Carnaval 1

Carnaval porteño. Buenos Aires carnavalera.

Carnaval porteño

El Carnaval es la fiesta más importante y símbolo de la cultura popular de todo Buenos Aires









Desde el siglo XVIII, el Carnaval fue la fiesta más importante y símbolo de la cultura popular de todo Buenos Aires, donde el pueblo se encontraba en las calles; y en sus plazas y fachadas plagadas de guirnaldas, banderines y luces que hacían brillar la Ciudad, resaltó un comunicado oficial.


Los corsos

El festejo del Carnaval en la Ciudad de Buenos Aires siempre volverá.


Buenos Aires tiene una larga tradición carnavalera desde la época colonial., la vestimenta del murguero así lo atestigua, es la vestimenta clásica del Buenos Aires colonial de antaño, levita, guantes, galera, bastón.

No faltaron penas, azotes y prohibiciones a la libertad por las autoridades coloniales.

«La prohibición de los bailes» en 1770.

Ya en 1770 el virrey Vertiz decreta “la prohibición de los bailes que al toque del tambor acostumbraban los negros…” Pero, a pesar de sucesivas prohibiciones se mantuvo la tradición de festejar al llegar el carnaval.
El carnaval fue en sus orígenes en el Rió de la Plata patrimonio de los negros, que llegaban a América en los barcos españoles como esclavos. A estos grupos que danzaban al son del tambor por las calles, los blancos los llamaban comparsas. La gente del pueblo, la clase alta, los miraban con sorna. Esto fue a fines del S.18 y se mantuvo durante la primera mitad del S. 19. Paralelamente los españoles en Buenos Aires realizaban sus festejos a los que llamaban fiesta de aguas.

1820 un edicto que prohibía los festejos del carnaval

En 1820 un comentario sobre un edicto que prohibía los festejos del carnaval publicado en el diario La Gaceta Mercantil decía que les era “satisfactorio que el señor juez de policía, haya dictado medidas que pongan tortura a todos los prosélitos del célebre carnaval, inventado para el escándalo más terrible de todas las pasiones juntas”
Después vino la orden de prisión decretada por Rosas en 1844 para quienes contravinieran la prohibición de festejar el carnaval. Tras la caída, se restablecen las fiestas, pero con medidas muy estrictas de control. Así fue, como luego, la táctica de los españoles no era de impedir los festejos sino controlarlos.

Nación Benguela

Las comparsas de negros comenzaron a ser imitadas por los blancos que se tiznaban sus rostros. En 1869 se realiza el primer corso que registra la historia, en la actual plaza Lavalle, con comparsas de negros y predominando las comparsas de blancos, quienes se hacían llamar negros… Negros cantores, Negros cocineros, Negros Argentinos, Nación Benguela (capital de una pvcia. de Angola).


Los afro-argentinos fueron siendo desplazados, cambiando la visibilidad de los negros por los grupos dominantes de la época.

En el centenario de la Revolución de Mayo el carnaval se festejó con 25 corsos, cortando el tránsito y compitiendo para el premio de la mejor comparsa.

El corso del barrio

La gran oleada inmigratoria (1880-1920) y su consecuente poblamiento, se va forjando un nuevo espacio urbano: el barrio. Que luego constituirá un núcleo cultural, social y deportivo. Comenzaron a surgir las agrupaciones de carnaval por barrio, y a tener cada barrio un corso. En las que las murgas con su canto picaresco y satírico, sigue presente aun en nuestros días. Es el homenaje a Momo, rey supremo del carnaval. Actualmente la agrupación humorística Los Linyeras de La Boca parodian los carnavales xeneixes de impronta netamente italiana.

Luego de la crisis de los años 30 la murga se fue transformando. En los 40 emparentándose con el tango, ya que su cuna es los barrios más tangueros de Bs As, como Palermo, el Abasto, Parque Patricios, Boedo, Paternal, Mataderos, Almagro -como los Viciosos que van a cumplir 69 años. En estas primeras murgas que conquistaban la noche arrabalera de Bs As, solo participaban hombres provenientes de las clases más humildes o casi marginadas, como los burreros, los milongueros, y toda la red informal de socialización de la bohemia masculina: la barra de café, la parada, la esquina, la hinchada del equipo de fútbol.

