Conciertos del Mozarteum Argentino. Maxim Vengerov violín Vag Papian piano Teatro Colón

Conciertos del Mozarteum Argentino

Agosto a noviembre 2018

Aún queda muchísimo por disfrutar de la temporada del Mozarteum Argentino en el Teatro Colón.

Grandes figuras estarán en lo que resta de su programación: el regreso de Maxim Vengerov junto a Vag Papian, el debut en Argentina de Yuja Wang, la Dresdner Philharmonie con Michael Sanderling y Herbert Schuch en dos programas, el Oxalys Ensemble de Bélgica, y la Wiener KammerOrchester con Stefan Vladar en piano y dirección.

Más información en http://mozarteumargentino.org/

Primer Ciclo

13

AGOSTO

LUNES 20HS

JOHANNES BRAHMS (1833-1897)
Sonata para violín y piano n°3, en Re menor, Op. 108

GEORGE ENESCU (1881-1955)
Sonata para violín y piano n°2, en Fa menor, Op.6

MAURICE RAVEL (1875-1937)
Sonata para violín y piano n°2, en Sol mayor

CAMILLE SAINT-SAËNS (1835-1921)
Havanaise, Op. 83
Introducción y rondó caprichoso, Op. 28

Preventa exclusiva Clientes Santander Río
Domingo 29 de julio al jueves 2 de agosto
Venta General
a partir del viernes 3 de agosto
3 cuotas sin interés exclusivo para clientes Santander Río Select*
*ver legales
ENTRADAS NOTAS AL PROGRAMA

Segundo Ciclo

14

AGOSTO

MARTES 20HS

JOHANNES BRAHMS (1833-1897)
Sonata para violín y piano n°3, en Re menor, Op. 108

GEORGE ENESCU (1881-1955)
Sonata para violín y piano n°2, en Fa menor, Op.6

MAURICE RAVEL (1875-1937)
Sonata para violín y piano n°2, en Sol mayor

CAMILLE SAINT-SAËNS (1835-1921)
Havanaise, Op. 83
Introducción y rondó caprichoso, Op. 28

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Domingo 29 de julio al jueves 2 de agosto
Venta General
a partir del viernes 3 de agosto
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ENTRADAS NOTAS AL PROGRAMA

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Primer Ciclo

13

AGOSTO

LUNES 20HS

JOHANNES BRAHMS (1833-1897)
Sonata para violín y piano n°3, en Re menor, Op. 108

GEORGE ENESCU (1881-1955)
Sonata para violín y piano n°2, en Fa menor, Op.6

MAURICE RAVEL (1875-1937)
Sonata para violín y piano n°2, en Sol mayor

CAMILLE SAINT-SAËNS (1835-1921)
Havanaise, Op. 83
Introducción y rondó caprichoso, Op. 28

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Segundo Ciclo

14

AGOSTO

MARTES 20HS

JOHANNES BRAHMS (1833-1897)
Sonata para violín y piano n°3, en Re menor, Op. 108

GEORGE ENESCU (1881-1955)
Sonata para violín y piano n°2, en Fa menor, Op.6

MAURICE RAVEL (1875-1937)
Sonata para violín y piano n°2, en Sol mayor

CAMILLE SAINT-SAËNS (1835-1921)
Havanaise, Op. 83
Introducción y rondó caprichoso, Op. 28

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Domingo 29 de julio al jueves 2 de agosto
Venta General
a partir del viernes 3 de agosto
3 cuotas sin interés exclusivo para clientes Santander Río Select*

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Maxim Vengerov

Considerado uno de los músicos más destacados de la actualidad, no requiere de presentaciones: basta rememorar el recital que ofreciera en la temporada 2016. Niño prodigio inició su carrera a los 5, ganó las competencias internacionales Wieniawski y Carl Flesch a los 10 y a los 15, respectivamente, realizó su primer disco a los 10, teniendo como mentores a Mstislav Rostropovich y Daniel Barenboim. Solista favorito de las filarmónicas de Berlín, Nueva York, de la orquesta del Teatro Mariinsky así como de las sinfónicas de Londres, Chicago y BBC, entre tantas otras, sus versiones han merecido el Grammy Award for Best Instrumental Soloist Performance (2003), dos premios Gramophone, cinco Edison Classical Music Awards, dos ECHO Awards así como la membresía de la Royal Academy of Music. A veintidós años de su primera presentación para el Mozarteum Argentino, vuelve a su amada Buenos Aires con un recital exclusivo para el público de la institución.

