Departamentos y microdepartamentos: cambios culturales y artificios comerciales

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📌 1⃣ *Los departamentos implicaron siempre un concepto de achicamiento superficial* y de progresiva estandarización y condicionamiento de las formas de habitar. | Desde el mercado inmobiliario se ha rentabilizado la reducción de los espacios de la vivienda a su más mínima expresión de lo público y lo privado.

📌 2⃣ *El mercado ofrece actualmente unidades de menor superficie que hace 15 años. Una unidad de tres ambientes promedio puede totalizar unos 65 m2, cuando antes era común que rondara los 80 m2*. Esto es lo que hace que el negocio inmobiliario sea cada vez más rentable, se reduce la superficie, la inversión de los desarrolladores, pero sin reducirse el costo final de las unidades habitacionales.

📌 3⃣ *»Los microdepartamentos se instalaron progresivamente en el mercado a partir del uso de las unidades de oficinas como viviendas*. Los discursos en torno al *co-working*, como el alquiler de espacios compartidos de trabajo, y *co-living* como el alquiler de dormitorios con espacios comunes compartidos destinados a la sociabilidad.

📌 4⃣ *Augusto Penedo, desde el CPAU señalaba que para bajar los costos de los departamentos tenés dos opciones*, o empeoras la calidad de la construcción o los haces más chicos. Hasta ahora se siguió la primera opción y no solucionó el problema de la vivienda, hay que probar el otro camino.

📌 5⃣ *El nuevo Código Urbanístico establece una superficie mínima de 18 m2, pero no garantiza cómo compensar las necesidades de espacios alternativos para desplegar todas las necesidades de la vida doméstica*.

📌 6⃣ Con el supuesto atractivo de bajar los precios de las propiedades y beneficiar el acceso a la vivienda, *el mercado acomoda su margen de ganancia*. Aumenta la rentabilidad porque, *con la misma cantidad de ambientes, los departamentos terminan teniendo un 25% menos de superficie pero el m2 incrementa de valor*. El negocio es lograr mayor cantidad de departamentos por edificio con el menor volumen constructivo.

📌 7⃣ *Estar a favor o en contra de esta tipología del mercado, es estar a favor o en contra de la especulación inmobiliaria a costa de la calidad de vida de la población.*

📌 8⃣ *Javier Urbina, psicólogo urbanista de la UNAM, sostiene que a lo largo de meses suele traer conflictos fuertes*. Cuando alguien quiere estar solo y no tiene dónde, representa una presión muy seria. En espacios reducidos, la convivencia se vuelve hostil ante la falta de privacidad, y los habitantes de estas pequeñas viviendas desarrollan una pelea por el espacio: No faltarán las disputas entre vecinos por apropiarse de áreas comunes comenta Urbina.

📌 9⃣ *En esta nueva tipología, los que menos se adaptan son los segmentos etáreos extremos*: los niños y los adultos. Los primeros por falta de espacio para desplegar una vida saludable, los segundos porque deben despojarse de todo su bagaje cultural, para al ingresar a un microdepartamento, poder comenzar una historia eternamente presentificada, desde cero

📌 *Alguien podría pensar que con esta tipología comercial se está transitando hacia un socialismo decimonónico por la vía del capitalismo. Pero esto está lejos de suceder.* El actual contexto en el que se proponen estos microdepartamentos no promueve el comunitarismo*. Al contrario, con la constante disminución, uniformidad restrictiva, y privatización de los espacios públicos, con la concentración de la propiedad en cada vez menos manos, con el incentivo a la cultura del consumo y del individualismo, los *microdepartamentos surgen sintomáticamente como otra forma más de depredación de la vida humana por parte del capitalismo*.

Fuente: Observatorio del Derecho a la Ciudad

MICRODEPARTAMENTOS y CODIGO URBANISTICO
Departamentos y microdepartamentos: cambios culturales y artificios comerciales.

