Comida, ahorro , orden y salud, ¿van de la mano?

Por Andrea Jatar, creadora de De la Olla, www.delaolla.com.

Hace siglos, Hipócrates difundía una fórmula novedosa para sus vecinos de entonces, pero milenaria para otras culturas: los alimentos y las emociones influyen directamente en la salud. A esto le agrego por experiencia propia que, en estos tiempos modernos, también el orden la favorece.

Años atrás, descubrí el intenso sabor de las verduras recién cosechadas cuando destiné un trozo de tierra a una pequeña huerta coronada por aromáticas y flores para evitar poner insecticidas. Porque, como buena criatura urbana, desconocía todo sobre plantas y sobre cómo hacer para que luzcan bellas hasta el consumo. Más que nada me empeciné en una cuestión de ahorro: «si le pongo el producto que no va, gasté plata al divino botón», «si me equivoco y pongo de más, a lo mejor me intoxico», «no toda la vida hubo insecticidas y la gente comía verduras». Y así, poquito a poquito, pregunta a pregunta a mis conocidos que contaban que en su tierra natal vivían del campo, fui aprendiendo que la verdura no necesita fertilizantes ni insecticidas artificiales para crecer noblemente. Sembrando en el lugar adecuado en el momento preciso una combinación ideal de plantas y generando mi propio abono con los desechos de mi cocina, naturalmente daban buenos frutos. Tiempo después tomé conciencia del impacto de los insecticidas en la salud. Porque, «ilusa yo», me imaginaba que los productos químicos «desaparecían» en la cosecha, que llegaban «puros» a las góndolas con todas las nutrientes intactas y que tenía lo mejor en mi mesa. Pura fantasía, apliqué raciocinio y me di cuenta de que la naturaleza no produce agroquímicos y de que estaban invisibles en los preciosos vegetales con que elaboraba mis comidas.

Ahí es donde empecé a cuidar más qué llegaba a mi mesa. Productos de estación, porque la naturaleza nos ofrece los vegetales y las frutas con las nutrientes que nuestro cuerpo necesita en ese momento. Y carnes criadas a la vieja usanza (de pastura), porque los animales viven menos estresados y sus carnes son de mejor calidad. Es así como poco a poco dejé de visitar las guardias médicas y de gastar dinero en remedios que me solucionaran una indigestión, un dolor de cabeza, un problema de hígado, un resfriado y tantas otras dolencias más. En eso residía el secreto: comprar menos medicamentos porque nos alimentamos más naturalmente. Pero, ¡la verdura orgánica y la carne de pastura son más caras! ¿Son realmente más caras que mi salud? Si cada vez que me enfermo debo gastar dinero en la farmacia, pagar los gastos médicos y sufrir la dolencia, no estoy segura de que me sea más económico. Es una cuestión financiera. A largo plazo, la balanza se equilibra, y mi bienestar gana.

El tema es que los productos naturales duran menos en nuestra heladera. Es ahí donde entran en juego el orden y el ahorro. Debemos comprar lo que vamos a consumir, porque si se pone viejo no sólo tiene mal aspecto y puede ser peligroso para nuestro cuerpo, sino que se van las nutrientes. Y no hablo de ir todos los días a la verdulería y a la carnicería, sino de saber administrar lo que tenemos: una verdura que no se consume la blanqueamos y la freezamos para tener disponible en otro momento, la comida que sobró la envasamos en porciones y la guardamos en el freezer porque nos va a sacar del apuro en otro momento, aprovechamos el mismo fuego para cocinar la cebolla salteada de la comida de hoy para guardarnos cebolla salteada lista para otra oportunidad que no tengamos tiempo… Así nos garantizamos tener siempre comida fresca (a veces freezada, pero con todas las nutrientes) en la medida justa en que lo necesitamos. Y si no cocinamos, podemos averiguar cómo elaboran las comidas en donde queremos comprarlas y elegir los lugares que usan ingredientes libres de agroquímicos y carnes de pastura. Una cuestión básica del Ayúrveda: «Cuando la alimentación es mala, la medicina no funciona; cuando la alimentación es buena, la medicina no es necesaria».

Ahorro, orden y la mejor calidad en nuestra comida, quieras o no, influye positivamente en nuestras emociones. Saber que tenemos a mano lo mejor para nutrir nuestro cuerpo, nos alivia y nos pone de buen humor. Nos deja tiempo para otras ocupaciones. Favorece a nuestra salud. Medicina preventiva. Entonces nada más saludable que volver a los consejos y los hábitos de las abuelas!