«Crónica del hoy». Eduardo Sanguinetti, Filósofo, poeta y performer argentino

Es difícil que la sociedad del conocimiento, hoy inexistente, alcance a producir el “hombre instruido y educado”, un “hombre nuevo” similar al “hombre total” que pensó Iván Efremov en su maravillosa novela de anticipación: “La Nebulosa de Andrómeda”. No ignoro que estamos muy lejos de alcanzar ese horizonte, sobre todo visualizando este mundo donde el blanqueo de dinero mal habido por gobernantes y corporacionistas del planeta, droga, prostitución, degradación del medio ambiente, consumo extremo de cualquier chatarra y armas de todo calibre, fomentando guerras inventadas, conforman las más relevantes actividades del neoliberalismo triunfante y criminal extendido a todo el paisaje de este planeta.

Pareciera que nadie en función de poder tiene la audacia o coraje de reconocer, visualizar, ni aún menos denunciar el peligro que deviene de esta “fractura social, política y cultural” inocultable. Se trata de una omisión gravísima, porque nadie en puesto de poder, hasta incluso los/as periodistas, pseudo artistas de ocasión, actores faranduleros, elegidos por abrir nalgas a la productora ávida de regalar por doquier premios a los arrastrados lame traseros, con intereses por y para el sistema necrótico, al que estos serviles se asimilan, incluidos en el quehacer diario de un país devastado que un profesor de cátedra en Universidad, que intenta sin apuntalamiento alguno enfrentar la amenaza demasiado visible, de la ignorancia, del arrebato y la eliminación del pensamiento.

Nadie parece oponerse públicamente dando la cara, nadie intenta revertir la masacre y menos aún señalar denunciando el credo, que ordena esas virtualidades siniestras en plena vigencia.

Y esta “imagen del presente” que doy está basada en otra que, en mi opinión, es objetiva, histórica y revolucionaria. Y es la de que “todo poder es instrumento de opresión, de coacción, de dominio ciego y arbitrario (y) es, por definición, obtuso (enemigo de la inteligencia), inhumano (enemigo de la liberación del hombre), y despótico (enemigo de la libertad)”; lo cual quiere significar, palabras más palabras menos, que entre los intelectuales y el poder hay una pelea desde siempre que solo dirimen el dinero, el exilio, la censura o la muerte.

En este impertinente espacio y tiempo de tercer milenio, nosotros, los “desaparecidos en democracia”, no somos, no estamos, no existimos, en las fingidas democracias procedimentales. Lo señala mi amigo, el Dr. Martín Almada (Premio Nobel Alternativo de la Paz 2002) al decir que las dictaduras se perpetúan en los gobiernos instalados hoy en una Latinoamérica balcanizada, ¿Plan Cóndor II?… la historia vuelve a repetirse, bajo la máscara de una legalidad inexistente.

“Generaciones perdidas”, que responde a un plural que permite disecciones reductoras. Primero, remitiéndome a tiempos de dictadura cívico-militares, a aquellos que “perdieron” la lengua (Héctor Bianciotti, ‘Copi’, Rodolfo Wilcock y Néstor Perlongher); segundo, aquellos que “perdieron” la vida (los desaparecidos Rodolfo Walsh, Haroldo Conti, Roberto Santoro, Francisco “Paco” Urondo); tercero los que “perdieron la patria” (Antonio Di Benedetto, Daniel Moyano, Osvaldo Lamborghini).

En Argentina, por ejemplo, se puede hablar de “Generaciones fatalmente peronistas”, y también puedo afirmar (mucho más fatalmente) “Generaciones menemistas”, “Generaciones K” y hoy «Generaciones Pro», en acto de construir y dar cuenta no solo desde dónde se lee sino también de a quién se lee… Los que no estamos en las listas de los que adhieren a los gobiernos ni a la oposición simulada, ni a las tendencias de las corporaciones económico mediáticas, en aparente confrontación con el gobierno: nosotros “los desaparecidos en democracia”, insisto, no “somos”, no “existimos”.

