Desde Mar Adentro, Un tucumano de Concepción en el “Almirante Irízar”

Existe una Antártida tangible, de la que se observa el paisaje de hielos, témpanos y picos nevados; el ambiente natural de la fauna y flora antártica; las misiones y tareas que comprenden la logística de campaña, ejecutadas por unidades navales y aeronavales; y las bases permanentes y transitorias; también el trabajo mancomunado entre científicos y militares argentinos, entre ellos y personas de otros países.

Y existe una Antártida intangible también, aquella que se describe a través del espíritu, de las emociones y sentimientos que despierta en sus protagonistas; una Antártida que no se ve ni se toca, pero que está reflejada a través del ser y el sentir de la gente que la habita y la visita.

Suboficial Primero Cristian Matías: tucumano de Concepción en el “coloso naranja”

“Para quien ingresa por vocación, la Armada es su propia casa”

(20-04-2018) Cristian Eduardo Matías es Suboficial Primero en la Armada Argentina y está a cargo de Reparaciones Electrónicas e Informática en el rompehielos ARA “Almirante Irízar” que acaba de regresar de su participación en la Campaña Antártica de Verano 2017-18.

BUENOS AIRES – Nacido hace 42 años en Concepción, este tucumano lleva más de 22 años en la Armada. Su especialidad naval como Mecánico en Sistemas Electrónico lo ha llevado, años anteriores, a trabajar en la Antártida y a formar parte de la dotación del rompehielos.

Su espacio de trabajo habitual es en el Taller de Electrónica del buque y como suboficial a cargo de Reparaciones Electrónicas e Informática tiene la responsabilidad de supervisar las tareas de los departamentos.

En el 2006-2007 conoció por primera vez la Antártida y llegar allí fue una sensación de alegría y de asombro: “Conocerla es algo fabuloso para cualquier ser humano, y haber tenido la oportunidad de volver este año también es ocasión de alegría, pero además de gran orgullo”, enfatizó.

“Cuando fui por primera vez tenía la jerarquía de Cabo Principal y fui durante esa campaña como ayudante del Grupo de Reparaciones Electrónicas; fue cuando ocurrió el incendio”, recordó con tristeza el marino de Tucumán, quien volvió en el 2014 a ser parte nuevamente de la tripulación, ahora con una función de mayor compromiso, por su cargo y jerarquía.

Cristian decidió ingresar a la Armada principalmente por vocación, “tengo familiares submarinistas que me inculcaron amor por la vida naval”. La carrera le ha proporcionado valores y conocimientos como la camaradería y la pertenencia; la instrucción, primero como sonarista, y más tarde como radarista, “porque entre las razones por las cuales ingresé, además de la vocación, una fue para obtener más conocimientos, cosa que logré; y otra, para poder navegar, que es lo que más me gusta”, agregó.

En largas navegaciones, Eduardo lleva la foto de su familia, un rosario que le regaló su hijo y una estampa de la Virgen de Itatí, “le hice una promesa para que cuidara la salud de todos, mientras estuviera lejos de casa”, reveló.

Dice que siempre contó con el cien por ciento del apoyo de sus padres en el momento que decidió ingresar y ahora se suma el apoyo de la familia que constituyó, “de mi señora, quien también es suboficial en la Armada; de nuestro hijo Ramiro, de 15 años y del hijo del corazón, Rodrigo, de 16. Estamos viviendo en La Matanza y ellos estudian en la Ciudad de Buenos Aires”.

“Para muchos, la Armada es una fuente de trabajo, pero para quien ingresa por vocación, la Armada es su propia casa, donde te enseñan desde el respeto al prójimo hasta cómo desenvolverte en cada función que uno cumple. Al que desea aprender, la Armada le enseña; y yo rescato la enseñanza del trabajo y el liderazgo”, dijo.

Eduardo comenzó la carrera naval en 1996, se recibió al año siguiente como Cabo Segundo Electrónico especializado en sonar y destinado en la Base Naval Puerto Belgrano realizó un curso formativo donde pasó por los diferentes departamentos que componen el Arsenal Naval Puerto Belgrano. Su primer pase operativo fue en el multipropósito ARA “Hércules”.

“De todos los destinos siempre me llevo lo mejor, aunque guardo especial cariño por el ‘Hércules’ porque fue mi primera casa. Luego fui a Chile a capacitarme en trabajos de hangar, y más tarde, de comisión al logístico ARA ‘Patagonia’ donde hice el cambio de orientación como radarista”, detalló. Entre sus anécdotas, contó su paso por la fragata ARA “Libertad”, la lancha patrullera ARA “Indómita”, y por supuesto, el rompehielos “Irízar”.