1. Evolución en las concepciones y espacialidad de los edificios de departamentos

Tratar sobre departamentos como si fuese una tipología habitacional que ha perdurado inmutable a lo largo del tiempo es un error conceptual. Diferentes concepciones, modelos, e imaginarios sobre el espacio doméstico se sucedieron a lo largo de la historia en torno a lo que se entiende por departamentos. Una de las cuestiones nodales que sí ha perdurado es su caracterización como vivienda de superficie reducida. Los departamentos implicaron siempre un concepto de achicamiento superficial y de progresiva estandarización y condicionamiento de las formas de habitar, debido a la división entre espacios de uso público como la sala, living, y comedor, y los dormitorios de uso privado. Junto con estas concepciones, se iba produciendo cierta reducción del sentido que orientaba las transformaciones culturales, y que en lo más profundo, fueron instalando la inversión inmobiliaria de construcción de departamentos como un negocio cada vez más rentable.

En la Ciudad de Buenos Aires, la construcción de edificios de departamentos como una inversión rentable, data de comienzos de siglo. Como no existía la subdivisión de las propiedades, se instauraron como un modelo de inversión altamente rentable y que pretendía dar respuesta a la necesidad habitacional de un amplio rango de demanda desde los sectores y grupos con más ingresos hasta los de menos ingresos. Los edificios podían ser de alta renta o baja o moderada renta según los sectores sociales a los que estuviesen destinados.

Los departamentos más lujosos destinados a la alta renta, imitaban en su organización espacial y funcional a los grandes palacios franceses y petit hoteles. Tenían múltiples espacios destinados a la sociabilidad: sala, salón, comedor, biblioteca, fumoir, y diferentes salitas más o menos íntimas, que eran, en su conjunto, los elementos centrales de jerarquización. En las primeras décadas del siglo XX, los departamentos diseñados por los estudios de arquitectura más prestigiosos de la ciudad como el de Alejandro Christophersen y el de los arquitectos Eduardo María Lanús y Paul Hary, seguían los modelos del palacios franceses,y se destacaron por la amortiguación a través de diferentes espacios, del tránsito desde los espacios públicos (de los salones, comedores, living) hacia los privados de los dormitorios, y desde los espacios de servicios (cocinas, salas de trinchar) a los espacios públicos. En este dibujo de Christophersen el año 1926, se caricaturizaba lo que en ese momento se consideraba la extrema proximidad de los espacios destinados a servicios. Además señalaba

Habrán ustedes notado en estas páginas pseudo arquitectónicas, las que a menudo publican la planta de algún edifico de departamento, en qué forma deficiente están distribuidos éstos. Por lo general hay que hacer todo un viaje de la cocina al comedor, dejando el olor de la comida en los pasillos de las habitaciones y en el hall que forzosamente atraviesa el sirviente del comedor, sahumando con el perfume de coles y guisos estos locales. Se me figura que quizá resulte una economía. Después de hacer un buen almuerzo se colocarían a la noche las sillas en el hall y toda la familia, aguzando su olfato y la imaginación, repiten el menú sin gasto alguno.

El proceso de densificación urbana de la Ciudad de Buenos Aires de la década del treinta estuvo consustanciado con el fenómeno urbano de surgimiento y difusión extendida de la casa de departamentos en altura. En ese momento, en las revistas de difusión masiva para el hogar se publicaban infinidad de artículos que alertaban acerca del abandono de las viejas casas de patio para ir a vivir a los departamentos. Se relacionaba el achicamiento de la superficie de la vivienda con la destrucción de la familia, entendida como la familia extensa de dos o tres generaciones convivientes. En ese desplazamiento dejaba de ser funcional y adecuado el mobiliario de gran tamaño. Relojes de pie, aparadores, sillones, y roperos, dejaban de tener sentido en esta novedosa tipología habitacional, porque además, contemplaban desde su construcción lugares para guardado embutidos, fueran placares y alacenas. El abandono de los objetos provenientes del pasado familiar significaba un abandono o pérdida de los valores tradicionales.

