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Bares de Palermo, Bares de antaño. Turismo arqueológico.

Entre los más antiguos de los «Bares Notables» se encuentran La Biela (el bar más antiguo funcionando desde el año 1850), el Café Tortoni (segundo más antiguo) y Los 36 Billares, en Avenida de Mayo; La Giralda, en la Avenida Corrientes; el Británico en el Parque Lezama; Bar El Federal, Carlos Calvo y Perú, San Telmo. En Palermo podemos identificar a Bar Pedigree y los que siguen debajo.  Se considera «bar notable» a aquellos bares, billares o confiterías relacionados con hechos o actividades culturales de significación; aquellos cuya antigüedad, diseño arquitectónico o relevancia local, le otorgan un valor propio.

LOS MUCHACHOS DE PALERMO NO USABAN GOMINA




EL PEDIGREE

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Bar Pedigree en la Avenida Santa Fe esquina Serrano, hoy Jorge Luis Borges – Foto de 1940, la Foto de portada es de 1904

En diciembre de 1908, en la esquina de Santa Fé y Serrano, se inauguró una «confitería, bar y casa de lunch» que sus propietarios, Boniforti y Sanchez, bautizaron «El Pedigree».

Por ese entonces la Plaza Itala era «uno de los puntos más pintorescos, más animados y de mayor atracción de Buenos Aires, al decir del cronista de P.B.T. que fue a pasear , según confiesa, después de mucho tiempo por Palermo y se encontró, de improviso, con el nuevo establecimiento.

Así lo narra: «Descendimos del tranvia frente a la estación, y de pronto, una vereda iluminada y anchurosa llena de mesitas y cómodos asientos atrajo nuestra atención».

Eran las típicas mesitas redondas de marmol, con base de hierro fundido, rodeadas de sillas plegadizas de chapa, con el asiento agujereado en simétricos círculos.

En la calle, una hilera de árboles daban sommbra y frescura al ambiente y el toldo extendido reparaba del sol y la lluvia.

Amplios faroles que colgaban de las paredes del frente ubicados cada dos o tres metros unos de otros, iluminaban la vereda, y los clientes podían disfrutar gracias a ello del día y la noche palermitana.
Allí se reunía la muchachada y las familias, para disfrutar viendo pasar los tranways cargados de pasajeros, los primeros automóviles y los coches de tracción a sangre, cabriolé, volanta, quitrín, mateo, en los que se paseaban las bellezas de la época.

No era facil conseguir mesa en la vereda cuando el tiempo era propicio, las noches de verano, las primeras tardecitas otoñales y las últimas de la primavera.

En el invierno funcionaba a full el «Salón de lunch». Allí todo tenía otra categoría, mesas cuadradas de madera y sillas esterilladas.

El mismo salón cumplía también funciones de «café» y un café que se precia debe tener billares. Era el billar una institución y sigue siéndolo a pesar de las transformaciones de los gustos con el tiempo.
La terraza «reservada para familias» estaba paquetamente instalada con mesas plegadizas, redondas, de chapa, que cubrían blancos manteles fijados a la mesa por un florero en el medio y un cenicero al costado con la propaganda de algún producto de la época.
El Pedigree tenía también un jardín. En este lugar se repetían las mesas de la terraza y las sillas de la vereda, pero desaparacía el mantel.
Era un jardín interno que encerraba las paredes del establecimiento. Varios pinos daban sombra a las mesitas diseminadas con amplio espacio entre unas y otras.
En un enrejado de madera, típico de ese entonces, se abrazaban las enredaderas que se cubrían de flores aportando su colorido y su perfume.
El personal era una paquetería. Mozos de camisa blanca, moñito negro, chaqueta negra y blanco delantal de la cintura hasta el piso que casi cubría sus zapatos charolados. Colgando del brazo izquierdo, la servilleta.
Aquello realmente era un «establecimiento admirablemente dispuesto donde no faltaba un detalle de riqueza, confort y buen gusto».
En la terraza y en el jardín se podía cenar al aire libre, mientras «una orquesta animaba las reuniones, ejecutando obras selectas».

Feres, La Rural  1920 frente al Bar.

