Ciudanza Buenos Aires

Danza e inteligencia, cuál es su relación

Según el psicólogo del desarrollo Howard Gardner, de la Universidad de Harvard, hay 9 tipos de inteligencia, entre ellas se encuentra la inteligencia corporal-cinestésica. Es aquélla referida al movimiento.

Cuando hablamos de la formación de bailarines inteligentes, hacemos referencia a intérpretes que puedan ser autosuficientes y autodidactas. Esto tiene que ver, no con no necesitar de un otro en aspecto alguno, sino que habla de intérpretes que no se limiten a copiar los movimientos de un docente; intérpretes que puedan entender los movimientos, procesarlos, recrearlos, hacerlos propios. Hacemos referencia a bailarines que puedan interpretar y trasladar al cuerpo lo que cada música en particular les cuenta; que puedan hacer conexiones, que tengan iniciativa, que sean verdaderos artífices. Bailarines que desde chiquitos comprendan, a través de la experiencia, que para bailar con otros se necesita de esos otros, que en la interacción con un otro van a nutrir sus propios conocimientos y capacidades.

Estamos convencidos de que para bailar hay que pensar, no sólo mover el cuerpo al son de una música o repetir movimientos mecánicamente. El aprendizaje de la técnica de danza es vital, pero entendemos que tiene que ir, sí o sí, de la mano del desarrollo de lo que nosotros llamamos “pensar al bailar”. Un chico que se forma de este modo es un niño que en el futuro va a tener más herramientas a la hora de aprehender diferentes técnicas y estilos; es un niño que, con el paso de los años, va a tener una mayor apertura.

Muchas veces uno se topa en la vida profesional con bailarines técnicamente brillantes, con unas condiciones físicas envidiables, pero que no pueden hacer un movimiento para el lado izquierdo si les fue enseñado para derecha, que no pueden bailar al compás de un ritmo, jugar con las calidades de movimientos, o ubicarse en el espacio y en relación a otros por propio entendimiento.

La danza debe ser útil para abrir el panorama de los chicos, para que vean que hay diferentes estilos, diferentes técnicas, calidades de movimientos y emociones que se ponen en juego al bailar.
Bailar pensando contribuye a la formación de un bailarín inteligente, un bailarín que tenga capacidad de entendimiento, con armas para, en un futuro, poder elegir y especializarse.
Un bailarín que tenga un back up tal en su cuerpo y en su mente que, a la hora de afrontar nuevas propuestas, el proceso le va a resultar, sin duda, mucho más fácil y placentero.

Por Ariadna Faerstein, Mariela Kantor y Romina Samelnik, de la escuela de danza Foco.