza Serrano por estar ubicada en la intersección entre las calles Serrano y Honduras, la plaza fue rebautizada en el año 1994 como Plazoleta Julio Cortazar, en homenaje a este escritor argentino que dedicó gran parte de su obra al barrio de Palermo, donde vivió durante muchos años.

Lista de obras de arte del Jardín Bótanico.

El jardín Botánico alberga una interesante colección de esculturas, de variados materiales y estilos, cuyos motivos evocan a la naturaleza, la historia o la música. Encuentre el recorrido en el plano principal y disfrute de su belleza.

1 – José de San Martín
2 – Ondina del Plata
3 – Los Primeros Fríos
4 – La loba Romana
5 – Canto de la Cosechadora
6 – Esquines
7 – Carlos Thays
8 – L’Aquaiolo
9 – Venus
10 – El Mensaje de Mercurio
11 – Fuente Decorativa
12 – Columna Meteorológica
13 – Bañista
14 – Sagunto
15 – Amazona
16 – La Flora
17 – La Soberanía
18 – 19 – 20 – La 6° Sinfonía de Beethoven
21 – El Despertar de la Naturaleza
22 – Flor Indígena
23 – Pureza
24 – Flora Argentina
25 – Francisco «Perito» Moreno
26 – Saturnalia
27 – Plegaria de la India Tehuelche
28 – La Primavera

MAPA DE ESCULTURAS DEL BOTANICO









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