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Los muchachos de antes no usaban gomina – 1937

CAFE LOS PORTONES

A cincuenta metros avanzando sobre Sant Fe estaba el café «Los Portones», lugar de reunión de los guardas de tranvias de la estación «Los Portones» ubicada donde hoy existe una sucursal del Banco de la Nación Argentina.
Para completar este cuadro de establecimientos con el mismo nombre, sobre el bar existía un hotel llamado «Los Portones».
Todo esto a raíz de los portones que se habían instalado atravesando la Avenida Sarmiento uniendo las veredas del Jardín Zoológico y la Sociedad Rural.
Hasta que se instaló la estatua de Garibaldi y se la bautizó como Plaza Italia, la plaza se llamaba Plaza de los Portones. «Una noche allá en Portones nos topamos con la muerte», diría el tango.

BAR ATENAS

La calle Santa Fe tenía un tajo en el medio, barbijo que el tiempo fue disimulando, pero que aún muestra sus huellas.
En lo que por entonces era Cannimg y Santa Fé convivieron en diagonal, al sureste, un palacio habitado en un tiempo por una familia burguesa patagónica, los Menendez, y haciendo cruz, en la esquina noroeste se instaló el malevaje:pantalón bombilla y sombrero requintado en un bar que jactanciosamente se llamó Atenas.
El terreno en que se había construido el palacio fue propiedad del coronel Eduardo Holmberg quien falleció en 1853 y llegó a ser en su momento una quinta famosa «formada sobre varias manzanas fronterizas a la calle Santa Fe entre Canning y Alvarez, que se prolongaba por el fondo en dirección a Las Heras por varias cuadras.»
«Fue una de las quintas más bellas e importantes de Buenos Aires, no solo por sus árboles y plantas florales, sino por la riqueza en variedad de frutales»
«La colección de camelias iniciada por el coronel, continuada por el hijo hasta 1876, constituyó un motivo de curiosidad para Buenos Aires».
Con el tiempo sobre ese terreno la famosa soprano Lía Patti inició la construcción de un palacios en el que invirtió una fortuna y no llegó a terminar de edificar. Fue entonces que la adquirió el Sr Menendez y se la regaló a su esposa.

LA VEREDA DE ENFRENTE

Pero en la vereda de enfrente se tejía otra historia en el Bar Atenas.
El rengo Santa Cruz y su hermano Juan al bandoneón, Carlos Hernani Machi en la flauta y Alcides Palavechino en el violín armaron un conjunto de rompe y raja que en poco tiempo hacían la pata ancha rivalizando con los del Bar La Paloma de Almeyda y Santa Fe
Concurrencia maleva si la había, las broncas eran cosas de todas las noches y la policía laburaba a destajo, aunque dicen que siempre llegaba tarde.

EL MACO MILANI

Uno de los habitué del Atenas era el Maco Milani, niño bien que se destacaba como bailarín de tangos.
Se llamaba en realidad Mariano Milani y fue uno de los introductores del tango en la sociedad porteña.
Llegaba acompañado de aquel gran violinista que fue Rocatagliatta.
El Maco llevaba de ladera a Joaquina Morán, una interesante morocha que, además, se dice, era inteligente. Quizá por eso le tiraba el Maco.
El Maco era pintón y distinguido, peinado a la lisa y de cutis blanco, lechado por la noche.
Los años le dieron la biaba. Pena que terminó siendo un curda y perdió la línea.

Así se escribía la historia por esos tiempos y se iba formando Palermo, mezcla de bacanaje y mistonguería, de laburantes y cafiolos, de mansiones y casas bajas.
Por supuesto no fueron estos los únicos cafés de Palermo, pero hemos destacado los mas importantes de la época, aquellos que fueron refugio de los vecinos que encontraban en el café un lugar de encuentro para discutir de política, de futbol y de carreras o para mezclarse en partidas de ajedréz, de dominó o de billar.

Bares Notables.  

FUENTE http://www.palermonline.com.ar/

Entre los más antiguos se encuentran el Tortoni y 36 Billares, en Avenida de Mayo; La Giralda y La Paz, en Corrientes; el Británico en el Parque Lezama; Las Violetas, en Medrano y Rivadavia; La Biela en Recoleta y La Academia, en Callao y Corrientes.

Algunos bares pasaron a formar parte —oficialmente— del patrimonio cultural de la Ciudad. Se consideran notables a aquellos bares, billares o confiterías relacionados con hechos o actividades culturales de significación; aquellos cuya antigüedad, diseño arquitectónico o relevancia local, le otorgan un valor propio.