Fútbol  burreros y milongueros

En la década de gloria de los años 50, aparecen en los corsos los hombres travestidos o arreglados como vedetes. Allí las chicas no podían ingresar, estaba mal visto. Las mujeres quedaban en segundo plano, para coser los trajes o para la organización del público. En estos años nacieron las murgas más reconocidas de Bs As, con la denominación de Centro Murga. Con sus grandes letristas, cantores, bailarines y bombistas, que participan en esta época y dejaron marca en la pasión del murguero.

Siempre estarán presentes en nuestros corazones la grandeza y el virtuosismo de los viejos murgueros. Eduardo Pérez «Nariz», José Luis Lagoa, Calusti… el Calu, Nito Chadrés y tantos otros que ya se encuentran en el panteón de aquellos a quienes siempre recordaremos y nos seguirán guiándonos con el latido del bombo por siempre.

Los 70 Las mujeres

En la década del 70 se generan cambios que marcan una nueva historia para las murgas y el carnaval, comienza a instalarse con mucha fuerza la participación femenina.

La Junta Militar del 76, Desparecidios y horror

Los 70 fue una década socialmente trágica, la murga también sufre su peor consecuencia con el decreto N 21329/76 por la Junta Militar del 76, prohibiendo los feriados de carnaval, consecuencia de una política de aniquilamiento de la identidad cultural de los argentinos, el decreto del 76 fue la partida de defunción de una fiesta eminentemente popular. Paralizan a las murgas con el silencio, nos quieren robar la alegría popular. Y aunque el carnaval ha sido silenciado, siempre la pasión del murguero estuvo presente, y la murga escondida en cada esquina de los barrios porteños, sigue haciendo presentaciones en espacios públicos.

Y es así que en los años 80 al surgir la democracia, comienza un proceso nuevo, donde la murga, con la fuerza de muchos murgueros se replanteará su lugar. Vuelven a juntarse algunas murgas con esas ganas que nunca olvidaron sus viejos murgueros, Que junto con el surgimiento de las murgas de taller a fines de los 90, comenzó a tomar fuerza la murga porteña. Se hace murga en las escuelas, centros culturales, teatros, plazas y en cada esquina de Buenos Aires. Febrero se inunda de corsos y de murga. Las mujeres murgueras ocupan un lugar fundamental en las murgas con la inclusión masiva de las mujeres a fines de los 80 y principios de los 90. Actualmente hay directoras de murgas como Andrea Giménez de los Movedizos de Villa Crespo.

De aquella 1ª Federación, se desprende la agrupación M.U.R.G.A.S. en 1997 (murgas unidas recuperando y ganando alegría siempre). Ese mismo año, Maru Díaz y Luciana Vainer, murguera de los quitapenas a partir de los talleres de murgas de Coco Romero, en el Centro Cultural Rojas, organizan la I° Marcha por la restitución del carnaval. Los murgueros ganan la calle Ese mismo año, se aprueba la ordenanza N° 52039, aun vigente, por la cual se declara Patrimonio Cultural de la Ciudad la actividad que desarrollan las asociaciones artísticas de carnaval en el ámbito de esta ciudad.

En el 2004, la legislatura porteña aprueba la ley 1322, que establece como días no laborables para el sector municipal, los lunes y martes de carnaval de cada año, y hace extensible la norma para las actividades industriales y comerciales y civiles en general, aunque de modo optativo.

Murga Porteña

Es importante destacar que el género Murga Porteña ha hecho un recorrido histórico en el cual su práctica ha tenido diferentes grados de legitimidad y aceptación dentro del ambiente murguero.

En estos últimos años las agrupaciones artísticas murgueras y centro murga, han cobrado interés para las políticas culturales, y se han generado tensiones en torno a la definición de límites, inclusiones, o hasta donde es posible configurar variantes del género.