En la década de 1940, las leyes de congelamiento de alquileres junto con la prohibición de los desalojos que estuvieron vigentes hasta la caída del gobierno peronista en el año 1955, colaboraron en desalentar la inversión en la construcción de departamentos debido al impacto en la reducción de la rentabilidad, y conllevaron a una disminución en el ritmo de la construcción de nuevos edificios. A partir del año 1948, con la Ley de Propiedad horizontal se introdujo el criterio de subdivisión de la propiedad, que si bien se plasmó paulatinamente en la subdivisión de unidades en los edificios ya construidos, se instaló como un nuevo factor dinamizador en el mercado inmobiliario, y a través de créditos para la construcción del Banco Hipotecario Nacional, permitió la incorporación de propietarios, y consecuentemente la disminución de inquilinos.

En la Ciudad de Buenos Aires, el furor inmobiliario de las décadas de 1960 y 1970 implicó la estandarización del concepto del espacio doméstico que se evidencia en la forma comercial adoptada desde entonces para difundir ofertas y demandas, con la introducción del concepto de ambiente. Bajo la denominación de ambiente, comenzó a englobarse tanto los espacios destinados a la sociabilidad (como living, comedor, living-comedor), como los dormitorios destinados a la intimidad. En el contexto de esta oferta habitacional seriada, los más valorizados siguieron siendo los que tenían doble acceso y dobles circulaciones, dependencias de servicio, y mayor superficie destinada a los espacios de recepción, y halles (más o menos íntimos). La masiva construcción de edificios en altura en el barrio de Belgrano, que terminó con su patrimonio edilicio de grandes casonas, testimonia este profundo proceso de transformación urbana.

Como señala Jean Baudrillard, el status del objeto moderno está dominado por la oposición modelo-serie. En cierta medida ha sido siempre así. Una minoría privilegiada de la sociedad ha servido siempre de campo de experiencias a estilos sucesivos cuyas soluciones, métodos y artificios son difundidos más masivamente. Frente a la oferta masiva de vivienda, desplegada sobre un modelo habitacional estandarizado, en la década de 1990 comenzó a surgir una oferta diferenciada de departamentos de lujo en torres de departamentos, fundamentalmente construidos en la zona norte de la ciudad, en los barrios de Palermo y Recoleta.

Desde ciertos estudios de arquitectura prestigiosos comenzó a introducirse un nuevo concepto en la comercialización, con la venta de unidades de superficies sin paredes internas, susceptibles de ser adaptadas o customizadas según las necesidades y deseos de los compradores. El furor inmobiliario de la zona de Palermo trajo una sofisticación posmoderna en torno al habitar doméstico, con la introducción del concepto de target. El ciclo de torres identificado como Quartier del estudio Camps y Tiscornia; los Quartier Demaría, Quartier de Oro, Quartier Sinclair y Quartier Ocampo, constituyen un ejemplo paradigmático de un momento inicial de resurgimiento de las torres hacia la década del noventa. En principio fueron concebidas como productos de una serie identificable en el espacio urbano por su proximidad y alturas, tal como se las retrataba en una axonometría en un artículo de un suplemento de arquitectura de periódico. En algunos aspectos se apuntó inicialmente a homologarlas a través de la forma de representación que apuntaba a disimular sus diferencias.

Estaban dirigidas a un usuario multitarget de gran diversidad. Los edificios podían contener monoambientes o departamentos de uno, dos, tres dormitorios o más, conformando de esta manera un grupo relativamente homogéneo desde el punto de vista de su poder adquisitivo, pero heterogéneo en cuanto a sus diferencias etáreas y composición familiar. Su característica de exclusividad se situó en la amplitud de superficies de los departamentos, una estética que remitía a una modernidad clásica, y la variedad tipológica de cada una de las unidades pues se contemplaba un diseño a medida según las necesidades y preferencias del comitente.

