«Argentina avasallada» Eduardo Sanguinetti

Eduardo Sanguinetti, filósofo, poeta y artista argentino

Es conocido el “malestar de la legítima inteligencia” ante el estado de las cosas en que se debate Argentina y sus habitantes, sobre todo en el escenario en que se debaten las diferentes representaciones de la “realidad”, que pasó a ser una situación carente de importancia, ya que es poco probable reconocerse en la misma como actor, uno se convirtió en espectador del drama esencial de este milenio que presenta la apertura de un abismo entre quienes piensan que viven y quienes dictan sobre el mundo, o piensan actuar sobre él.

Desde mi exilio poético y patético en Argentina, mi ideal no busca definir un sujeto oprimido -al cual liberar- y se dirige en cambio a favorecer las luchas de los diversos grupos ofreciendo análisis, estrategias, así como críticas políticas y teóricas de las diferentes opresiones y desviaciones que malversan el accionar de un gobierno como el de Mauricio Macri y los otros que lo han precedido, en permanente confrontación, con el pasado, el futuro indefinido y sus espectros, oponiendo e inoculando temor a su temor en su intento de gobernar Argentina, del modo que sea, incluida la represión y la censura sistemática de quienes pueden resistir a la bestialidad reinante, que anula la posibilidad de lograr arribar a un mundo donde los nobles ideales tengan espacio de honor.

Los hechos de corrupción endémica de la política y la cultura nos hacen a menudo perder el foco de la crisis de existencia en la que nos debatimos intentando vivir y resistir la toxicidad de personajes funestos e irresponsables, que manipulan la realidad de millones de argentinos que se arrastran miserablemente hacia un horizonte «pintado a mano»… discusiones y continuas “quejas” estériles que poco o nada aportan a la lucha contra la crisis argentina, instalada por Macri y sus socios del exterior, a la que se asiste pasivamente, desde las máquinas que formatean la realidad, o no han percibido que en estos días pasados se ha llevado a cabo una revolución en las cúpulas del poder, ante una comunidad congelada en el límite del significante ominoso, de la complicidad y el engaño.

No ignoramos que hay «marginados», «silenciados», «hambrientos» y «excluidos» en Argentina, lo vivimos, lo experimentamos nosotros mismos. Los «desobedientes» y «disidentes» del sistema represor en el que permanecemos, quienes somos silenciados, amenazados, por los mercenarios de medios y afines, que manipulan a millones de zombies, que cual dogma de fe de ninguna religión creen en los ricachones groseros, grupo sushi remozado, políticos de todos los colores, bandas de faranduleros narcos, corporativistas mafiosos y justicia a la carta, que dictan y rigen en este país, escuchando atentamente los balbuceos del pastor Machirulo: «Tomando el camino correcto», «se puede»,»a mí me duele tomar las decisiones pero es el camino de la verdad», «el que las hace las paga», ¿cuándo vas a pagar Machirulo? y ¿la pobreza cero? ¿para cuando Machirulo?

La desmesura conforma el gran «proyecto eliminador» del tercer milenio, en clave matrix, o lo ignoran. La transgresión del límite ha afectado no sólo a la ley, en forma de delito, sino también a la legitimación en forma de deslegitimación.

El pueblo argentino está cansado, ha cedido demasiado, soporta la pobreza, el miedo, la indigencia. la discriminación y la humillación con estoicismo admirable… está muy solo el pueblo, abrumado por cámaras de TV que proyectan la miseria en la que sobreviven, espectáculo insano que consume el infecto espectador de la basura psicobiodegradable, que nos ofrecen los medios corporativistas y los alternativos también. Tiempo de actos que sobrevuelen las palabras y teorías vacuas de políticos, intelectuales del subsuelo y economistas arrastrados tras el lucro y la moda…

Así el fardo de los mercados ha logrado cubrirnos como una segunda piel, considerada por los expertos reptilianos, como más adecuada para nosotros que la de nuestro cuerpo humano. Es así, que, por ejemplo, no toman quienes pueden, la actitud heroica de deplorar y accionar en consecuencia, contra la aporofobia, devenida del rechazo, miedo y criminalización de la pobreza y de quienes la sufren, tendencia de punta de este tiempo de genocidas domésticos, sin compromiso alguno con lo que hace a la vida en comunidad, sólo preocupados por el bienestar que han sabido obtener en sumar activos incorpóreos a sus cuentas en paraísos fiscales, materializar, su única hazaña: elevar a símbolo el tener y aparentar, por y para si, en nombre de la cosmiatría y sus plasmas ricos en plaquetas de sangre con retrovirus cual metáfora de germen patógeno de discontinuidad.

La degradación de nuestros sistemas de relación, – no de la economía de los «hiperricachones», que es próspera- aparece como un hecho cada vez menos vago, naturalizado y administrado por el Estado argentino, que se encuentra a merced de la economía privada, que ejerce su dominio juntamente con los grandes organismos mundiales de explotación, como el FMI, el Banco Central Europeo, el Banco Mundial, etc.