La murga porteña, de sentir popular, con sus canciones expresando de forma festiva alegrías y pesares, con todo su brillo, sus fantasías, con su baile tribal, eléctrico y cautivante, nos sigue acompañando con ese latir… al ritmo del bombo y platillo.

El Carnaval fue, en sus orígenes en el Río de la Plata, patrimonio de los negros que llegaban a América en los barcos españoles como esclavos, pero con todo su bagaje cultural.


El Carnaval fue de los negros

Hace centurias los esclavos romanos disponían de tres días por año de libertad relativa. Eran las llamadas fiestas saturnales: se reunían, festejaban, bailaban, cantaban, se embriagaban y hasta podían pedir limosna. Esta es uno de los posibles orígenes de los carnavales. Tal vez vía España hayan llegado a nosotros, con aditamentos propios de los ibéricos.

La otra fuente se relaciona con África y sus nativos. Cuando los españoles -y otras potencias civilizadas- secuestraban a los nativos africanos en sus pueblos, los cargaban en los barcos y los vendían para mano de obra gratuita, no tenían más remedio que transportarlos con su bagaje cultural. Los africanos introducidos en Buenos Aires pertenecían sobre todo a grupos bantúes, que habitaban por el centro de ambas costas del Continente Negro (las actuales Angola y Mozambique).

Los negros africanos tuvieron también algunos días de libertad, otorgados graciosamente por las autoridades españolas, para divertirse por las calles de la colonia de Buenos Aires. Podían bailar y cantar, copular y beber. Y hasta componer versos.

«Los negros se organizaron en cofradías por nación de origen bajo la constante tutela de un religioso -cuenta el historiador e investigador Ricardo Rodríguez Molas, apasionado por la vida colonial-, y en los días de San Baltasar o de resurrección se reunían y andaban en grupos tocando instrumentos y cantando. A estos grupos los blancos ya los llamaban comparsas, Danzaban al son del tambor que tocaban, andaban por las calles. La gente del pueblo, la clase alta, los miraba con sorna. Eso fue a fines del siglo XVIII, y se mantuvo durante la primera mitad del siglo XVIII.

El Carnaval de los Españoles

Paralelamente, los españoles en Buenos Aires tenían algunas características en sus comportamientos festivos para esos días, a los que llamaban fiesta de aguas: solían perforar huevos con extrema prolijidad, quitaban la clara y la yema y los llenaban de agua. Luego sellaban la pequeña perforación con cera. Usaban huevos de gallina, de pato y hasta de avestruz. Luego, salían ala calle, a pie o en sus carros y se los lanzaban unos a otros.
La Iglesia estuvo en el origen de estos festejos de negros, pero para controlarlos, en connivencia ideológica y política con los gobernantes españoles, obviamente blancos.

Sobre textos de documentos de policía y de tribunales ubicados en el Archivo General de la Nación, Rodríguez Molas rescata este párrafo: «Reunión en San Baltasar… estaba el padre Vicente Piñeiro diciendo misa y yo ·?otro cura ·? en el confesionario. Viendo, agrego que no podía oír a los penitentes que estaban en ese momento confesando por la bulla que metían los negros con sus alaridos y tambores, viéndome en la necesidad de salir a echarlos y encontré al bueno de¡ capellán de ellos sin despedirlos ni haciéndoles callar». La táctica de los españoles no era impedir los festejos sino controlarlos. Este era en realidad un mecanismo viejo de los conquistadores y opresores.
Rodríguez Molas aporta un dato de 1615, originado en la legislación virreinal del Perú, donde se habla de la emisión de 11 ordenanzas con el fin de que las danzas y las reuniones de indios y negros tuviesen lugar a la vista y con el fin preciso de controlarlas ( … ). Lo más sustancial es traer a la vista sus juntas y bailes ( … ) que sean en partes públicas y conservar la separación de las naciones».