El bar de los notables: Quinquela Martín, Juan de Dios Filiberto, Alfonsina Storni, Carlos Gardel, Federico García Lorca, Luigi Pirandello, Nalé Roxlo y Xul Solar fueron algunos de los asiduos concurrentes del Café Tortoni en Avenida de Mayo 825/29.

Bar Británico
Dirección: Brasil y Defensa
Este café tradicional se encuentra justo frente al Parque Lezama, en San Telmo. Se dice que en la década de 1920 funcionaba allí una pulpería llamada «La Cosechera» que luego habría mudado en café. El Británico fue refugio de pintores y artistas; en uno de sus reservados, Ernesto Sábato ideó su novela Sobre héroes y tumbas. Durante la Guerra de Malvinas, que enfrentó a la Argentina con el Reino Unido en 1982, el bar pasó a llamarse Tánico. Estuvo cerrado un tiempo, pero ha reabierto recientemente; los dueños ya no son los tres gallegos de siempre pero el espíritu se conserva.

Café Tortoni
Dirección: Av. de Mayo 825
Es el café más antiguo de la ciudad. Fue fundado en 1858, y se mudó a su ubicación actual en 1880. Famoso por sus tertulias literarias y artísticas tantocomo por su leche merengada, por él pasaron Federico García Lorca, Jorge Luis Borges, Benito Quinquela Martín, Alfonsina Storni, Raúl González Tuñón y hasta Carlos Gardel, entre muchísimos otros. La Academia Nacional del Tango funciona actualmente en su primer piso, y en su bodega se siguen realizando recitales y encuentros de poesía.

El Banderín
Dirección: Guardia Vieja 3601
En pleno barrio del Abasto, a tres cuadras del antiguo mercado de frutas, convertido en shopping, este pequeño café de espíritu masculino es un templo de adoración al fútbol. Está empapelado con más de 400 banderines de equipos de todo el mundo y fotos de futbolistas. Lo que se ofrece es sencillo: café, buenos sándwiches y picadas, vermouth, cerveza y el mejor ambiente para ver un partido de River Plate, el equipo de los amores del patrón. 

El Federal
Perú y Carlos Calvo
El edificio fue construido en 1864 en el corazón de San Telmo. Primero fue pulpería, luego almacén y despacho de bebidas, tal como recuerda la barra de madera, de más de un siglo. Hoy sirve las mejores picadas del barrio. Conserva su estilo italiano en los vitrales y las maderas curvas, y la vieja caja registradora habla de su pasado. Los fines de semana suele haber espectáculos musicales.

El Gato Negro
Dirección: Corrientes 1669
Durante muchos años, El Gato Negro fue la mejor casa de venta de especias de la ciudad. Fue fundado como tal en 1926, bajo el nombre de La Martinica, en un local contiguo; al año la empresa se mudó al local actual y fue rebautizado en honor a un menú del vagón comedor del Orient Express. Allí se venden más de 400 especias prácticamente inhallables. A fines del siglo XX se abrió el café y el salón comedor, en el primer piso. Los tés especiados y los cafés de todas partes del mundo son la especialidad de la casa.

La Biela
Dirección: Quintana 600
Es el café más grande y más antiguo de la Recoleta, el barrio más distinguido de Buenos Aires. Se encuenta casi enfrente de la entrada del cementerio. Su historia se remonta un siglo y medio, pero su nombre actual fue dado por un grupo de amantes de los automóviles que a principios del siglo XX fundieron la biela de su coche justo en esa esquina. Fue favorito de escritores como Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. Hoy su centenar de mesas está siempre lleno, especialmente las de la vereda, amparadas por la sombra de un histórico ombú.

La Giralda
Dirección: Corrientes 1453
Más que un café, es un lechería. La especialidad de la casa es su famoso chocolate con churros, pero también su ambiente bohemio e intelectual y su ambientación sencilla, intacta desde la década de 1970. Las estrechas mesas de mármol favorecen el diálogo, y han sido escenario de más de una discusión enardecida. Los sándwiches bajo grandes campanas de cristal, los ventanales sobre la avenida Corrientes y la notoria antipatía de los mozos también son marca registrada.

