Confiar en la intuición

Por Alicia López Blanco autora de “Ser, hacer y trascender. Estrategias para alcanzar el bienestar” de Editorial Albatros (www.albatros.com.ar).

El psiquiatra Viktor Frankl, creador de la logoterapia, relata en sus memorias el siguiente acontecimiento: “Tuve que esperar varios años una visa que me permitiera la entrada a Estados Unidos de América. Al fin, poco antes de incorporarse los Estados Unidos a la guerra, fui invitado por escrito a presentarme en el Consulado para que me fuera firmada la visa. Quedé desconcertado. ¿Debía dejar solos a mis padres? Sabía el destino que les esperaba: la deportación al campo de concentración. ¿Debía decirles simplemente adiós y abandonarlos a su suerte? La visa era exclusivamente para mí. Era libre para marcharme, desarrollar y defender mi teoría. Mis padres estaban contentísimos y compartían conmigo la alegría de verme a salvo en el extranjero. La duda me corroía y, como dije, yo no sabía qué hacer. Así pues, con mi portafolio cubrí la estrella amarilla que tenía que usar en mi abrigo y me senté una noche en la catedral más grande, en el centro de Viena. Había un concierto de órgano y pensé: siéntate, escucha la música y considera toda la pregunta; descansa, Viktor, pues estás muy distraido, solamente contempla y medita lejos del ajetreo de Viena. Entonces me pregunté a mí mismo qué hacer: ¿debía sacrificar a mi familia por el bien de la causa a la que había dedicado mi vida? ¿Debía sacrificar esta causa por el bien de mis padres? Cuando uno está confrontado con esa clase de preguntas, uno ansía una respuesta del cielo… Dejé la catedral y me fui a casa. Ahí sobre el aparato de radio había un pedazo de mármol. Le pregunté a mi padre qué era eso. Él era un judío piadoso y lo había tomado del lugar donde estuvo la sinagoga más grande de Viena. Esta piedra fue parte de las tablas que contenían los Diez Mandamientos. En la piedra estaba grabada en dorado una letra hebrea. Mi padre me dijo que la letra aparecía solamente en uno de los mandamientos, en el cuarto, el que dice ‘honra a tu padre y a tu madre y tú estarás en la tierra prometida’. Después de eso decidí permanecer en Austria y dejar que mi visa americana caducara. Es posible que mi decisión de quedarme ya estuviera tomada en lo más íntimo de mi ser y que el oráculo solo haya sido un eco de la voz de mi conciencia… otro quizás en mi lugar solo hubiese visto un pedazo de mármol”.
Según él mismo relata, la respuesta final la obtuvo cuando cumplió su cometido y pudo acompañar a su padre hasta la muerte, evitándole un sufrimiento innecesario.
La intuición podría definirse como la percepción íntima e inmediata de una verdad que irrumpe como evidencia, y nos lleva a darnos cuenta de algo de manera instantánea, sin necesidad de que medie el razonamiento. Las intuiciones suelen presentarse como percepciones, sensaciones o reacciones emotivas repentinas a determinados sucesos, y no como pensamientos abstractos elaborados y relacionados con creencias o ideologías. Puede pasar- nos cuando conocemos a alguien y tenemos en ese instante la sensación de que no podemos confiar en esa persona, aun cuando ningún razonamiento sustente esa percepción, y darnos cuenta por acontecimientos posteriores que estábamos en lo cierto. Como esta forma de conocimiento no deriva de la razón, difícilmente nos alcancen las palabras para explicarla.
La intuición se relaciona con el instinto, ese aspecto invisible de la naturaleza humana que se encuentra en la base de nuestra conducta. En nuestra esencia instintiva confluyen nuestras propias experiencias pasadas, unidas a las de todas las generaciones que nos precedieron. El psicoanalista Carl Jung identificó tres zonas en el interior de nuestra psiquis: El Yo, al cual relacionó con la mente consciente. El inconsciente personal que deriva de la experiencia individual e incluye todo lo que no está presente en la conciencia, pero que podría llegar a estarlo. El inconsciente colectivo, que representa el reservorio de nuestra experiencia como especie y concentra el cúmulo de saberes profundos, no conscientes, con el que todos nacemos. Es nuestra intuición la que nos posibilita el contacto con este inconsciente colectivo para que nos nutramos de él. también nos enseña a reconocer e interpretar sus men- sajes pues éstos no son concretos, directos ni lineales, sino que suelen presentar- se en forma de visiones, señales, sucesos sorprendentes, imaginaciones, inspiraciones o sueños.