Declaración Universal de Derechos Humanos

La Masonería inspiró dos documentos liminares de la convivencia humana:
la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (Asamblea
Nacional Constituyente de Francia, 1789), que defiende al hombre ante
cualquier poder omnímodo o despótico, y la Declaración Universal de
Derechos Humanos (Asamblea General de las Naciones Unidas), dictada el 10
de diciembre de 1948, que lo protege del ejercicio abusivo del poder
represivo del Estado.

El Preámbulo, concebido hace hoy 64 años, destaca que “la libertad, la
justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la
dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los
miembros de la familia humana”. Considera que “el desconocimiento y el
menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie
ultrajantes para la conciencia de la humanidad, y que se ha proclamado,
como la aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo en
que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de
la libertad de palabra y de la libertad de creencias”. Reclama, además, un
“régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo
recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión”. Reitera “su fe en
los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la
persona humana y en la igualdad de derechos de hombres y mujeres”, la
promoción del progreso social y la elevación del nivel de vida dentro de
un concepto más amplio de la libertad.

En 30 artículos expresa que “todos los seres humanos nacen libres e
iguales en dignidad y derechos”, tienen “todos los derechos y libertades
proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color,
sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole,
origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra
condición” y “tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de
su persona”.

Dispone que “nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre”, “nadie
será sometido a torturas”, que “todo ser humano tiene derecho al
reconocimiento de su personalidad jurídica”, “todos son iguales ante la
ley”, “toda persona tiene derecho a un recurso efectivo ante los
tribunales nacionales competentes”, “nadie podrá ser arbitrariamente
detenido, preso ni desterrado, “ tiene derecho, en condiciones de plena
igualdad, a ser oída públicamente y con justicia por un tribunal
independiente e imparcial”, “ tiene derecho a que se presuma su inocencia
mientras no se pruebe su culpabilidad”.

La Declaración también señala que “nadie será objeto de injerencias
arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su
correspondencia”, “tiene derecho a circular libremente y a elegir su
residencia en el territorio de un Estado, a salir de cualquier país,
incluso del propio, y a regresar a su país”, “en caso de persecución, a
buscar asilo, y a disfrutar de él, en cualquier país”. “Toda persona tiene
derecho a una nacionalidad”. Los hombres y las mujeres tienen derecho, sin
restricción alguna por motivos de raza, nacionalidad o religión, a casarse
y fundar una familia, y disfrutarán de iguales derechos en cuanto al
matrimonio, durante el matrimonio y en caso de disolución del matrimonio”.
“Toda persona tiene derecho a la propiedad, individual y colectivamente.
Nadie será privado arbitrariamente de su propiedad”.

El documento de Naciones Unidas señala que “toda persona tiene derecho a
la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión”, “a la libertad
de opinión y de expresión”; “a la libertad de reunión y de asociación
pacíficas” “a participar en el gobierno de su país, directamente o por
medio de representantes libremente escogidos”, “a la seguridad social”, al
trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y
satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo”, “al
descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable de la
duración del trabajo y a vacaciones periódicas pagadas”, “a un nivel de
vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el
bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la
asistencia médica y los servicios sociales necesarios”

“Toda persona tiene derecho a la educación gratuita, al menos en lo
concerniente a la instrucción elemental y fundamental” que “será
obligatoria”,“a tomar parte libremente en la vida cultural de la
comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y
en los beneficios que de él resulten”.

En la parte final la Declaración expresa que “toda persona estará
solamente sujeta a las limitaciones establecidas por la ley con el único
fin de asegurar el reconocimiento y el respeto de los derechos y
libertades de los demás” y que “nada en esta Declaración podrá
interpretarse en el sentido de que confiere derecho alguno al Estado, a un
grupo o a una persona, para emprender y desarrollar actividades o realizar
actos tendientes a la supresión de cualquiera de los derechos y libertades
proclamados en esta Declaración.

La Masonería Argentina recuerda hoy este documento básico de la
convivencia humana, nacido a poco de las desgarradoras experiencias de la
Segunda Guerra Mundial. Reitera, además, su oposición plena y decidida al
horror de la guerra, reclama la solución pacífica de todos los diferendos
por más difícil que resulte su trámite y recuerda que en cualquier
controversia, la Masonería recomienda como método de avenimiento la
identificación inicial de las coincidencias para que ese ejercicio permita
el más sereno intercambio posible para el logro de soluciones justas y
alejadas de cualquier tipo de violencia.

Ángel Jorge Clavero
Gran Maestre