Nosotros, los desaparecidos en democracia, pertenecemos a la “Nueva Generación perdida”, y nos relacionamos con la filosofía, la literatura y la cultura de este tiempo, intentando accionar desde un nuevo espacio, donde todos los seres que aman la verdad, la armonía y la libertad, sin precios a pagar, podamos tener un sitio…incluso denunciando actos de corrupción, estafa, pactos espurios a la ética, que se ha dado a la fuga, en actos criminales, corruptos y fraudulentos de los gobiernos, con voto secreto, universal y obligatorio, capturado por la cultura represora para sostener una democracia fingida de los brutales sistemas de dominación travestidos… debemos elevarnos sobre esta farsa que se perpetúa según pasan los años, para que no modifique su rumbo esta existencia de esclavos, temerosos y fans de las tendencias degradantes que imponen los medios monopólicos de alienación y anestesiamiento.

En nuestra experiencia atroz se destaca la ausencia de “patria”, el haber sido traicionados sistemáticamente de manera brutal y borrados de esta tierra. Prácticas delictivas, representaciones de mentira y sumisión en nombre del ¿acuerdo? y ¿el nuevo orden y proyecto? ¿nacional?…desde este ‘locus’ enunciativo que en absoluto pretendo convertir en una distintividad positiva, todo lo contrario.

En ese sentido, y más allá de cualquier programa de lectura (explícito e implícito) que pueda y me dejen sostener, mi reflexión aviva “fantasmas” (en términos políticos-sociales-culturales) de cualquier intelectual rentado o mercenario oportunista del régimen: ¿cuál es el límite, cuáles son las ‘fronteras’ de nuestro país? ¿Qué es eso que llamamos cultura nacional?

Paradójico, que desde los poderes asimilados al régimen de un capitalismo fundante y perseverante de la ley de mercado, absolutamente vigente en Argentina y el planeta, a pesar de discursos embaucadores de libertad, solidaridad y fraternidad, las acciones congeladas de funcionarios y demás miembros de un gobierno que parece retirarse de sus responsabilidades y obligaciones para con la verdad y la libertad en sus políticas fundamentales, una inmensa sombra (esa niebla de Cortázar, un desterrado del peronismo iniciático, en “El Examen” o la de Bianciotti en “Lo que la noche le cuenta al día”) da idea de opresión, de deseo fracasado: la sombra de un autoritarismo empapa la institución y las disputas del campo intelectual argentino escenifican la falta de una verdadera disputa. La canonización de la farsa es casi evidente.

Los intelectuales estamos llamados a resistir al poder de los tecnócratas gerentes de la sociedad del espectáculo, nuestro papel se acrecienta blandiendo el arma que los detentadores del poder censuran: el conocimiento, en absoluto negociable, resistiendo, sin respetar las leyes misteriosas de este Casino en que se ha convertido el mundo, donde el chantaje camina cómodo por la autopista de la información, controlada por las Centrales de Inteligencia del mundo, que censuran y asesinan la auténtica inteligencia, hoy al borde del camino de lo que denominábamos vida… no milito para ningún movimiento ni partido político trasnochado, sin fines, salvo anteponer ideologías muertas de tiempos pretéritos, carentes de sentido y destino… antepongo como libertario mi amor a la libertad en armonía, paz y la verdad al deber ser, en arte y en vida… no me agradan los reduccionismos a los que la humanidad está expuesta, no me agradan los políticos de todo color y especie, los uniformados, los empresarios, la farándula prostituta, los medios de publicidad del sistema en manos de ávidos sinvergüenzas que marcan pautas de la programación que el pueblo consume adictivamente, deviniendo en consecuencias fatales… hablar de elecciones presidenciales y candidatos en Argentina hoy, es obsceno y una afrenta a nuestra dignidad… los temas que se debaten son los mismos desde hace décadas, nada ha modificado su curso, salvo la brutalidad más extrema, la ignorancia como fuente de la decadencia y disfuncionalidad en acto de eliminar la libertad y la verdad, en beneficio de los siempre presentes estafadores mentirosos y corruptos corporacionistas de toda extracción.

Soy parte, con otras voluntades lúcidas, de la “Indignada generación perdida y traicionada”, en búsqueda de un proto-suelo generacional desde el cual pretendemos (re)mover un (no) debate (in) actual…una cultura que queremos con “atributos” y sin prefijos.