Las Violetas
Dirección: Rivadavia y Medrano
Esta confitería situada en el corazón de Almagro es el lugar ideal para el ritual del té con masitas. Fue fundada originalmente en 1884, pero el actual edificio, una soberbia construcción con vidrios curvos, vitrales franceses y mármoles italianos, data de 1920. Fue lugar de encuentro de artistas y escritores, entre ellos Roberto Arlt. Tras una restauración reciente, se muestra otra vez en su esplendor, al igual que su tradicional té.

Los 36 Billares
Dirección: Av. de Mayo 1265
Como su nombre lo indica, este es un tradicional café de billares que ocupa orgullosamente su lugar desde 1894. El sitio es enorme: atraviesa toda la manzana, desde Avenida de Mayo hasta Tacuarí, e incluye un subsuelo donde se refugian los deportistas. Las mesas de billar hoy son 19, y han sido complementadas con algunas de pool y snooker. En la planta baja se realizan espectáculos musicales y clases de tango.

12 de Octubre
Dirección: Bulnes 331
Este es un bar despojado, para tomar ginebra, al estilo español. Lo fundó un asturiano, y hoy es su hijo, Roberto Pérez, quien está al frente. Los muebles, estanterías y la caja registradora son de época. El mínimo espacio del 12 de Octubre se colma en la trasnoche de los jueves, viernes y sábados, cuando llegan los cantores y guitarristas para desgranar un repertorio de tangos tradicionales entre las mesas. Los precios son populares. especiales

Bares notables. Fragmento de un reportaje

¿Qué lleva a tanta gente a pasar el tiempo en cafés en Buenos Aires?

El café es una institución porteña por excelencia. Es el sitio donde uno se siente libre, a sus anchas. Es el lugar para soñar con los amigos, para dar soluciones mágicas a los problemas del país. Es aquí, mejor que en cualquier otro ámbito, donde pensamos que las utopías son posibles. Es un lugar convocante y cálido; ¿cuántas parejas se habrán conocido en un café? ¿Cuántas se habrán dado el primer beso en un café?

Como contrapartida, algunas despedidas y separaciones también se producen entre sus paredes. Los cafés son como la vida, luz y sombra, alegría y tristeza, pero siempre con la presencia cercana de un amigo. Jorge Luis Borges dijo: «Creo que una de las funciones de la ciudad es dar el diálogo…», y los cafés son tal vez los que mejor responden a esa sentencia. El café, podríamos decir, es el templo de la amistad. De ahí su permanencia y su búsqueda.

¿Qué hace a los cafés de Buenos Aires patrimonio cultural?

Los cafés suelen ser verdaderos referentes barriales, forman parte del uso y costumbres del pueblo porteño, son parte esencial de su historia cotidiana, son parte ineludible del paisaje urbano, de la poesía y de la literatura. Muchos escritores necesitan del café para poder realizar su labor. Con su presencia y permanencia aportan situaciones entrañables. El edificio se vuelve contenedor de circunstancias. El patrimonio cultural tangible e intangible está aquí presente desde siempre y todos los días.

¿Qué los diferencia de cafés de otras ciudades del mundo?

En general, en otras ciudades se va al café a tomar algo, a reunirse por trabajo, o por una breve cita. El café porteño es heredero del madrileño y parisino. Se va a tomar un café, un aperitivo o cualquier trago, pero además, también se va a leer el diario sin ningún apuro, o un libro, a estudiar, o a escuchar música en vivo, y por supuesto, en muchos de ellos a jugar al billar. ¿A partir de qué características se seleccionaron bares notables? De acuerdo a lo dispuesto por la Ley 35 del año 1998 se creó la Comisión de Protección y Promoción de los Cafés, Bares, Billares y Confiterías Notables de la Ciudad de Buenos Aires. A los efectos de la ley, para ser notable un café debe contar con alguna de las siguientes características: antigüedad y permanencia; arquitectura de interés; que dentro de su ámbito hayan ocurrido situaciones de valor cultural; concurrencia de personajes destacados, o que de por sí sea un verdadero referente barrial o de la zona. Así se seleccionaron los primeros 39 notables, a los que ahora se han agregado veinte más. La selección es muy amplia, abarca desde cafés clásicos y prestigiosos a nivel internacional como el Tortoni, hasta algunos típicos de barrio como el 12 de Octubre, lindando con la plaza Almagro, o El Progreso, en Montes de Oca y California, en el barrio de Barracas.

¿Cuál es el café más antiguo de la ciudad?

