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Tips básicos para aplicar límites a los niños.

Bienestar / Psicología / Padres

Poner límites es cuidar bien. Todo lo que hay que saber a la hora de poner límites a nuestros hijos. Una de las grandes dudas de los padres en la educación y socialización de sus hijos es referente a los límites que deben imponerles en sus actitudes y comportamientos.

La falta de límites en los niños y jóvenes de nuestra sociedad, es una
realidad y una amenaza que crece. Unos padres que nunca han puesto límites, o que no lo hicieron a tiempo, o que los pusieron mal, generan un hijo que seguramente tendrá de grande trabas para interaccionar con la realidad. De hecho vivimos en una sociedad en donde la gente adulta tiene dificultades para respetar pautas externas, culturales y de convivencia.

Muchos investigadores aseguran que la experiencia familiar de los actuales progenitores ha influido de forma notable en como educan a sus hijos. Tiempo atrás la disciplina era exigente y restrictiva y como contracara de eso hoy notamos que muchos padres pasan de ser padres a ser pares de sus hijos, con los cual vemos un estilo de crianza en donde todo está permitido, quizá por temor a reproducir lo que ellos en su momento han vivenciado como hijos.

Es importante que los padres comprendan que el hecho de poner límites a los hijos, no tiene que ver con autoritarismo, sino con autoridad y que el abandono de tácticas excesivamente autoritarias no debe desembocar en una permisividad contraproducente para padres e hijos.
Los adultos tienen como misión en ese emprendimiento de «ser padres» favorecer el desarrollo emocional de los hijos, ayudarlos en su crecimiento personal y como ser social, y ese rol debe cumplirse desde la posición de «Autoridad», ya que este término que deriva del verbo latino «Augere» significa «Ayudar a crecer».

El límite es el primer acto de amor que los padres ofrecen en la vida, es el primer organizador en la vida de un hijo. Dar y poner límites, es enseñarle a nuestro hijo a, que aprenda a esperar y a saber que todo no es aquí y ahora. Que hay cosas que puede y hay otras que no puede hacer o tener.

Pero entonces, ¿por qué nos cuesta tanto poner límites a nuestros hijos?

Muchas veces porque no nos sentimos suficientemente fuertes para enfrentarnos a nuestros hijos. O porque demasiado a menudo somos complacientes con nuestros hijos e hijas para compensar el poco tiempo que les podemos dedicar. Nuestra autoestima también juega un rol importante, ya que cuando esta no pasa por su mejor momento, queremos ser aceptados por nuestros hijos a cualquier precio.

Los efectos de no poner límites moldean a un niño que nunca tiene suficiente, que exige cada vez más y que tolera cada vez peor las negativas, creciendo así con una escasa o nula tolerancia a la frustración.

Son muchas las frases que escuchamos a diario en las consultas cuando los papás y mamás sienten que algo tiene que cambiar:

– «¡Ya no se más que hacer con él!»

– «¡Me siento agotada, hace lo que quiere y cuando quiere!»

– «Ni las penitencias ni las promesas de regalos evitan el escándalo.”

¿Cómo actuar frente a los berrinches y rabietas de mi hijo? ¿Cuál es
el límite justo, cómo hacer para que algo cambie y estemos todos más
tranquilos?

Primero, debemos entender que es absolutamente normal que nuestros
hijos demanden, pidan y tengan deseo de todo y en todo momento. Pero
esto es imposible de ser satisfecho, y tampoco es sano para él.
Marcando pautas claras desde el nacimiento, mostrándole lo que puede y
no puede hacer, vamos construyendo el antídoto para el berrinche:
poniendo límites y los «NO» bien claros.

Es importante saber que primero el límite los enoja pero luego los
tranquiliza. Anticiparles cuando algo va a terminar o cuando no
queremos que haga determinada cosa suele ser una manera eficaz de
evitar los desbordes. Nuestra conducta y actitudes como padres serán
el modelo y la forma en la cual comprenderán que esperamos de ellos. Y
desearán responder a esa expectativa por el amor que nos tienen.
Aprenderán así, poco a poco a socializarse, a crecer como personas
autónomas, libres, con normas y reglas incorporadas para poder
compartir y convivir en la sociedad que les toca vivir.

Tips básicos para aplicar límites a los niños.

Cuando necesitamos decir a nuestros hijos que deben hacer algo y
«ahora» (recoger los juguetes, irse a la cama, etc.), debemos tener en
cuenta algunos consejos básicos:

1.    Objetividad. Es frecuente escuchar en nosotros mismos y en otros padres expresiones como «portate bien», «sé bueno», o «no hagas eso». Estas expresiones significan diferentes cosas para diferentes
personas. Nuestros hijos nos entenderán mejor si marcamos nuestras
normas de una forma más concreta. Un límite bien especificado con
frases cortas y órdenes precisas suele ser claro para un niño.