PROGRAMA
Comentarios al programa JOHANNES BRAHMS (1833-1897): Sonata para violín y piano n°3, en Re menor, Op. 108 Fue junto al lago de Thun, en el norte suizo, donde Johannes Brahms creó, consecutivamente, las últimas dos de las tres sonatas para violín y piano que nos legara. Entusiasta de las pintorescas y tranquilas localidades alpinas, que le otorgaban cada año un respiro estival a su ajetreada vida vienesa, el compositor desarrolló y culminó gran parte de sus obras bosquejadas e iniciadas en la capital del Imperio Austrohúngaro, en aquellos reposados sitios rodeado de bosques y montañas. Ya desde el inicio, con ese gesto rotundo plasmado mediante dos sonidos sostenidos en el violín, vinculados en un intervalo de 4ta justa, el insistente retorno al primero de los mismos y la réplica descendente de toda esta idea inaugural, el primer movimiento manifiesta una inclinación hacia algunas de las nostálgicas líneas típicas de la música húngara. Era el verano de 1888 cuando Brahms dio por completada esta sonata que ese mismo año, el 22 de diciembre, estrenó en Budapest al piano junto al violinista Jenő Hubay. El interés de Brahms por la música tradicional magiar había surgido en su juventud gracias a otro gran violinista húngaro. Destacaba ya como pianista y tenía 15 años de edad cuando, en su Hamburgo natal, conoció al virtuoso Ede Reményi, quien escapaba de la persecución que Viena había lanzado contra activistas y simpatizantes de la revolución nacionalista de ese año de 1848. Reményi, quien tiempo más tarde se convertiría en el violinista personal de la Reina Victoria de Inglaterra, develó a un ávido Johannes los vigorosos ritmos y los intensos giros melódicos de la música de su tierra. Juntos emprendieron una gira alemana y fue entonces cuando el húngaro obsequió al joven con una presentación que marcaría de allí en adelante su rumbo: le dio a conocer a su compatriota, Joseph Joachim. También violinista, Joachim sería una de las más significativas influencias sobre la obra creativa de Brahms. No sólo fue la llave para que entrara en contacto con Robert y Clara Schumann sino que además devino uno de sus más confiables consejeros y críticos. A él acudió el compositor en busca de guía y recomendaciones durante el proceso de creación de varias de sus obras y fue él su principal influencia en lo que hace a la escritura para el violín. Oriundo de Pest y, por entonces, Director de la Academia Liszt en la capital húngara, Jenő Hubay era discípulo de Joachim. A diferencia de las dos sonatas anteriores que Brahms dedicara al violín y al piano, esta obra en Re menor no fue concebida para el espacio intimista característico de la música de cámara sino para una gran sala de concierto. Es por ello también que esta sonata se diferencia estructuralmente de sus antecesoras al transcurrir a través no de tres sino de cuatro movimientos que tienden, en su expansión sonora y expresión dramática, hacia un ideal sinfónico. El primero, Allegro, está planteado según la clásica forma sonata, iniciándose con aquel poderoso tema a cargo del violín mientras el piano lo acompaña con ritmo sincopado, generando una sensación de sugestiva ansiedad. El desarrollo se destaca por el extensivo uso que Brahms hace del ostinato (en este caso una nota pedal en el bajo que es repetida obstinadamente por el piano), elemento que otorga al movimiento una pujante fuerza expresiva mientras el violín presenta y desarrolla fragmentos del primer tema. El Adagio, en contraste con el movimiento anterior, presenta un extenso tema de carácter nostálgico e introspectivo, el cual transita a través de George Enescu, el violinista, pianista y compositor rumano que es eje de este programa. diversas modulaciones que lo enriquecen expresivamente hasta alcanzar el clímax. El Scherzo es una breve pieza de delicada construcción, fruto de la maestría y experiencia de un Brahms ya pleno y maduro en el oficio, con un exquisito equilibrio en términos de armonía y diseño melódico-rítmico. La obra culmina con un dramático y contrastante rondó-sonata Presto agitato que transcurre a través de osadas modulaciones armónicas. Brahms dedicó esta obra a su amigo, el pianista y director Hans von Bülow. GEORGE ENESCU (1881-1955): Sonata para violín y piano n°2, en Fa menor, Op.6 En aquel mismo año de 1888, mientras Brahms culminaba y estrenaba su Tercera sonata para violín y piano, un joven violinista y pianista rumano se convertía en el músico más joven en ser admitido en el Conservatorio de Viena, en toda la historia de esa prestigiosa institución. Se trataba de George Enescu quien, contando tan solo 7 años de edad, sorprendía interpretando con prestancia obras de