CINE: “Civilización”, el documental de Rubén Guzmán sobre el artista plástico León Ferrari

La obra y las motivaciones políticas que llevaron a León Ferrari a convertirse en uno de los artistas más importantes de la actualidad son los ejes temáticos del documental que se exhibe en el Cine Cosmos UBA y Espacio Incaa KM 0, Cine Gaumont.

“Creo que nuestra civilización está alcanzando el grado más refinado de barbarie que registra la historia”, dice el propio Ferrari en una frase leída por la actriz Cristina Banegas -cuya voz toma el lugar de la del artista- en este filme que ya fue exhibido en el último Bafici y en el Palais de Glace de Buenos Aires.

“Arte, política, crítica corrosiva o como quieran llamarlo” es la manera en la que Ferrari define a su obra, un compendio de esculturas, pinturas, heliografías, dibujos caligráficos y collages en los que despliega una ácida crítica a las instituciones -especialmente la Iglesia Católica- y a la hipocresía de ciertos gobiernos occidentales, impulsores de la violencia política y las guerras que aquejan al mundo.

Una de sus obras más emblemáticas es, justamente, una escultura de 1965 llamada “La civilización occidental y cristiana”, donde combina de manera audaz un bombardero estadounidense y un Cristo crucificado, en una síntesis perfecta entre el dominio espiritual ejercido por la religión y el dominio político ejercido por el poder de las armas.

Esa obra realizada a la sombra de la guerra de Vietnam se convirtió en un punto de inflexión en su carrera, y en el arte argentino por extensión, y fue una de las cosas que Rubén Guzmán quiso destacar en su película: “Me interesa el arte de León después de su giro hacia lo político, algo que comenzó con la guerra de Vietnam, pero también me atrae su arte más formal y menos ideológico”.

“Para mí, Ferrari es el artista argentino vivo más importante de hoy en día, por su trayectoria y por su obra”, afirmó el realizador desde Bariloche, donde reside, en una entrevista telefónica con Télam.

Convocado por la productora Televisión Abierta de Gastón Duprat y Mariano Cohn, Guzmán definió a la obra de Ferrari como “un sopapo a la burguesía” y destacó que “es muy complejo, tiene varias aristas, ya que en él está el totalitarismo, la relación entre los hombres y los ídolos, la religión y los derechos humanos”.

“Hacer este documental para mí fue una gran responsabilidad, me pareció un tanto titánico, porque quería hacer algo con un lenguaje interesante pero no elitista, para que el gran público pueda acceder a la obra de León”, explicó Guzmán acerca de sus objetivos.

Ferrari tuvo un padre que construía iglesias, pasó su infancia en colegios de curas (“mi primer infierno”, según recuerda en el filme) y realizó sus primeras esculturas en cerámica, hasta que en un viaje a Italia se unió al dibujante Oski y al cineasta y poeta Fernando Birri para producir el filme “La primera fundación de Buenos Aires”, algo que repitió en 2008 con “El artista”, donde también actúa.

Autor de extraños dibujos caligráficos o escrituras que sigue dibujando hasta hoy, hasta los años `60 Ferrari hacía “arte por el arte”, hasta que la guerra de Vietnam lo modificó: “Esa guerra me impactó como pocas cosas”.

“Casi todos los artistas trabajan de espaldas al pueblo haciendo placeres para la élite cultural que los promueve y para la del dinero que los compra. Y los de vanguardia, de espaldas al país, buscan su prestigio en centros internacionales colaborando en la elaboración de un arte occidental que será luego utilizado en la justificación de cuanto exceso comete Occidente”, dice Ferrari en el filme.

En ese sentido, el artista -que se volcó al arte comprometido políticamente- dice que “pocas veces se escucha hablar tanto de arte como cuando se explican las invasiones coloniales de ayer y neocoloniales de hoy”, y añade: “El arte sirve para metamorfosear los bombarderos en cultura, se convierte en un instrumento de dominación”.

De esa conciencia política surge el collage “Palabras ajenas”, que condensa la historia de la violencia de Occidente; su participación en Tucumán Arde en 1968, donde invitó a reflexionar sobre las imágenes y noticias de los crímenes dictatoriales; sus series de esculturas y cuadros con cucarachas con colores estadounidenses invadiendo el planeta; y su denuncia contra la Iglesia Católica y sus vínculos con Hitler y Videla.

“El arte no se puede definir. Lo que sé es que no tiene límites ni reglas”, afirma el artista en otro tramo del documental, donde se lo ve dibujando y realizando heliografías con alambres, o mostrando sus gráficos braille, una serie de obras que, según definió, “pueden verse de alguna manera como una arquitectura de la locura”.

“Estas obras expresan lo absurdo de la sociedad actual. Esa suerte de locura cotidiana necesaria para que todo parezca normal”, agrega el ganador del León de Oro en la Bienal de Venecia de 2007, quien en 2004 provocó una revolución mediática al ser víctima de un grupo de fanáticos religiosos católicos que atacaron una exposición de sus obras en el Centro Cultural Recoleta.

“Quienes atacaron la muestra completaron la obra”, dijo en aquel momento el artista, quien considera a la cruz como “un logotipo cultural e instrumento de tortura”, y que agregó: “Lo único que le pido al arte es que me permita condenar la barbarie de Occidente con la mayor claridad posible”.