Esta serie presentaba además la singularidad de caracterizar un sector de la ciudad, como marca de autor. La vecindad de cada emprendimiento, volumetrías, soluciones tecnológico-constructivas, remates y proporciones tenían rasgos de fuerte parentesco con ligeras variaciones en aspectos más superficiales. Esta condición de parentesco también se relativizaba en las soluciones de las plantas que contaban con un amplio margen de variabilidad, pues estaban dirigidas a una clase social con imperiosas necesidades de individualización y jerarquización social.

En ese momento, el énfasis estaba puesto en lo formal. Los Quartier Demaría (de Godoy Cruz 3046) fueron concebidos como singulares dos torres gemelas situadas en uno de los barrios porteños de mayor jerarquía con una gran infraestructura de servicios y deportiva. Según los autores eran ambos volúmenes los que dotaban al conjunto de imagen e identidad a nivel urbano si bien respondían además a claros criterios de funcionamiento con las tecnologías más avanzadas en cuanto a soluciones constructivas para edificios de viviendas.

Los departamentos que se lanzaron al mercado en la primera década del siglo XXI estuvieron directamente destinados a satisfacer demandas específicas de los diferentes segmentos etarios: jóvenes solos; parejas sub-treinta; matrimonios jóvenes con hijos pequeños; matrimonios con hijos adolescentes; adultos mayores, etc. Estos artificios comerciales estaban orientados a dinamizar el mercado inmobiliario a través de generar posibilidades de consumo que se retroalimentaban conforme evolucionaba el ciclo de vida familiar.

En los edificios de departamentos, a lo largo de los años se fueron reduciendo los espacios destinados a amortiguar el tránsito desde el exterior al interior y entre espacios dentro de la misma vivienda, como una cuestión de maximización de la inversión. Esta modalidad se argumentaba en departamentos de torres de alto costo, en publicaciones especializadas que instalaban que ahora se ingresa por la cocina. Mientras que en la década del sesenta, los departamentos más valorizados eran los que seguían teniendo grandes superficies destinadas a la sociabilidad y los servicios, de acuerdo con el modelo del espacio doméstico francés del siglo XIX, la ruptura de este modelo es más bien reciente. Ya no hay pudor por ocultar o amortiguar el tránsito a las cocinas, sino que estas se integran al living-comedor para poder compartir los rituales de la gastronomía casera, en familia o bien con amigos. Esta nueva modalidad de consumo también favorece la inversión inmobiliaria que optimiza la distribución de superficies de circulación, hasta casi eliminarlas.

2. Cuestiones culturales en torno a la reducción de la superficie

Entre los años 1928 y 1933, los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM), inspirados por la mayoría de los arquitectos socialistas que participaban en ellos, tratando de dar respuesta a las acuciantes demandas habitacionales de la Europa de la primera posguerra,se abocaron a debatir en torno a los problemas del existenzminimun, existencia mínima, o vivienda mínima. Partiendo de concepciones científicas eficientistas, buscaban alcanzar el máximo de confort con parámetros económicos mínimos, pero también perseguían optimizar el espacio para rentabilizar el tiempo de las tareas domésticas de acuerdo con las teorías tayloristas.

Hacia los años 1960, en resonancia con las utopías ultra-teconológicas de ese escenario de la segunda posguerra, el teórico inglés Reyner Banham escribió el artículo A home is not a house (1965), en donde ponía en crisis las concepciones contemporáneas sobre la vivienda, sobre la casa. Su elaboración teórica partía de la constatación de que la vivienda se veía invadida por los dispositivos tecnológicos: cañerías, conductos de humo, cables, luces, enchufes, hornos, piletas, trituradores de residuos, parlantes de hi-fi, antenas, plenos, freezers, calentadores, etc., a tal punto de interrogarse si realmente era necesario tener una casa para sostener todo esto, o bien si solo bastaba con estos dispositivos para satisfacer las necesidades humanas. De esta manera hipotetizó acerca de una vivienda del futuro, que tendría un mínimo de estructuras materiales y un máximo de servicios mecanizados que cubrirían todas las necesidades. Tal como ilustraba en su artículo (ver Figura 2), en este imaginario futurista, el espacio doméstico se constituía sin siquiera necesidad de ropas, solo con los dispositivos tecnológicos y todo el acondicionamiento ambiental.

