Alfonsín le pidió al Gobierno que escuche a la Iglesia

El diputado nacional Ricardo Alfonsín respondió a los cuestionamientos realizados por referentes del oficialismo quienes desacreditaron con duras críticas el documento de la Iglesia que advirtió ayer por la vilencia y la corrupción y dijo que «es injusto decir que la Iglesia guardó silencios ante la violencia de uno u otros signo. En todo caso, eso ocurrió con una parte de ella. Basta con recordar a Mugica, Angelelli, De Nevares, Hesayne, Piña, los monjes palotinos, entre muchos».

«Es cierto, por otra, que la Argentina vivió tiempos violentos con anterioridad y que no todas la violencia es equiparable. Pero creer que esa violencia anterior torna injusto el reclamo actual como lo hace el Gobierno es actuar como el famoso tonto que se consuela con los males de otros», concluyó el legislador radical.

Así, pidió tener en cuenta el trabajo realizado por Enrique Angelelli, quien fuera obispo de diócesis de La Rioja y defensor del Concilio Vaticano II que murió en 1976 y del obispo de la diócesis de Viedma Miguel Hesayne, quien se opuso abiertamente al régimen dictatorial del “Proceso de Reorganización Nacional” y que denunció la muerte de Angelelli como un “asesinato encubierto” por parte de los militares en el poder.

Alfonsín recordó además al obispo Jaime De Nevares, padre conciliar en el Concilio Vaticano II, fundador de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos en plena dictadura del Proceso de Reorganización Nacional que además fue miembro de la CONADEP durante 1983 y 1984. Además, recordó al asesinato de los sacerdotes palotinos Alfredo Leaden, Alfredo Kelly y Pedro Duffau y los seminaristas Salvador Barbeito y Emilio Barletti el 4 de julio de 1976, ejecutado en la iglesia de San Patricio, ubicada en el barrio de Belgrano de la ciudad de Buenos Aires.

También se refirió al obispo emérito de Puerto Iguazú Joaquín Piña que en 2006 encabezó una coalición cívica que consiguió evitar un proyecto de reelección indefinida del entonces gobernador de la provincia argentina de Misiones, Carlos Rovira.