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De la gratitud a la tranquilidad.

Por Gonzalo Pereyra Saez, autor de ‘En busca de la tranquilidad’

No me refiero aquí a la gratitud como a esa especie de “acción moral convencional” o “código de convivencia” que solemos expresar en muchas ocasiones de forma automática, como, por ejemplo, cuando nos vamos de un negocio saludando y diciendo “gracias”, con excepción de las ocasiones en que pueda ser realmente una expresión sentida.

Hablo de la gratitud como una emoción positiva que se activa cuando percibimos que hemos recibido algo desinteresadamente, a modo de regalo, sin esperar nada a cambio, y que supone un beneficio personal. No debe confundirse con “sentirse en deuda”, lo cual se asocia mayormente a un afecto negativo de carga, deber o pesar.

Cuando nos sentimos agradecidos nuestra bondad nos impulsa a realizar una buena acción para corresponder a esa persona que nos benefició, o bien para ser solidarios con otros. La gratitud también nos puede ayudar a valorar y conectarnos con las cosas de nuestra vida que son positivas y muchas veces no sabemos disfrutar.

Incluso cuando las cosas no estén del todo bien, la gratitud nos permite apreciar aspectos de nuestra existencia, como el aire que respiramos aquí y ahora, y darnos cuenta de que no es todo tan malo como a veces puede reflejarlo el sesgo de nuestra mente. Cuando somos agradecidos, somos conscientes de que contamos con lo suficiente, tenemos lo que necesitamos, y nos aceptamos tal cual la forma en la que nos encontramos en ese momento.

Es demasiado corriente poner atención en aquellas circunstancias que no son como nosotros pretendemos que sean. No es difícil volvernos quejosos y sentirnos agobiados, por el contrario, nuestra mente velozmente puede dirigirnos hacia pensamientos sobre cómo creemos que deberían ser las cosas en nuestra vida, o a proyectos y anhelos aún no concretados, ocasionándonos insatisfacción y malestar emocional. Entonces, la gratitud nos brinda una perspectiva diferente, porque hace foco en las circunstancias favorables que nos
rodean, y nos enseña a vivir con mayor plenitud en el presente.

Existen investigaciones científicas que asocian la gratitud con las relaciones sociales positivas y el bienestar, considerándolo también una protección contra el estrés y la depresión. Además, la ciencia indica que la gratitud se puede cultivar, y esto nos habla de una herramienta poderosa que podemos comenzar a emplear como recorrido alternativo hacia la tranquilidad.