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Borges, el autor argentino más universal, también era tartamudo

A propósito de las descalificantes declaraciones del periodista Gabriel Levinas sobre la tartamudez del ministro del Interior, Eduardo ‘Wado’ de Pedro, la literatura argentina ha demostrado con creces que la disfluencia en el habla no es un impedimento para el desempeño público, creativo e intelectual, como el caso del escritor Jorge Luis Borges, quien padecía una leve pero marcada tardamudez y se convirtió en uno de los autores más universales.

Anoche, en un programa periodístico del canal TN, el periodista Gabriel Levinas dijo que la Argentina «no está preparada para un presidente tartamudo», en referencia a Eduardo ‘Wado’ de Pedro. Sus dichos fueron rechazados por gran parte del arco político y social y también por la Asociación Argentina de Tartamudez, que mediante un comunicado aseguró que «este tipo de aseveraciones no hacen más que dañar a las personas que tartamudean» y destacó que «las personas con tartamudez no están imposibilitadas para desempeñarse en el ámbito académico/profesional, así como tampoco se encuentran impedidas de alcanzar sus metas personales».

El caso Borges

«El Borges oral es tartamudo, imperfecto. En cambio, el Borges escrito es muy palabrero», dijo una vez en una entrevista el autor de «El Aleph» reconociendo las diferencias en las formas de su lenguaje, perceptibles en los reportajes que le hacían. Aunque su disfluencia tiene matices distintos según los archivos, al escucharlo se registran en su habla repeticiones, sonidos prolongados o una pausa que determina el lapso de un breve tiempo para decir lo que quiere decir.

Hay quienes ubican esa tartamudez en relación a su timidez extrema, algo que el escritor nunca ocultó. María Kodama, su viuda y albacea, siempre contaba el miedo escénico que le producían a Borges los eventos en público. Pero así como su ceguera no le impidió ir al cine, Borges se acopló de recursos y estrategias para vencer sus dificultades en público al punto de acostumbrarse y disfrutarlo, primero con un trago de cogñac o una copa de vino, después con otros mecanismos.

«Yo sufría porque Borges había sido tartamudo y el alcohol a veces le hacía tartamudear», recordaba Kodama sobre esa estrategia para vencer sus miedos. Con el tiempo, en sus conferencias pareció haber encontrado otra fórmula para salir del embrujo de la tensión público: que ella se sentara en la primera fila, donde posaría su atención el escritor como si estuviera dando la conferencia a ella sola.

La Asociación Argentina de Tartamudez tiene desde hace varios años el Premio Jorge Luis Borges que justamente se dirige a aquellas personas destacadas en su actividades que hacen pública su disfluencia. Desde allí también recuerdan otra frase famosa del escritor: «Pienso que a las palabras hay que conquistarlas, viviéndolas».

En las imitaciones que hacía el humorista Mario Sapag de Jorge Luis Borges, en Operación Ja-Ja de Canal 13, el intérprete recuperaba ese rasgo de su habla repitiendo algunas sílabas.