Pero no por ello los candidatos en este año electoral en Argentina, no dejan de deplorar a coro: «El desempleo azote de nuestro tiempo», y de participar en las misas solemnes electorales donde se ruega por el retorno milagroso del pleno empleo. Todo esto beneficia a las promesas demagógicas y oportunistas, de simular para que nada modifique el rumbo de eliminación de los indigentes, como un corporacionista de la soja ha manifestado días pasados, olvidando su origen de contratista de cuarta de la provincia de Buenos Aires. La sumisión general aumenta, el pánico sordo a las amenazas de que todo pasado fue peor y un futuro dibujado en sistemas de desorientación, administran las sobrevidas de millones de mansos y obedientes ciudadanos desclasados.

Y no se trata del «Fin de la Historia», como el japonés Fukuyama en la década del 90 ha tratado de persuadirnos, con impreso laminado escrito en la década del 70, por orden de Kissinger. No seamos ingenuos que basta con los que siguen modas y tendencias. Asistimos al comienzo de una era, manipulada como jamás lo ha sido, dirigida en un sentido único, como declara «Machirulo» de manera incansable y persistente, a un pensamiento único, estructurado y asimilado a las ingentes ganancias que logran viviendo de préstamos del FMI y otros, que blindan a este mandatario, con coeficiente muy bajo, pero con ambiciones despóticas, como pocas veces se ha apreciado en Argentina. Los pobres, a la zanja, es la norma, se aprecia empíricamente, no hace falta lanzar discursos de piedad o compasión: estamos en peligro.

Escapar de la realidad convierte al hombre en simple espectador de su vida. Tal el caso de la ciudadanía argentina, que en octubre votará a su verdugo, elegido entre unos cuantos arrastrados candidatos todo terreno desideologizados y congelados en el umbral del averno metafórico del fraude, candidatos que se presentarán como formidables «turros», para lograr llegar a ser elegidos por un pueblo amancebado a ocupar el cargo, tan devaluado por cierto, de presidente de la República Argentina…

Mauricio Macri, peronista de la última hora, acompañado en la fórmula presidencial por el neo-gorila Miguel Pichetto, un desalineado muchacho peronista, ex-menemista, ex-kirchnerista, hoy macrista, bendecido por el «Turco» Menem y un guiño del FMI…

Macri parece que tiene fans aún, luego de tres años y medio de ajuste, represión, degradación del trabajador y su sombra, llevando a cabo la más espantosa gestión de gobierno de que se tenga memoria en Argentina, persiste en seguir transitando su sendero agrietado… No tengo idea que les dirá a los oligarcones y caretas, a los corporacionistas, los offshore y otras lacras sobre los manifestado en infinidad de oportunidades, sobre los 70 años de pesada herencia «peroncha», para justificar el «Armagedón» que devino en su gestión, o algo así… De todos modos, encontrará en los muchachos peronistas ese logro tan deseado, de recibir con alegría su merecido choripán, con gustito a populismo… ¿habrá reforma agraria?, o es dar demasiado para recibir tan poco…

En la otra esquina Alberto Fernández, mesurado candidato, «cool» profesor universitario, transitó los más diversos espacios, dejando interrogantes menudos, como acompañar a Cavallo, el rey de la convertibilidad, un hombre con un metalenguaje que inhibe… Pero ninguno de los que se presentan como candidatos, incluidos los charlatanes de la izquierda neoliberal de la CIA, rentada cada 4 años, dejan de ser cómplices de la degradación de la vida de una ciudadanía obediente, castigada al límite… No se justifica de ningún modo en un país como Argentina que el 50 por ciento de los niños tengan hambre y sean pobres, que haya millones de indigentes… el norte primero y primordial debería ser tener a 44 millones de argentinos bien alimentados y nutridos: ¡se puede!… Un territorio que puede dar de comer a 400 millones, puede dar techo a estos millones de exiliados de la vida, que deambulan sin rumbo por esta tierra pródiga en tener gobiernos basura, sedimentos de deposiciones recientes.

El discurso de la verdad debe ser velado a los ojos del pueblo desentendido y anestesiado por las corporaciones económico mediáticas, de opinión excluyente y monolítica, al servicio del pensamiento único, en el que la libertad de expresión fue eliminada, dando espacio al simulacro, la mentira, lo falaz en el planeta virtual del simulacro… poder mediático que de la mano de la justicia travestida, destruyen la eticidad y la libertad.

Delirio, paroxismo, ¡no! día a día la comunidad es instruida por mononeuronales, que balbucean su libreto desde la pantalla de la TV, que opera anestesiando e impidiendo el libre albedrío que debe imponerse ante la desmesura que se proyecta en la vida de un pueblo, alienado y fanatizado: el demonismo actúa cual metáfora de la realidad argentina… la obsesión satánica guía a gobernantes y las bandas de mafiosos que los acompañan, la mentira de ninguna verdad alumbra la falacia de cada moralidad oculta en su negación. Se trata de una nueva treta que exige una nueva sensibilidad, una nueva lógica, una gonia.

