«Al que le guste el indio que vaya a Bolivia», la frase de un diputado de Jair Bolsonaro

«Al que le guste el indio que vaya a Bolivia», la indignante frase de un diputado brasileño.

Rodrigo Amorim tildó de «basura humana» a la Aldea Maracaná, un barrio de Río de Janeiro ciudad donde habitan personas de al menos 25 comunidades indígenas, y los comparó con el país vecino. El recientemente electo legislador nacional ganó de la mano del presidente Jair Bolsonaro.

El ministro de Justicia boliviano, Héctor Arce, afirmó este domingo que el diputado brasileño Rodrigo Amorim «debería disculparse públicamente» tras haber afirmado que «a quien le guste el indio, que vaya a Bolivia».

«Nuestros pueblos indígenas merecen todo respeto y valoración, y un representante electo de un país tan grande y digno como es Brasil debería disculparse públicamente», escribió Arce en su cuenta en Twitter.

En relación con el rechazo que generaron las declaraciones de Amorim, Arce subrayó que «cuando se trata de defender a la nación boliviana no existen diferencias políticas», según recogió la agencia noticiosa estatal ABI.

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Determinado a romper con décadas de políticas de centroizquierda en Brasil, el exmilitar de 63 años ordenó que las ONGs pasen a estar supervisadas por el gobierno y determinó la exclusión de la población LGBT de los beneficios de políticas destinadas a la promoción de derechos humanos.

El nuevo presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, arrancó su mandato tomando controvertidas medidas sociales en concordancia con su prometido giro ultraconservador, pero resultó ser menos ambicioso de lo esperado en cuanto a reformas económicas.

Determinado a romper con décadas de políticas de centroizquierda en Brasil y sumarse a la ola antiglobalizadora que se expande por el planeta, el exmilitar de 63 años inició su mandato el martes decretando el traspaso al ministerio de Agricultura de la demarcación de las tierras indígenas.

Una forma, según sus detractores, de entregar los territorios ancestrales de los indígenas al apetito voraz del agronegocio, cuya influyente bancada parlamentaria está detrás del nombramiento de su jefa, Tereza Cristina, como ministra de Agricultura.

Bolsonaro, que en su discurso de investidura prometió «restablecer el orden» y «liberar a Brasil del socialismo», emprendió también una «limpieza» ideológica de simpatizantes de izquierda en el seno de la administración.

Además, ordenó que las ONGs pasen a estar supervisadas por el gobierno y determinó la exclusión de la población LGBT (Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales) de los beneficios de políticas destinadas a la promoción de derechos humanos del recién creado Ministerio de la Mujer, de la Familia y de los Derechos Humanos.

La polémica encendida por la ministra de esta cartera, Damares Alves, al aparecer festejando en un video el inicio de una «nueva era» en Brasil, en la que «niño viste de azul y niña de rosa», dice mucho del giro conservador recién iniciado en el país.

En política exterior, Bolsonaro selló una estrecha alianza con Estados Unidos, para combatir -entre otras cosas- las «dictaduras» de Venezuela y Cuba, y dijo que estaba abierto a discutir en un futuro la instalación de una base militar estadounidense, mencionando las preocupantes relaciones entre su vecina Venezuela y Rusia.

También ratificó su intención de transferir la embajada brasileña en Israel de Tel Aviv a Jerusalén.

Su ministro de Economía, el ultraliberal Paulo Guedes, dijo que la prioridad número uno del gobierno es abordar el insostenible sistema de pensiones de Brasil.

Los mercados aplaudieron estos primeros pasos: la bolsa de Sao Paulo se disparó hasta un nivel récord y el real se valorizó frente al dólar.

Pero el jueves y el viernes, Bolsonaro sembró cierta confusión en sus intervenciones en la prensa.

Primero, habló de poner una edad mínima de jubilación muy por debajo de lo que está estudiando su equipo económico, minando la esperanza de que aborde con firmeza la reforma del sistema de pensiones, que hoy por hoy consumen un tercio del gasto público.

Luego expresó cautela al responder si apoyará una alianza valorada en miles de millones de dólares entre el fabricante brasileño de aviones Embraer y el gigante estadounidense Boeing, lo que provocó que las acciones de la empresa brasileña se hundieran y se cuestionara su retórica de campaña a favor del libre mercado.

Bolsonaro también anunció un aumento de impuestos, contrariando una promesa de campaña. Pero su jefe de gabinete, Onyx Lorenzoni, dijo que el presidente se había «equivocado».

Los otros temas, sin embargo, no fueron explicados completamente por los asesores de Bolsonaro, dejando la impresión de que hay una brecha entre las ambiciones del presidente y el equipo económico al que encargó la tarea de rescatar la economía de Brasil.

La impresión que deja la primera semana de Bolsonaro es que hubo muchos gestos hacia su base de votantes conservadores, formada por evangélicos y grupos a favor de las armas y favor de la apertura de la economía, pero poco contenido estratégico.

«Parece que el gobierno haya sido tomado por personas que no tienen idea de cuáles son los problemas más serios de Brasil, que están poniendo el foco en cosas que no tienen importancia en la mayoría de los casos. Cuando ponen el foco en las cuestiones que sí tienen importancia, tienen respuestas muy simplificadas», explicó a la AFP Maria Herminia Tavares de Almeida, politóloga de la Universidad de Sao Paulo.

En términos de perspectiva para la mayor economía de América Latina bajo el gobierno de Bolsonaro, «por ahora estamos en la fase luna de miel», explicó André César, de la consultora Hold.

«El mercado a veces es bipolar: la euforia de hoy puede convertirse en depresión mañana», agregó.

Los analistas consideran que la prueba real para Bolsonaro comenzará en febrero, cuando el nuevo Congreso comience a funcionar. Su partido, el conservador Partido Social Liberal, tiene solo una décima parte de los escaños en la Cámara de Diputados, de 513 miembros.

«Todavía hay pocas evidencias de que Bolsonaro y su equipo económico puedan impulsar una reforma del sistema de pensiones satisfactoria, en el altamente fragmentado Congreso de Brasil», advirtió de su lado el viernes la consultora Capital Economics.