2.    Opciones. En muchos casos, podemos dar a nuestros hijos una
oportunidad limitada para decidir como cumplir sus «órdenes». La
libertad de oportunidad hace que un niño sienta una sensación de poder
y control, reduciendo las resistencias. Por ejemplo: «Es la hora de
vestirse, ¿querés elegir tu ropa o lo hago yo?. Esta es una forma más
fácil y rápida de dar dos opciones a un niño para que haga exactamente
lo que queremos.

3.    Firmeza. En cuestiones realmente importantes, cuando existe una resistencia a la obediencia, nosotros necesitamos aplicar el límite con firmeza. Los límites firmes se aplican mejor con un tono de voz
seguro, sin gritos, y un gesto serio en el rostro. Los límites más
suaves suponen que el niño tiene la opción de obedecer o no.

4.    Acentuá lo positivo. Los niños son más receptivos al «hacer» lo que se les ordena cuando reciben refuerzos positivos. En general, es mejor decir a un niño lo que debe hacer («hablá bajo») antes de lo que no debe hacer («no grites»).

5.    Guardá distancias. Cuando decimos «quiero que te vayas a la cama ahora mismo», estamos creando una lucha de poder personal con nuestros hijos. Una buena estrategia es hacer constar la regla de una forma
impersonal. Por ejemplo: «Son las 8, hora de acostarse» y le enseñas
el reloj. En este caso, algunos conflictos y sentimientos estarán
entre el niño y el reloj.

6.    Explicá el porqué. Cuando un niño entiende el motivo de una
regla como una forma de prevenir situaciones peligrosas para sí mismo
y para otros, se sentirá más animado a obedecerla. De este modo, lo
mejor cuando se aplica un límite, es explicar al niño por qué tiene
que obedecer. Entendiendo la razón, los niños pueden desarrollar
valores internos de conducta o comportamiento y crear su propia
conciencia. Antes de dar una larga explicación que puede distraer a
los niños, manifestá la razón en pocas palabras.

7.    Sugerí una alternativa. Siempre que apliques un límite al
comportamiento de un niño, intentá indicar una alternativa aceptable.
Sonará menos negativo y tu hijo se sentirá compensado. De este modo,
podes decir: «no te puedo dar un caramelo antes de la cena, pero te
puedo dar un helado de chocolate después». Al ofrecerle alternativas,
le estás enseñando que sus sentimientos y deseos son aceptables. Este
es un camino de expresión más correcto.

8.    Firmeza en el cumplimiento. Una regla puntual es esencial para
una efectiva puesta en práctica del límite. Rutinas y reglas
importantes en la familia deberían ser efectivas día tras día, aunque
estés cansado o tengas un mal día. Si das a tu hijo la oportunidad de
dar vueltas a sus reglas, ellos seguramente intentarán resistir.

9.    Desaprueba la conducta, no al niño. Dejá claro a tus hijos que
tu desaprobación está relacionada con su comportamiento y no va
directamente hacia ellos. Los límites se deben orientar al
comportamiento del niño, no a la expresión de sus sentimientos. Se le
puede exigir que no haga algo, pero no se le puede pedir, por ejemplo,
que no sienta rabia o que no llore. Los márgenes deben fijarse sin
humillar al niño para que no se sienta herido en su autoestima. Por
eso, no se debe descalificar («eres un tonto», «sos malo»), sino
marcar el problema («eso que hacés o eso que decís está mal»).

10.  Controlá las emociones. No se puede enseñar con eficacia si somos
extremamente emocionales. Delante de un mal comportamiento, lo mejor
es contar un minuto con calma, y después preguntar con tranquilidad,
«¿que pasó acá?». Todos los niños necesitan que sus padres establezcan
las guías de consulta para el comportamiento aceptable. Cuanto más
expertos nos hacemos en fijar los límites, mayor es la cooperación que
recibiremos de nuestros niños y menor la necesidad de aplicar
consecuencias desagradables para que se cumplan los límites. El
resultado es una atmósfera casera más agradable para los padres y los
hijos.

De «Aprendiendo a poner limites» de la Lic. Marisa Ruiz.

– Acerca de Hémera:

Hémera es una institución dedicada al tratamiento de los problemas que
provocan la ansiedad y el estrés patológicos en los distintos ciclos
de la vida.

Para mayor información:

www.hemera.com.ar

El Portal del Barrio de Palermo
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