Quizá sea difícil encontrar una imagen más perfecta de espectáculo abierto, multidimensional, real, frívolo y profundo que el imperio de simulación, donde se debaten las realidades argentinas, incluidas campañas eleccionarias, fundidas en la representación y máscaras satánicas, basta visualizar los rostros de los invitados al espectáculo de la moralina donde cada personaje juega su libreto sin necesidad de una conciencia macroscópica de la escena, sin existir un director local que asigne los papeles y que pague la comisión de un espacio donde la ceremonia se consume.

Descubrir, a pesar de todos los que pueden horrorizarse de mi visión, que nuestras instituciones, nuestra vida cotidiana, nuestros sistemas de interpretación, están sometidos al imperio de la simulación, es poco más que descubrir que el modelo humanista de la vida en estado natural, es poco más que un modelo olvidado, hoy un recuerdo escindido.

Este es el estado artificioso y continuo que como paisaje recibimos. Lo que resultaría aún más ingenuo sería elevar al terreno del deseo justo lo que ya existe como realidad. Porque aunque el conocimiento implique responsabilidad, la irresponsabilidad de los ignorantes que rigen en esta tierra, no va a curarnos del conocimiento, ni de la incapacidad de funcionarios, para asumir responsabilidades, que hagan de precisa su permanencia en la función para la que no están capacitados, pero la máscara del simulacro impone criterio.

El demonismo es una transición a lo falaz, al desvalor, al desvanecimiento de la armonía, a la materialización del alma devenida en producto a consumir, el advenimiento de las sombras, de los sombríos personajes que todo lo aniquilan en nombre de ningún sentido, la simulación de un simulacro y la metáfora de una metáfora, en un pliegue de espectáculo cual germen de discontinuidad. Y lo que ha sido útil para hacer, equivale para deshacer, aniquilar y eliminar: un delito de lujo, promocionado y anunciando por eunucos sin cabeza que reptan hacia la cima de la pirámide de Ex nihilo.

Los miserables candidatos a la presidencia de la Nación Argentina, con sus execrables actos, le dicen a los sin voz, a quienes no soportan más esta sobrevida: ya pueden irse a otra parte si no se asimilan al «credo invisible» jamás enunciado que deben profesar, ustedes son los excluidos, sus reclamos de salud y educación, de techo y comida, de igualdad y verdad, no serán tomados en cuenta; son un número en el sistema pleno de virus, sigan marchando por las calles de ciudades y poblados, serán reprimidos como rutina habitual a la que serán sometidos, pues forma parte del folklore cifrado del poder y el pueblo… Pero desgraciadamente no existe otra parte donde puedan ir los excluidos, pues no tienen una geografía de recambio, ni otro suelo que donde han nacido, su tierra, que va desde los parques a los cementerios.

Deviene preguntarse, ante la alternativa y alteridad, en la urgencia del momento que vive este país, ¿Quién de los candidatos que se presentan en elecciones presidenciales en 2019 no adhirió al modelo neoliberal excluyente y explotador menemista, de la dictadura y demás desgobiernos?, ¿En qué se diferencian?, ¿No fueron en algún momento aliados y socios?, ¿No siguen siéndolo? Sincerémonos, pues nada cambiará.

Las convicciones solo resultan creíbles cuando se fundan en una trayectoria. No ignoró jamás que el riesgo al silencio es infinitamente mayor que el riesgo de la palabra, que no debe desaparecer en su función vital de «decir algo», a pesar de todos los obstáculos y riesgos que ello implica en este mundo, violentamente afectivo el asumir dicha función en este momento crítico, en la historia de Argentina, es de vital importancia, pues, asumo ese riesgo.

Y recuerden que la democracia no es una sociedad de consenso, es una sociedad en la que cada uno tiene el derecho de expresarse desde sí mismo, por sí mismo y a elegir, acorde a sus inclinaciones y capacidades. Cada uno es el realizador de sí mismo, y punto.

Palabras lanzadas a tiempo, quizás, que comienzan para mostrarme sincero conmigo mismo y que, a fuerza de percibir los olores nauseabundos de los basureros de la sociedad y de las zonas más viscerales y reprimidas de la conducta humana, acaba por romper con todas las barreras, prejuicios y convenciones que pesan sobre la forma de representación del mundo y del hombre, liberándome del malestar existencial ligado al deseo de cualquier replanteo general, alcanzando una última meta, registrar principios éticos.

Desde la dialéctica de la soledad, disfrutando del juego solipsista, afirmo que la vida en libertad y verdad, sin eufemismos ni metáforas demónicas, es la reivindicación de muy pocos, extraña paradoja cuyo anclaje es indefinido, una barrera fundamental que logra más allá de cualquier intento fundacional que la identidad deje de multiplicarse, proyectándose en espejos cóncavos y convexos, donde nadie sabe ya quién mira a quién, ya no hay por qué, ni para qué, sólo sexo, sangre y soplo, escrituras rituales, cifras de un sentido.