Cómo comer más saludable

Por Andrea Jatar, creadora de De La Olla (delaolla.com.ar).
Desde hace un tiempo a esta parte nos aconsejan comer saludablemente. Y queremos que nuestros hijos se alimenten saludablemente. ¿No podremos probar más una milanesa con papas fritas o unos fideos a la bolognesa? “Yo me podría adaptar pero … ¿cómo hago para que mi familia cambie la alimentación? ¡Los chicos! No duramos ni tres días…”.
Tenemos dos noticias: una mala y una buena. La mala: la alimentación saludable es un hábito que empieza por casa. La buena: para alimentarnos saludablemente debemos seguir comiendo lo que gusta, pero cocinado noblemente, cuidando la calidad de los ingredientes y en cantidades adecuadas a nuestra contextura física. Así que la mala noticia no es tan mala, ¿verdad?

En nuestro mágico país agrícola ganadero no todo lo que reluce es oro. Desde hace unas décadas se ha degradado muchísimo la producción priorizando la cantidad/rentabilidad por sobre la calidad nutricional y sus efectos en la salud poblacional. Por eso es que empezamos a comer carne de feedlot o de galpones o de criaderos: animales que viven hacinados, inmóviles, estresados, atacándose unos a otros, medicados con antibióticos para que lleguen vivos hasta la faena y alimentados para que engorden rápido. Lamentablemente esos artilugios no desaparecen camino a la carnicería, seguirán en la carne que va a nuestro plato, así que vamos a consumir estrés y antibióticos en el bife o en la pechuga o en el salmón. Y permanecerán en nuestros cuerpos con sus indeseables efectos.
Pero, hacerse vegetariano tampoco es la solución. En las verdulerías relucen bellos vegetales que duran una eternidad gracias a los agroquímicos muchas veces mal manipulados por el agricultor (por ignorancia, desidia o conveniencia) y que hacen que, por ejemplo, la inocente acelga nos caiga indigesta, o que empecemos a sufrir alergias alimentarias o problemas de salud que antes nos eran raros. Si no escuchaste nada sobre esto, leé “Malcomidos” de Soledad Barruti, o “La Argentina Fumigada” de Fernanda Sandez. Y si no leés libros, seguilas por Facebook. Pero enterate, así podés elegir y cuidar de la salud de los que más querés.
Hay otros cucos en la alimentación saludable: las galletitas compradas que le gustan a los chicos, los deliciosos snacks ultraprocesados, los calditos/sopas/salsas que nos sacan del paso para dar sabor a nuestras comidas… La industria ha trabajado muchísimo para que todo sea hiperrico y para que querramos seguir comiendo, a costa de novedosos ingredientes poco buenos para nuestra salud: grasas trans, glutamato monosódico, etc etc… Ojo al piojo. Tratemos de acordarnos de la cocina de la abuela: leamos las etiquetas de los paquetes y, si hay ingredientes que no sabemos qué corno son, mejor desconfiemos.
Uf, ¿y ahora qué hacemos? Hay muchos consejos en Internet sobre comer saludablemente, muchos gurúes y muchas recetas mágicas. No podemos enterarnos y hacer todo, pero sí seguir nuestro sentido común y ser responsables de nuestra alimentación: no la deleguemos ciegamente. Así que van unos consejos:
• Si tenemos dudas en cuanto a la dieta, porque de la edad, del cuerpo y de la actividad depende lo que necesitamos consumir, recurramos a la fuente más confiable: el nutricionista.
• Cortemos por lo sano. Si no podemos criar nuestro pollo o tener nuestra huerta, mejor compremos productos de origen conocido: carnes de pastura (de animales que andan caminando por el campo) y vegetales sin agroquímicos. Y si recurrimos al delivery, que sean viandas donde nos sepan garantizar métodos de cocción y de producción saludables.
• Que sepamos que los alimentos que son producidos responsablemente (animales felices, vegetales sin agroquímicos, pastelería/snacks orgánicos) son un poco más caros, pero a la larga nos ahorramos gastos médicos/farmacéuticos y, lo más importante, nos evitamos malestares y enfermedades.
Para que te inspires, aquí te dejamos una receta, pero en nuestro canal de Youtube tenés varias más:

https://youtu.be/40UfuUe_XPk

Ahora que sabés qué es comer saludable, ya no tenés más excusas. Que salga tranquila la milanga con fritas siempre que antes hayas sido tu propio Poirot.