«Desde el umbral». Eduardo Sanguinetti, Filósofo, poeta y performer argentino

«Jamás he podido superar la sensación de haber nacido en el lugar y en el momento equivocado…”

El estado de las cosas nos enfrenta a un gravísimo problema, al que ningún mandatario de nación alguna u organismo internacional, parece desear asumir: lo pactado y pautado en la Declaración de los Derechos Humanos, pues en efecto, el problema no es filosófico, sino jurídico y sobre todo político.

Invito al lector, intentar hacer un análisis de la aplicación de los derechos humanos desde su proclamación en 1948, leerlos y luego observar los acontecimientos en el devenir de la historia del presente. Creo que, si no pertenece al grupo de hipócritas que ocupan puestos de gerentes del imperio neoliberal, deberá admitir y reconocer que lo manifestado por los filósofos, lo formulado por los juristas y proclamado de modo especulativo por los políticos, deviene en un acto de simulación, pues estamos aún a siglos luz de que los tan mentados derechos humanos estén implementados y en plena vigencia. La historia humana y sobre todo la de nuestras naciones latinoamericanas, está apenas en el umbral de su historia.

Hay demasiados muertos sin vigencia en una comunidad como la argentina, sentenciada por un sistema judicial y policial represivo, necrótico y disfuncional, que promueve sus héroes desde las pantallas y redes de la web, al servicio del simulacro.

Lo que llamamos vida guiña su ojo económico y las renuncias necesarias de funcionarios fraudulentos e incapaces nunca llegan.

Me refiero de manera puntual a los violentos acontecimientos que vienen sucediendo hace un tiempo en mi querida tierra uruguaya, donde la justicia está de la mano de la desmesura y el anacronismo en acto.

Así pasan los días y las horas se convierten en asuntos negociables, todo tiene valor en moneda. El mercantilismo impuso su substancia, ante el amparo de la ley, cual contragolpe constitutivo de discontinuidad al denominado orden vigente.

Desde hace un tiempo, se convirtió en rutina ver cómo se ejecuta a jóvenes y se mercadea, prostituyendo a niñas menores de edad en Uruguay y se judicializan marchas de reclamos a los poderes. La incertidumbre crece, la impostura se enriquece.

Una situación de bajas defensas, perfecta para el advenimiento de todo tipo de nostalgias de disciplina o de obsesión de diferencia: la puerta abierta a fundamentalismos, racismos, academicismos, castrismos y mesianismos, camuflados de progreso, cual rutina de existencia degradada de un ejército de sonámbulos.

Creo que vivimos en un estadio donde la democracia ha tomado perfiles muy difusos. Si por democracia entendemos el ejercicio efectivo del poder por parte de un pueblo, que no está dividido ni ordenado jerárquicamente en clases, es claro que estamos lejos de una democracia.

Me parece muy evidente que estamos viviendo bajo un régimen de dictadura de clase, de un poder de clase que se impone desde la violencia, incluso cuando los instrumentos de esta violencia son institucionales y constitucionales.

Entonces, hablar de democracia en esta situación carece de sentido.

¿Por qué?, ¿a causa de qué conjura estaría ocurriendo esto?, ¿es que alguien ha muerto?, ¿Macri es un líder carismático sin igual?, ¿el discurso de este candidato es tan avasallador que seduce cual princesa a los votantes? Nada de eso: el presidente offshore, en la ubicuidad de su ausencia, solo se ha asimilado al vacío conceptual y discursivo de este tercer milenio, dejando de lado el discurso y su celebración, asimilándose a la civilización de la cosa, convirtiéndose en objeto, cual sujeto del destino, a una velocidad para degradarlo todo que abruma… pareciera que la denominada oposición acompaña al presidente offshore, sin ideales, pero con mucha platita.

En las elecciones presidenciales de 2019, es indispensable se le dé espacio a un «nuevo» candidato, de perfil humanista, que accionando desde espacios imprevisibles, desde los bordes, los intersticios, desde donde el factor sorpresa sea una constante y un modo de instalar el discurso, pues el electorado ha mutado; no es el de hace diez años o veinte años, este solo sigue tendencias y muchas veces las palabras huelgan ante la muerte de las ideologías.

Para esta nueva democracia sólo “sirve” que el procedimiento sea coincidente con el sistema de normas. La democracia se limita a un simple procedimiento, es un formalismo que, eso sí, hay que cumplir a raja tabla. Como el dogma es que al poder sólo se accede por el voto, cómo se consiga no interesa. La conservación del poder se realiza a través de una reelección perpetua con constituciones ad hoc; cómo se logre no se cuestiona.

No debemos ignorar que asistimos en nuestros días a la despersonalización de la política. Los políticos son reemplazados rápidamente por los tecnócratas al estar la política subordinada a la economía, manipulada por transnacionales. Y los tecnócratas, esto es, los políticos procedimentales, no tienen escrúpulos; el tecnócrata no da razones, sólo beneficios a quien le paga. Los grandes actos de corrupción de estos últimos años, en Uruguay y Argentina, fueron llevados a cabo por tecnócratas que asesoraban a los funcionarios en acto de gobiernos procedimentales.

Sueño con un candidato fogueado en las lides de la vida, jamás negociable, asimilado a los principios fundantes de Hernández, Wilde, Fray Mocho, Cortazar, Arlt, Martínez Estrada, Lugones, Macedonio Fernández, Lisandro de la Torre, Jauretche y tantos otros. Un candidato devenido en una prosa dialéctica corporizada en actos de vida concretos y comprobables.

Este candidato, existe, silenciado es ignorado por una sociedad anestesiada, temerosa y que pareciera solo plena de emociones para gritar el gol de su equipo de fútbol; gentes que se dicen revolucionarias en soeces comentarios de Facebook o Twitter, incontinentes en peluquerías de barrio, lanzando todo tipo de fórmulas para un futuro espantoso, de consumo y de olvido de lo que pudo ser un mundo en armonía y para todos, en lo que se denomina orden natural.

La actitud del candidato-presidente que esperamos, “aquí, allí y en todas partes”, sería la que corresponde al que finalmente ha comprendido la lección de la historia, asumiendo todos los cambios en giro de 180º que se produjeron en este milenio, en compromiso de vida en verdad y sin el gesto homicida de las promesas.