Vieuxtemps, Sarasate y del mismo Brahms. Este joven nacido en el pequeño pueblo de Liveni (que tras su muerte sería rebautizado con su nombre, George Enescu), en el noroeste de Rumania, sería uno de los intérpretes del instrumento más completos y versátiles de ese fin de siglo, ya que luego de completar seis años de estudios en la institución vienesa, continuó su formación en el Conservatorio de París. En la capital del Imperio Hasburgo había recibido no sólo lecciones de violín y piano sino también de violonchelo, órgano y composición. Su interés por la creación lo llevó a tomar clases particulares con Robert Fuchs: uno de los más notables pedagogos de composición de entonces, quien contó entre sus discípulos a Hugo Wolf, Jean Sibelius, Alexander von Zemlinsky, Gustav Mahler y Erich Korngold. En la institución parisina Enescu prosiguió sus estudios en esa área bajo la guía de Jules Massenet y Gabriel Fauré, aunando así en su formación las principales tendencias musicales, tanto germanas como francesas. Fue al dar por culminada su formación en el Conservatorio de la capital francesa, cuando el compositor de dieciocho años creó, con todo el bagaje y la experticia obtenidos, esta sonata para violín y piano en Fa menor. Una ondulante línea interpretada al unísono por ambos instrumentos da inicio al primer movimiento, Assez mouvementé (Bastante agitado). Así como las gráciles curvas y contracurvas vegetales del Art Noveau, esa idea musical parece enroscarse y liberarse de sí misma, una y otra vez pero sin enunciar finales, mientras ampulosos arpegios del piano acompañan su derrotero mediante progresiones armónicas que tampoco parecen querer arribar a un final sino recorrer, incansablemente, uno y otro paisaje sonoro. Es así como en su contornearse, este movimiento se balancea entre una paleta acústica de trazos más densos, afines al mundo germano, y delicadas pinceladas fruto de las exploraciones tímbricas de la escuela francesa, mas siempre sobre el lienzo de una osada incertidumbre armónica. Tranquillement, el segundo capítulo de esta sonata es una página preciosista de la cual prosigue enseñoreándose el cro- Maurice Ravel junto Hélène Jourdan-Morhange y Ricardo Viñes en la playa matismo y aquellas líneas de vocación infinita. Sutil e intensa a un mismo tiempo parece hallar su inspiración tanto en las Mélodies de Fauré como en las construcciones atmosféricas de Thaïs de Massenet. Así como en las seductoras imágenes creadas entonces por Alphonse Mucha y Élisabeth Sonrel o en la ondulante arquitectura de Victor Horta para la Casa Tassel, el ornamento no es un añadido sino que éste se vuelve parte de la línea misma: lo que antes era gesto decorativo es ahora parte de la esencia de la idea melódica. Sin solución de continuidad se inicia Vif, (viva, enérgicamente), el movimiento final de esta sonata, dando lugar a una escritura en la que prevalecerá el gesto y el elemento rítmico, evocando a las músicas tradicionales moldavas entre las cuales pasó su primera infancia George Enescu. El compositor estrenó la obra interpretando la parte de piano junto a uno de sus más queridos compañeros de estudios del Conservatorio de París: el gran violinista francés Jacques Thibaud, a quien dedicó esta sonata. Era el 22 de febrero de 1900, en el marco de la serie de los célebres Concerts Colonne. Entre el público se encontraba Maurice Ravel, uno de los mejores amigos de ambos intérpretes. MAURICE RAVEL (1875-1937): Sonata para violín y piano n°2, en Sol mayor Transcurría 1923 cuando el músico francés decidió escribir una sonata para dos instrumentos que él consideraba tímbricamente incompatibles: el violín y el piano. Eran los años dorados del jazz y la década durante la cual su impacto empapó los salones y bares franceses. Ravel no solo no fue ajeno a estas músicas llegadas desde los Estados Unidos de América sino que, más allá de su amistad con creadores como George Gershwin, concientizó los rasgos característicos de esos nuevos estilos plasmándolos en algunas de sus propias creaciones. En su juventud ya había escrito una obra breve para esta dupla instrumental pero ahora se proponía algo muy distinto: evidenciar y resaltar la disparidad entre ambos instrumentos. Al mismo tiempo, su amistad de aquellos años con la violinista Hélène Jourdan-Morhange, había despertado en él nuevas inquietudes y búsquedas en lo referente a la escritura para el instrumento de arco. Fue así como durante un largo período de cinco años, durante los cuales saldría a la luz otra importante creación para violín como Tzigane junto a otras obras fundamentales de su producción como L´enfant et les sortilèges o las Chansons madécasses, Ravel trabajaría en esta