En Concepción están sus padres Cristina y Eduardo y su hermana y sobrino, a quienes visita asiduamente. “También tengo muchos amigos, y compañeros del colegio secundario con quienes estamos en contacto, amistades incluso con profesores; fui a la Escuela Técnica N° 1 de Concepción. La ciudad es muy linda y verla crecer es un orgullo para mí. Allá también jugué al rugby desde los 12 años; pero ahora sólo miro fútbol por televisión, nada más”, sonrió el tucumano.

Abrir camino entre los hielos: el “Irízar” en la Antártida

La presencia del rompehielos en la operación antártica se inició el 28 de diciembre pasado y finalizó el 11 de abril. Navegó 17.000 millas náuticas (unos 30.000 kilómetros) y durante los 107 días que duró la campaña, el buque brindó apoyo logístico en las tareas coordinadas por el Comando Operacional de las Fuerzas Armadas, dependiente del Estado Mayor Conjunto: tareas de abastecimiento a las bases y apertura de refugios antárticos, recambio de personal civil y militar, y reabastecimiento de víveres y materiales.

En la Antártida se realizan trabajos de investigación en sismología, estudios punto geodésico (detección de la deriva continental), seguimiento de mamíferos y aves, estudio de algas y hielos, recolección de datos meteorológicos: presión, humedad, temperatura del agua, observación de nubes y vientos.

Las Fuerzas Armadas Argentinas y sus bases antárticas brindan el apoyo logístico a las investigaciones y tareas científicas que se desarrollan en la Antártida ininterrumpidamente desde hace 114 años. Cada base cuenta con una dotación de personal especializado.

El “Irízar” al mando del Capitán de Fragata Maximiliano Mangiaterra, con una dotación conformada por 286 personas entre militares y personal civil científico, tuvo como objetivo abrir camino entre los hielos y permitir el paso de las otras unidades participantes en la campaña como el transporte ARA “Canal Beagle” y el aviso ARA “Estrecho de San Carlos”.

Fue protagonista de la llegada a la base antártica Belgrano II, una de las más australes y la que por su ubicación, requiere necesariamente de la participación del rompehielos para llegar. Asimismo, las bases antárticas Petrel, Esperanza, Marambio, Orcadas y Cámara contaron con su presencia como puente logístico para su apertura y reabastecimiento.

También funcionó como plataforma de despegue para los helicópteros Sea King de la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Helicópteros que se utilizaron para las tareas de abastecimiento y repliegue de material, junto con los Vehículos Anfibios a Rueda (VAR) y botes Zodiac.

Suboficial Primero Cristian Matías: tucumano de Concepción en el “coloso naranja”

“Para quien ingresa por vocación, la Armada es su propia casa”

(20-04-2018) Cristian Eduardo Matías es Suboficial Primero en la Armada Argentina y está a cargo de Reparaciones Electrónicas e Informática en el rompehielos ARA “Almirante Irízar” que acaba de regresar de su participación en la Campaña Antártica de Verano 2017-18.

BUENOS AIRES – Nacido hace 42 años en Concepción, este tucumano lleva más de 22 años en la Armada. Su especialidad naval como Mecánico en Sistemas Electrónico lo ha llevado, años anteriores, a trabajar en la Antártida y a formar parte de la dotación del rompehielos.

Su espacio de trabajo habitual es en el Taller de Electrónica del buque y como suboficial a cargo de Reparaciones Electrónicas e Informática tiene la responsabilidad de supervisar las tareas de los departamentos.

En el 2006-2007 conoció por primera vez la Antártida y llegar allí fue una sensación de alegría y de asombro: “Conocerla es algo fabuloso para cualquier ser humano, y haber tenido la oportunidad de volver este año también es ocasión de alegría, pero además de gran orgullo”, enfatizó.

“Cuando fui por primera vez tenía la jerarquía de Cabo Principal y fui durante esa campaña como ayudante del Grupo de Reparaciones Electrónicas; fue cuando ocurrió el incendio”, recordó con tristeza el marino de Tucumán, quien volvió en el 2014 a ser parte nuevamente de la tripulación, ahora con una función de mayor compromiso, por su cargo y jerarquía.

Cristian decidió ingresar a la Armada principalmente por vocación, “tengo familiares submarinistas que me inculcaron amor por la vida naval”. La carrera le ha proporcionado valores y conocimientos como la camaradería y la pertenencia; la instrucción, primero como sonarista, y más tarde como radarista, “porque entre las razones por las cuales ingresé, además de la vocación, una fue para obtener más conocimientos, cosa que logré; y otra, para poder navegar, que es lo que más me gusta”, agregó.

