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Café con leche y pan con manteca. Por Carlos Penelas.

El poeta está en un café y quiere desayunar. Tiene tiempo y necesita relajarse, mirar por la ventana, ver parte de una plaza, los juegos de los niños, el sol, algunas mujeres elegantes. Pide un café con leche – más café que leche – con pan y manteca. Este día no quiere medialunas. Y le pide el diario al mozo, para distraerse, para matar el tiempo, para pensar en la pipa que se fumará al salir del café. Y lee.

“La presidente Cristina Kirchner y su par de Bolivia, Evo Morales, encabezaron la ceremonia de inauguración del monumento de la heroína de las luchas independentista Juana Azurduy en la plaza ubicada detrás de la Casa de Gobierno. Allí estuvo durante más de 90 años la estatua de Cristóbal Colón”.

“La obra, cuyo autor es el artista Andrés Zerneri, mide 16 metros de alto y 25 toneladas de peso, fue realizada en bronce y donada por el gobierno de Bolivia. Durante la celebración, que incluyó danzas típicas de la región, instalaron una cápsula del tiempo, con el fin de dejar testimonio de lo acontecido en estos años de cara al futuro”.

“Todo se hizo en la plaza sin nombre. Desde ayer, el parque Colón, detrás de la Casa Rosada , dejó sorpresivamente de llamarse así a partir de la inauguración del nuevo Monumento a Juana Azurduy que encabezó Cristina Kirchner con un festival de música y bailes con su par de Bolivia, Evo Morales”.

“Es un regalo que nos hace un hermano país” manifestó esta mañana el escultor en declaraciones radiales. “Un monumento de estas características nos recuerda nuestra propia identidad”, aseguró.

”El artista detalló que “a diferencia de la estatua de Cristóbal Colón, que miraba hacia el Río de la Plata , la escultura de Juana Azurduy va a estar mirando hacia el continente”. “Es un símbolo que va mucho mas allá de lo coyuntural”, manifestó Andrés Zerneri”.

“El costo de la obra, un millón de dólares, fue donado por el presidente de Bolivia. La escultura de Azurduy será la más grande en el país hecha en bronce fundido, medirá 15 metros de altura,–incluido el pedestal– y pesará entre siete y ocho toneladas. Según su escultor, muestra a Juana Azurduy en plena batalla, con una espada en su mano izquierda y con el brazo derecho detrás de su cuerpo protegiendo a sus cinco hijos y a campesinos y gauchos originarios de las Provincias del Río de la Plata ”.

El poeta toma otro diario. La mañana cambió. No se da cuenta del porqué, pero cambió. Recuerda a Schopenhauer cuando llamaba a ciertos hombres “productos de fábrica de la Naturaleza”. Se siente inquieto, un cierto malhumor se ha sentado a la mesa, un malestar que no concibe. Y lee.

“Potosí está paralizada desde el pasado 6 de julio, dentro de una protesta masiva encabezada por el Comité Cívico de la ciudad (Comcipo), que reúne a varias organizaciones sociales de esa región. Todas las vías de acceso están bloqueadas por manifestantes que utilizan piedras, palos y escombros. Entre ellos hay varios gremios que agrupan a mineros, enfermeros y campesinos, entre otros. También se sumaron comerciantes y empleados administrativos”.
“Exigen una mejora en la calidad de vida, que incluya una veintena de medidas, entre ellas inversiones oficiales en una planta hidroeléctrica, en los tres hospitales con que cuentan, en las deterioradas rutas, en las fábricas de vidrio y cemento y en una terminal área para operaciones internacionales. También demandan mayores acciones para la preservación del Cerro Rico de Potosí, un emblemático yacimiento de plata cuya explotación comenzó en 1545 y no se detuvo nunca, por lo que hoy se encuentra deteriorado y con riesgo de desplome en varios sectores”. Miro el titular de un tercer diario: “Bolivia, por los tumultos ocho ministros debieron escapar por los techos”.

El poeta sale a caminar. Pensó que debía imitar a Crates, que cualquier conocimiento debería resultarle absurdo, que jamás debería hacer diferencia entre el rey y la muchedumbre. (Crates carecía de opinión sobre los poderosos. Le importaban tan poco como los dioses). Promete no leer más los diarios, no escuchar más los noticieros, no ver más televisión. No salir de su casa. Mirar el techo de su habitación desde la cama. Y esperar.

Carlos Penelas
Buenos Aires, julio de 2015