Los cafés porteños comenzaron su actividad en la época colonial. En su mayoría se encontraban situados en los alrededores de la Plaza Mayor, hoy Plaza de Mayo. Entre otros recordamos al Café de la Comedia, al De los Catalanes y al De Marco, sitio de reunión de Mariano Moreno, Manuel Belgrano, Juan José Castelli y Bernardo de Monteagudo en vísperas de la Revolución de Mayo de 1810. El café más antiguo de los que hay en actividad es el Tortoni, que fue fundado en 1858, en la esquina de Esmeralda y Rivadavia. Hacia 1880 se trasladó a Rivadavia 1826, hasta que con la apertura de la Avenida de Mayo, en 1894, ganó su fachada principal en el número 825/29.

¿La función de los cafés en la ciudad cambió con el tiempo?

La ciudad es una célula en permanente transformación. Debe tenerse un equilibrado sentido de madurez cívica e intelectual para rescatar aquellos bienes culturales (edificios, espacios verdes, obras de arte, etc.) que forman parte de nuestra memoria colectiva y de nuestro patrimonio. Los cafés no son ajenos a los cambios de los tiempos. Hace alrededor de 25 años, todos los de la avenida Corrientes se modernizaron, unificaron su estilo y se llenaron de plantas, en algunos casos de manera absurda. Así perdieron el sabor personal que diferenciaba a cada uno de ellos de los otros (salvo excepciones como La Giralda y El Gato Negro). Actualmente se está buscando la mayor autenticidad, es decir, se está intentando volver a las situaciones originales. La función esencial de los cafés sigue siendo la misma, con los evidentes cambios surgidos de las actuales modas y de la tecnología. De todas maneras «sabihondos y suicidas» que pregona el tango siguen estando, obviamente sin chambergo y lengue, pero están. ¿Hoy los porteños pasan en los cafés más o menos tiempo que antes? Depende del tipo de café, su ubicación y de las edades de los parroquianos. Los cafés con mesas de billar están más o menos como siempre (36 Billares, Richmond, etc). Los cafés de barrio (como el Café de García, Margot, El Banderín, etc.) tienen sus habitués cotidianos. Muchos de los del Centro están siempre llenos o casi (London City, La Giralda, Tortoni, etc.). Lo que sí evidencia una merma en los tiempos actuales son las tertulias literarias que se realizaban en numerosos cafés, aunque siempre hay excepciones que confirman la regla (Bar de Cao, Margot, Tuñón, etc).

¿Cuál es su café favorito?

Sería injusto si mencionara uno solo. Me gusta desayunar temprano en el Tortoni, rodeado de cuadros e historia; durante la tarde tomar un café de parado en Le Caravelle de Lavalle casi Maipú; encontrarme con mi mujer en El Gato Negro, mientras nos envuelve la fragancia de la canela recién molida; comer un sándwich en El Progreso, y si su dueña, la Sra. Licinia, se anima, escucharla cantar alguna bella canción asturiana. Algún jueves, viernes o sábado a la noche me gusta compartir con amigos la fastuosa picada del Café de García, y en cualquier momento hacer una pasada por La Buena Medida en Suárez y Caboto, frente a la Plaza Solís donde se fundó al glorioso Boca Juniors; comer un sándwich de pavita en escabeche en el Margot mientras conversamos con el poeta Rubén Derlis o el pintor Juan Manuel Sánchez y como final tomar un café con leche medialunas en Carlitos, de Carlos Calvo esquina Saavedra.

Cómo distinguir un bar notable en cinco minutos Uno se sienta a una mesa, pide algo y a los cinco minutos ya se está en condiciones de saber si el café es notable o no. Entramos al café. Se elige la mesa. Nos sentamos. Con una recorrida visual más o menos rápida tenemos una idea bastante precisa del espacio arquitectónico y de sus cualidades, incluido su equipamiento (mobiliario y elementos ornamentales o documentales: poemas pinturas, fotos o dedicatorias, en muchos casos dejados por clientes y/o amigos). La atención por parte del mozo aporta a favor o en contra. La calidad de la consumición elegida comienza a cerrar el círculo. En unos pocos minutos más, habiendo prestado atención a los sonidos y ruidos, y luego de observar el movimiento, las rutinas y la conducta de los parroquianos, se puede intuir el carácter personal del café, y estamos en condiciones de dar el veredicto de notabilidad con muy escaso margen de error.