sonata innovadora, que sería estrenada por su amigo George Enescu junto a él mismo al piano, en un concierto realizado en París en mayo de 1927. Si bien Jourdan-Morhange fue su permanente colaboradora en el proceso de creación, durante el cual el compositor estudió con particular interés los Caprichos de Paganini en busca de los diversos efectos tímbricos posibles de realizar en el instrumento de cuerda frotada, ella, a quien Ravel dedicó la sonata, no pudo ser quien la estrenara por un avanzado problema de motricidad en su hombro derecho. Planteada en tres movimientos, el Allegretto que da inicio a la sonata tiene como punto de partida una lírica melodía que, si bien parece compatibilizar a ambos instrumentos en los primeros compases, enfatiza, más tarde, sus diferencias, tal como manifestara Ravel poco después del estreno: “Mi objetivo fue lograr esta independencia cuando escribí la sonata para violín y piano, dos instrumentos incompatibles cuya incompatibilidad es Claudia Guzmán acentuada aquí, sin ningún intento de reconciliar sus contrastantes caracteres”. Es así como el instrumento de cuerda frotada convive con el de cuerda percutida pero sin que las líneas ni el lenguaje de uno y otro intenten una homogeneidad. Bosquejado mucho tiempo antes que el primer y el tercer movimiento, un Blues ocupa el sector central de esta sonata. “En mi opinión el Blues es uno de sus más grandes aciertos musicales”, diría el compositor francés a los periodistas de Nueva York, mencionando el segundo movimiento de esta sonata durante la gira que lo llevaría al otro lado del Atlántico en el año 1928. El violín, rasgueando las cuerdas, se asemeja a un instrumento de cuerda punteada, como el banjo. El piano se suma con un acompañamiento acórdico característico, entre otros elementos, por sus ritmos sincopados mientras las líneas melódicas del violín presentan glissandi y aparentes apoyaturas y demás efectos que simulan las blue notes (notas alteradas) típicas del Blues. Es así como el movimiento que en el período clásico ocupó el Lied (la canción) o, en obras de cuatro movimientos aún el Minuet o el Scherzo, asume ahora un compromiso con su contemporaneidad incorporando este nuevo estilo, el cual Ravel dota de humor y gracia. Suspensivo y fugaz, el Perpetuum mobile que cierra la obra vuelve a hacer pie en una escritura radicalmente diferente para cada instrumento, la cual, sin embargo, logra una complementación perfecta por medio de la diversidad. Un único y exquisito trazo rubricado por el genial orfebre musical que fuera Maurice Ravel. CAMILLE SAINT-SAËNS (1835-1921): Havanaise, en Mi mayor, Op. 83 Introducción y rondó caprichoso, en La menor, Op. 28 Si bien es más conocida en su versión orquestal, la Havanaise del compositor de origen belga Camille Saint-Saëns surgió originalmente como una obra para violín y piano en noviembre de 1885. Por entonces se hallaba de gira en Alemania junto al eximio Raphael Díaz Albertini. Destinatario de la obra, se trataba de un destacado violinista cubano que se formó en el Conservatorio de París obteniendo el Primer Premio por su desempeño durante los años de estudio en dicha institución. Más allá de que las sensuales habaneras estaban de moda en París desde hacía cerca de una década, he aquí que la elección de este ritmo cubano que en verdad tenía su origen en contradanzas francesas, era también un homenaje a Albertini, ya que este había nacido en La Habana en 1857. Cadenciosa, la danza cubana sirve aquí como marco para el despliegue virtuosístico. Poco más de dos décadas antes, en 1863, Saint-Saëns, quien sería uno de los grandes referentes para la generación de jóvenes compositores de fin de siglo, había dado a conocer la Introducción y Rondó Caprichoso, una de sus obras breves más logradas que ha perdurado en el repertorio para violín. El compositor creó esta pieza para otro virtuoso violinista español: su gran amigo Pablo de Sarasate. Para él escribiría asimismo el Concierto en La mayor, cuatro años más tarde. La Introducción y Rondó Caprichoso obtuvo una gran popularidad luego de su estreno, lo que llevó a compositores como Georges Bizet y Claude Debussy a crear arreglos sobre ella para piano y piano a cuatro manos. El inicio, pausado y caracterizado por intervalos descendentes y arpegios ascendentes, se anima paulatinamente para culminar en una cadencia chispeante que da paso al rondó. El violín presenta el tema del rondó, el cual reaparecerá intercalado entre las breves secciones intermedias de la obra, tiene una cierta reminiscencia española otorgada por las síncopas y las inflexiones cromáticas utilizadas. La coda final, brillante, permite un despliegue virtuoso del intérprete.