En largas navegaciones, Eduardo lleva la foto de su familia, un rosario que le regaló su hijo y una estampa de la Virgen de Itatí, “le hice una promesa para que cuidara la salud de todos, mientras estuviera lejos de casa”, reveló.

Dice que siempre contó con el cien por ciento del apoyo de sus padres en el momento que decidió ingresar y ahora se suma el apoyo de la familia que constituyó, “de mi señora, quien también es suboficial en la Armada; de nuestro hijo Ramiro, de 15 años y del hijo del corazón, Rodrigo, de 16. Estamos viviendo en La Matanza y ellos estudian en la Ciudad de Buenos Aires”.

“Para muchos, la Armada es una fuente de trabajo, pero para quien ingresa por vocación, la Armada es su propia casa, donde te enseñan desde el respeto al prójimo hasta cómo desenvolverte en cada función que uno cumple. Al que desea aprender, la Armada le enseña; y yo rescato la enseñanza del trabajo y el liderazgo”, dijo.

Eduardo comenzó la carrera naval en 1996, se recibió al año siguiente como Cabo Segundo Electrónico especializado en sonar y destinado en la Base Naval Puerto Belgrano realizó un curso formativo donde pasó por los diferentes departamentos que componen el Arsenal Naval Puerto Belgrano. Su primer pase operativo fue en el multipropósito ARA “Hércules”.

“De todos los destinos siempre me llevo lo mejor, aunque guardo especial cariño por el ‘Hércules’ porque fue mi primera casa. Luego fui a Chile a capacitarme en trabajos de hangar, y más tarde, de comisión al logístico ARA ‘Patagonia’ donde hice el cambio de orientación como radarista”, detalló. Entre sus anécdotas, contó su paso por la fragata ARA “Libertad”, la lancha patrullera ARA “Indómita”, y por supuesto, el rompehielos “Irízar”.

En Concepción están sus padres Cristina y Eduardo y su hermana y sobrino, a quienes visita asiduamente. “También tengo muchos amigos, y compañeros del colegio secundario con quienes estamos en contacto, amistades incluso con profesores; fui a la Escuela Técnica N° 1 de Concepción. La ciudad es muy linda y verla crecer es un orgullo para mí. Allá también jugué al rugby desde los 12 años; pero ahora sólo miro fútbol por televisión, nada más”, sonrió el tucumano.

Abrir camino entre los hielos: el “Irízar” en la Antártida

La presencia del rompehielos en la operación antártica se inició el 28 de diciembre pasado y finalizó el 11 de abril. Navegó 17.000 millas náuticas (unos 30.000 kilómetros) y durante los 107 días que duró la campaña, el buque brindó apoyo logístico en las tareas coordinadas por el Comando Operacional de las Fuerzas Armadas, dependiente del Estado Mayor Conjunto: tareas de abastecimiento a las bases y apertura de refugios antárticos, recambio de personal civil y militar, y reabastecimiento de víveres y materiales.

En la Antártida se realizan trabajos de investigación en sismología, estudios punto geodésico (detección de la deriva continental), seguimiento de mamíferos y aves, estudio de algas y hielos, recolección de datos meteorológicos: presión, humedad, temperatura del agua, observación de nubes y vientos.

Las Fuerzas Armadas Argentinas y sus bases antárticas brindan el apoyo logístico a las investigaciones y tareas científicas que se desarrollan en la Antártida ininterrumpidamente desde hace 114 años. Cada base cuenta con una dotación de personal especializado.

El “Irízar” al mando del Capitán de Fragata Maximiliano Mangiaterra, con una dotación conformada por 286 personas entre militares y personal civil científico, tuvo como objetivo abrir camino entre los hielos y permitir el paso de las otras unidades participantes en la campaña como el transporte ARA “Canal Beagle” y el aviso ARA “Estrecho de San Carlos”.

Fue protagonista de la llegada a la base antártica Belgrano II, una de las más australes y la que por su ubicación, requiere necesariamente de la participación del rompehielos para llegar. Asimismo, las bases antárticas Petrel, Esperanza, Marambio, Orcadas y Cámara contaron con su presencia como puente logístico para su apertura y reabastecimiento.

También funcionó como plataforma de despegue para los helicópteros Sea King de la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Helicópteros que se utilizaron para las tareas de abastecimiento y repliegue de material, junto con los Vehículos Anfibios a Rueda (VAR) y botes Zodiac.