Japón con la corriente arquitectónica de los metabolistas tiene una larga tradición en experimentaciones de superficies mínimas. La torre Nagakin de 1972, del arquitecto japonés Kisho Kurokawa, con sus cápsulas enchufables, son el antecedente más famoso.

La vida sencilla y lenta que promovía Carl Honoré con su Elogio de la lentitud implicó una reformulación de los valores éticos y estéticos de las nuevas generaciones que rondan en torno al despojamiento material y a un modo de vida desapegado de las cuestiones materiales, y que en apariencia redunda en un alivianamiento del peso de los objetos de la cultura material. De ahí que los departamentos de superficie más reducida del mercado, que están destinados a los jóvenes, solteros o casados, se caracterizan por la escasez de lugares para guardado. Justamente porque esta cultura posmoderna, derivada en preceptos new age, apunta al desprendimiento de las cuestiones materiales, a un progresivo despojamiento, y una dedicación a la espiritualidad. El minimalismo japonés colaboró con sus imágenes en la construcción de una estética que acompañaba estas transformaciones culturales. Las prescripciones de Marie Kondo en su Magia del orden resultan el fin de ese proceso, y evidencia las dificultades de las viviendas de superficies reducidas, y de los departamentos pequeños, en términos de ordenamiento. En estas nuevas espacialidades los lugares para guardado resultan insuficientes.

3. Los monoambientes y los microdepartamentos

Bajo un ethos de liviandad, despojamiento, y liberación de las formalidades en lo doméstico, desde el mercado inmobiliario se ha rentabilizado la reducción de los espacios de la vivienda a su más mínima expresión de lo público y lo privado. Con el auge de los monoambientes, volvió el criterio de vivienda transformable o de desprejuicio respecto de la exposición de todo aquello que antes se preservaba de la mirada de los otros. La sociedad del espectáculo de exposición de la intimidad en los medios de difusión masivos evidencia los profundos procesos de transformación cultural que acompañan estas transformaciones del espacio doméstico y de la vivienda como espacio físico. El monoambiente es un espacio transparente en donde todo queda expuesto. Es dormitorio, cocina, living y comedor. Lo único que se preserva, que es opaco a la vista, es el baño.

Desde el mercado inmobiliario se reconoce que cuando la clase media típica necesita un dormitorio más, no puede pagar un departamento grande y busca en un departamento chico según explica Diego Migliorisi. El mercado ofrece actualmente unidades de menor superficie que hace 15 años. Una unidad de tres ambientes promedio puede totalizar unos 65 m2, cuando antes era común que rondara los 80 m2. Con el boom inmobiliario se perdieron unos 15 m2. Esto es lo que hace que el negocio inmobiliario sea cada vez más rentable, se reduce la superficie, la inversión de los desarrolladores, pero sin reducirse el costo final de las unidades habitacionales.

Los microdepartamentos se instalaron progresivamente en el mercado a partir del uso de las unidades de oficinas como viviendas. Los discursos en torno al co-working, como el alquiler de espacios compartidos de trabajo, y co-living como el alquiler de dormitorios con espacios comunes compartidos destinados a la sociabilidad, bajo la forma de alquiler temporario destinado al turismo, atravesó los conceptos de lo doméstico y dio un giro a la renovación de la oferta inmobiliaria. El desarrollador Pablo Brodsky lo explicaba claramente en un reportaje del año 2017:

El atractivo de estas unidades es que por menor costo de inversión al de una unidad tradicional a estrenar, el precio del alquiler es similar al de una unidad de 35 m2, mejorando así la rentabilidad de su inversión.
Algunos coinciden en señalar que el surgimiento de esta concepción se debe al paso del huracán Sandy que azotó la ciudad de Nueva York en el año 2012, cuando desde el Estado local, se pensó en dar respuesta al déficit habitacional con la construcción de edificios de pequeñas unidades de vivienda. Desde el Departamento de Vivienda, Preservación y Desarrollo de la Ciudad de Nueva York se organizó un concurso de arquitectura bajo en nombre MY Micro NY. El proyecto ganador fue del estudio nARCHITECTS que planteaba unidades mínimas de 24 m2 destinadas a personas solas o parejas. Si bien, las normativas de edificación de la ciudad de Nueva York establecen como superficie para departamentos la de 37 m2, esta regulación había sido omitida para el proyecto de My Micro NY con el fin de crear viviendas más accesibles. En ese contexto, el Museo de la Ciudad de Nueva York había organizado la muestra llamada Making Room, en la que se mostraban los nuevos modelos de vivienda para los neoyorkinos.
Con la intención de demostrar que no se afectaba la calidad de vida por el hecho de vivir en una vivienda más chica, una persona habitó por cinco días a la vista del público en un microdepartamento.

En Hong Kong los departamentos de 5 m2 surgieron recientemente como solución ante las dificultades de acceso a la vivienda. Estas unidades habitacionales tienen superficies más pequeñas que las asignadas a una celda de cárcel de la misma ciudad, y apenas cuenta con cocina, un baño y una cápsula para dormir. El Consejo de Servicios Sociales de Hong Kong, está estudiando la posibilidad de convertir contenedores en viviendas temporales. Se basaron en un antecedente de Holanda, y propusieron utilizar pasos subterráneos y estacionamientos abandonados para ubicar estas microunidades.

Con el argumento de la innovación, y la necesidad de desprenderse de prejuicios y de paradigmas antiguos, el arquitecto Augusto Penedo, desde el Consejo Profesional de Arquitectura y Urbanismo (CPAU) defendía la irrupción de estas nuevas unidades de vivienda en el mercado. En una entrevista con Clarín ARQ del mes de septiembre del año 2016, señalaba que para bajar los costos de los departamentos tenés dos opciones, o empeoras la calidad de la construcción o los haces más chicos. Hasta ahora se siguió la primera opción y no solucionó el problema de la vivienda, hay que probar el otro camino.

El nuevo Código Urbanístico establece una superficie mínima de 18 m2, pero no garantiza cómo compensar las necesidades de espacios alternativos para desplegar todas las necesidades de la vida doméstica. En las nuevas formas de habitar que se presentan con los microdepartamentos de superficie extremadamente reducida, bajo los slogans del co-working y co-living se encarna, de manera inherente, la solución mágica a la necesidad imperiosa de espacios de descongestionamiento del hacinamiento. Pero no existe una normativa que regule estas cuestiones que quedan en el ámbito de la discrecionalidad de los desarrolladores. Para Penedo, las plazas vendrían a cubrir estas necesidades de espacios de descongestión. En sus concepciones: una ciudad como Buenos Aires, con buenos espacios públicos, plazas, parques, servicios, transporte, cultura y espectáculos puede ofrecer una calidad de vida que substituya el espacio necesario en un departamento.

En síntesis, con el supuesto atractivo de bajar los precios de las propiedades y beneficiar el acceso a la vivienda, el mercado acomoda su margen de ganancia. Aumenta la rentabilidad porque, con la misma cantidad de ambientes, los departamentos terminan teniendo un 25% menos de superficie pero el m2 incrementa de valor. El negocio es lograr mayor cantidad de departamentos por edificio con el menor volumen constructivo. Estar a favor o en contra de esta tipología del mercado, es estar a favor o en contra de la especulación inmobiliaria a costa de la calidad de vida de la población.