¿Había necesidad de que los españoles se preocuparan por fomentar este tipo de organización de los negros para abortar una posible organización independiente? Ellos estimaron que sí, aunque los negros que trajeron al Río de la Plata eran originarios de la zona costera y central de África y poseían menos cohesión entre sí; no eran sudaneses, es decir, no eran los negros islamizados del norte de Africa. Los sudaneses eran más aguerridos, como los que introdujeron en Brasil y que hicieron grandes rebeliones. Se escapaban de las plantaciones, se metían en las selvas o en los palmares y formaban los famosos quilombos, que duraron como cien años. Siguieron siendo libres, aunque perseguidos, y con las formas de vida que ellos quisieron. En Buenos Aires no había adónde escaparse.
Pero después de las invasiones inglesas los españoles tuvieron un renovado temor, «por eso al otro día del triunfo sobre los ingleses en la defensa de Buenos Aires, en 1807, el virrey ordena que a los negros había que sacarles las armas y darles un premio».

Las comparsas de negros comenzaron a ser imitadas por blancos que se tiznaban sus rostros. Hubo un período en el que convivieron comparsas de blancos y de negros.

Pero cuando se realiza el primer corso que registra la historia, en 1869, predominan definitivamente las comparsas de blancos.

El Primer Corso

«El primer corso se realizó en la actual plaza Lavalle, que en esa época se llamaba Plaza del Parque porque allí estaba el Parque de artillería. Las comparsas de blancos igual se ploman nombres de negros como Negros Cocineros, Nación Benguela, Negros Cantores o Negros Argentinos.»
El primer escritor de novelas policiales que tenernos, Rafael Barreda, fue partícipe y relator de lujo de toda aquella época del surgimiento oficial del Carnaval y de su vinculación con el tango. «Por ejemplo -cuenta Rodríguez Molas- Barreda habla de la Comparsa de las Delicias, de 1879, y cuenta qué instrumentos usaban: bombos, platillos, cometas, pistones y cuanto instrumento bullanguero encuentren a mano.»

“¿Disfraces? Sobre finales del siglo XIX era habitual que usaran máscaras imitando los rostros de personajes de la época, como Sarmiento, Avellaneda, Alsina o trajes de condes o perfiles de italiano.»

¿Qué cantaban? Ante la pregunta, el historiador no duda: cantaban tangos africanos. Así quedó escrito en documentación de la época ubicada por el historiador. «Por ejemplo el Tango de las bromistas, que tiene una letra muy subida de tono…. Embromemo/ Alguien se puede enojá,/ ¡qué va a enojá!/ el que se enoja, no moja/ no moja…

«Obviamente, esta letra tiene inmediatas connotaciones sexuales, aunque hay otras letras mucho más fuertes, que se solían cantar en los lupanares». Barreda vivió todo muy de cerca. Él mismo, que era blanco, formaba parte de la sociedad o comparsa llamada Los Negros.

El tango de las comparsas carnavalescas, es el título de un capítulo de un libro de Rodríguez Molas sobre el origen del tango. Allí dejó escrito lo que nos cuenta: «En esa época las letras de las comparsas se publican en periódicos que editaban las propias cofradías de negros, o en hojas sueltas de color amarillo, verde; es interesantísimo. A veces es difícil discernir si es la letra de una comparsa de negros o de blancos que mataban a los negros. Barreda fue autor de letras para las “comparsas”.

Además estaban los bailes de Carnaval. Hay textos rescatados por Rodríguez Molas que hablan de los bailes en el Circo Nacional «en donde los negros tenían prohibido entrar. Podían ser músicos, eso sí. Pero ir a divertirse no». Un lugar clásico de baile para 1870 era el viejo Teatro Colón, que estaba frente a la Plaza de Mayo. «Una vez hacía tanto calor que a los organizadores no se les ocurrió mejor idea que poner barras de hielo en el techo. Se ve que no hicieron bien los cálculos porque se les vino abajo.»

Con el tiempo, los negros fueron quedando de lado «también en los carnavales, al mismo tiempo que sus cofradías decrecían y desaparecían. De cualquier forma las huellas del candombe-tango y de la vida y la música en los lupanares, ha quedado registrado en la historia y ha penetrado el presente.

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