Creador de un mundo de colores. Reportaje a Leo Bolzicco

Creador de un mundo de colores

Leo Bolzicco lidera un equipo, junto a otros ilustradores forman Kinora, una productora audiovisual que ha sabido generar una impronta propia, sobre todo en las publicaciones infantiles. Como sucedió en la colección “Pequeños Grandes Genios”, de Editorial Albatros y con textos de Carlos Pinto. Allí, está estructura tripartita ha ideado y dado a luz libros que asombran por la cantidad de datos históricos, pero también por sus dibujos, que hacen aún más atractiva la lectura para los más pequeños.

Por todo esto, Bolzicco nos dedicó algo de su tiempo y pudo reflexionar sobre el desarrollo de las historias sobre hombres notables de la ciencia que protagonizan esta colección.

-¿Cómo definieron el estilo de ilustración para esta nueva colección?

-En los tiempos en que salió la primera edición de «Pequeños Grandes Genios», fines del siglo pasado, trabajamos en un estudio donde realizábamos historietas y libros para el exterior, sobre todo en los Estados Unidos, donde se aplicaba la modalidad de dividir tareas para acelerar el proceso de trabajo. Noto que el estilo de estos cuentos, en cuanto al tipo de línea y color, estuvo de alguna manera determinado por esto. En cuanto a lo estrictamente formal, intentamos generar personajes que generen empatía con los lectores, haciendo que se vean como chicos comunes y corrientes e incluso pícaros, alejándolos del pre concepto en el que se ven envueltas las figuras de los genios. De esta manera observamos como cualquiera puede ser un genio, no sólo los raros e introvertidos.

-¿Qué importancia tienen las ilustraciones en los cuentos infantiles?

-Muchísima, son vitales. Las imágenes nos invaden, nos envuelven e invitan a zambullirnos en el texto. Tienen tanto, y en algunos casos mayor, valor que el texto con el que conviven. Malamente se piensa que las imágenes son figuras decorativas que solo acompañan a un texto. Las ilustraciones nos revelan otro relato distinto al literario. Un código sin puntos ni comas, un código sin tiempo donde el niño puede ver e interpretar la historia o tal vez inventar otra. Un código dinámico donde la sensibilidad se potencia ante la percepción de los climas, la composición los colores y las formas. Como bien dijo alguna vez Mónica Weiss: “a nadie se el ocurriría pensar en una película dónde lo realmente importante sea únicamente el guión y adornarlo con imágenes y musiquita”. Es importante entender, desde su concepción hasta su comercialización, al libro ilustrado como un todo, donde no se considere como autor sólo al creador de los textos y al ilustrador como un mero acompañante.

-¿Cómo fue el proceso de producción de cada uno de los títulos? ¿Tienen intercambios con el escritor?

-Sí, con Carlos Pinto trabajamos juntos hace ya 25 años. Siempre tuvimos buena química. A mí me gusta mucho como escribe, ese toque humorístico que tiene sus textos y la dinámica que poseen, y creo que a él le gustan mis ilustraciones y mi narrativa visual. Nos juntamos, claro, a definir que genios iban a acompañar Leonardito, Da vinci, a la edad de 9 años que fue el primer personaje que propuso Carlos y quien encabeza esta colección. Una vez definidos los genios investigamos a cerca de que inventos habían realizado charlábamos un al respecto y luego Pinto moldeaba la idea mientras que yo buscaba la forma del nuevo personaje. Luego de unos días intercambiábamos material y veíamos las posibles correcciones, para darle la forma definitiva al nuevo producto. En el caso de estos libros contamos también con la ayuda de coloristas y entintadores.

-¿Cómo sos como lector?

-Soy un ávido lector, compro muchos libros – álbums infantiles, pero más que nada por su relato visual, me gustan sus ilustraciones, que luego utilizo para dar clases en la facultad de Bellas Artes. Pero mi lectura apunta más a las novelas, y cuentos cortos que es mi relato literario preferido, sin dudas. Isabel Allende, Gabriel García Márquez, Eduardo Sacheri, Roberto Fontanarrosa y Eduardo Galeano se destacan como mis preferidos.

-¿Incluso de adulto seguís consumiendo literatura con ilustraciones? ¿Y comics?

-Me atraen inmediatamente, sin dudas. Cuando alguna vieja revista Humor, Fierro o Dartagnan caen en mis manos, la leo gustoso, aunque en este rubro se destaca Asterix. La narrativa a modo de historieta tan emparentada con el cine me resulta muy interesante, aunque admito que la calidad de sus dibujos es determinante. Sin embargo, no me atraen demasiado los superhéroes, que no sólo me son ajenos, sino que no me emocionan en absoluto con sus habilidades extramundo. El zorro es claramente una excepción en este sentido.

Los libros ilustrados en cambio poseen un magnetismo del que no me puedo resistir. Entrar en una librería a la sección infantil habitualmente acompañado de mi hija me es absolutamente grato y disfrutable. La textura de las hojas, el olor a la tinta la belleza de las imágenes son estímulos en el que se encuentran mi niñez y el crecimiento como profesional.

-¿Qué libros recordás de tu infancia por sus dibujos?

-Muchos, las imágenes fueron, son y serán vitales para mi crecimiento. Las ilustraciones siguen vivas en mi como si las hubiera visto ayer y te las podría describir tal cual, pero no me pidas que recuerde los títulos de los libros ni autores. Sólo un par excepciones: uno sobre una gata color negra dibujada por mi admirado Raúl Fortín, ese libro me fascina, el título no lo recuerdo pero lo he visto y reevisto miles de veces y le he inventado tantas historias como me lo permitieron sus imágenes, y uno de Disney donde Mickey hacia el rol de «El sastrecillo valiente».

-¿Cómo llegaste a dibujar? ¿Tuviste formación formal o fue algo más intuitivo?

-Llegar a dibujar profesionalmente fue una decisión que tomé desde chico. Tuve siempre mucha facilidad para expresarme a través del dibujo y mi gran deseo desde pequeño fue ser ilustrador, por lo que me considero un artista intuitivo por excelencia, aunque con el tiempo haya tenido una formación algo más formal, de alguna manera a través de mi formación como diseñador y por exigencias de mi otra profesión, la docencia.

¿Cómo llegué a dibujar? No estoy tan seguro que eso sea una meta, sino más bien algo que tenemos incorporado. Todos nos expresamos dibujando desde muy chicos, sólo que algunos no dejamos de hacerlo y otros, muchas veces por la condena de su entorno acerca de su modo de representación, dejan de hacerlo. La pregunta adecuada sería a alguien que ya no lo hiciera: ¿desde cuándo dejaste de dibujar?

-¿Cómo compiten hoy los libros cuando los niños tienen tantas pantallas al alcance?

-El libro es un objeto fascinante para cualquier niño. En él el lector es dueño de sus tiempos sin que nadie se los imponga. Puede gozar de estímulos táctiles y olfativos, además de los visuales que también le dan las pantallas. Me cuesta imaginar a un niño durmiendo abrazado a una pantalla y no me cuesta nada, sin embrago, imaginarlo abrazado a un libro. Tal vez sea una expresión donde el deseo le gane a la realidad, quizás debido a mi amor por los libros, quizás porque realmente así lo sea. Son dos medios distintos, por lo tanto no reniego de las pantallas, con las que convivo diariamente, pero tampoco le doy un tiempo de vía útil acotado a los libros. Los veo llenos de vida y como objeto de disfrute de millones de personas.