Según un estudio de México, la tendencia de construir viviendas mínimas persiste a pesar de los riesgos que representa para la salud de los habitantes. Ha demostrado que constituye un factor que acelera situaciones de agresión. El hacinamiento es uno de los factores que más influye a nivel psicológico. Se caracteriza por ser acumulativo, según sostiene Javier Urbina, psicólogo urbanista de la UNAM a lo largo de meses se vuelve una circunstancia importante en términos de relación familiar o de sensación de bienestar personal, suele traer conflictos fuertes. Cuando alguien quiere estar solo y no tiene dónde, representa una presión muy seria. En espacios reducidos, la convivencia se vuelve hostil ante la falta de privacidad, y los habitantes de estas pequeñas viviendas, desarrollan estrategias para poder afrontar la situación, o bien, pierden los límites de interacción con los demás en un intento de evitar alteraciones, con lo cual se vuelve entonces una pelea por el espacio: No faltarán las disputas entre vecinos por apropiarse de áreas comunes comenta Urbina.

Según el documento Hacia una vivienda saludable de la Organización Panamericana de la Salud, la vivienda es el lugar donde pasamos la gran mayoría de nuestras vidas. En las recomendaciones se destaca que las cocinas deben estar bien ventiladas y los lugares de preparación de alimentos no deben estar cerca de los lugares de dormir, ya que contar con espacios separados, genera bienestar y seguridad a los integrantes de la familia.

En el contexto de la formulación de los nuevos instrumentos urbanísticos, Código Urbanístico y de Edificación, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, organizó un evento lúdico y de divulgación en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires que llamó Hackatón. Hubo dos eventos. En el primero de ellos animaron a los alumnos a inspirarse en las construcciones de los arquitectos metabolistas japoneses, como si de un juego se tratara la cuestión de la vivienda, del espacio doméstico, del espacio habitacional, de la necesidad y carencia de ellas, de solución del déficit habitacional; como quieran llamar a la construcción de ese espacio existencial esencial para la naturaleza humana.

Los microdepartamentos de hoy, encarnan las utopías sesentistas de Banham y hasta las de los socialistas rusos que promovían la vida socializada para hacer un uso más eficiente del espacio. En esta nueva tipología, los que menos se adaptan son los segmentos etáreos extremos: los niños y los adultos. Los primeros por falta de espacio para desplegar una vida saludable, los segundos porque deben despojarse de todo su bagaje cultural, para al ingresar a un microdepartamento, poder comenzar una historia eternamente presentificada, desde cero. Como señala Kondo, estas nuevas espacialidades se basan en una cultura material mínima, esencialista, pero también consustanciada con la sociedad de consumo, de un consumo incesante que no contempla la obsolescencia ni el recuerdo.

En el conjunto habitacional Narkomfin de Moises Guinzburg se encarnaba un experimento de transformación cultural socialista, y planteaba con diferentes tipos de departamentos, el tránsito desde una vivienda capitalista, e individualista, hacia una vivienda comunitaria. Había en este conjunto dos tipos de viviendas, un tipo más adecuado para una familia con cocina, desarrollada en tres niveles, y otra más adecuada a la vida de una o dos personas dispuestas a vivir en comunidad. En todos los casos los muebles eran plegables, para hacer los espacios más versátiles. En este edificio, un bloque anexo funcionaba para todas las actividades en común.

Para convertir los microdepartamentos en dispositivos totalmente eficientes, más allá del co-working y co-living, debería contemplarse, junto con las guarderías para automóviles y para vinos, powerstations, y demás soft amenities que se ofrecen como la panacea de la posmodernidad: guarderías para niños, para adolescentes, y para ancianos. La ciudad necesitaría que el nuevo Código Urbanístico más que contemplar la regulación de microdepartamentos en función de una superficie mínima de 18m2, contemplara la regulación de un modelo de Falansterio a la manera Fourieriana.

Tal vez, alguien podría pensar que con esta tipología comercial se está transitando hacia un socialismo decimonónico por la vía del capitalismo. Pero esto está lejos de suceder. El actual contexto en el que se proponen estos microdepartamentos no promueve el comunitarismo. Al contrario, con la constante disminución, uniformidad restrictiva, y privatización de los espacios públicos, con la concentración de la propiedad en cada vez menos manos, con el incentivo a la cultura del consumo y del individualismo, los microdepartamentos surgen sintomáticamente como otra forma más de depredación de la vida humana por parte del capitalismo.