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Día Mundial del Medio Ambiente

El 15 de diciembre de 1977, la asamblea de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) oficializó el Día Mundial del Medio Ambiente. La elección del 5 de junio se debe a que un día como hoy, pero en 1972, tuvo lugar la Conferencia de Estocolmo, reunión de la ONU en Suecia donde se trató por primera vez las cuestiones medioambientales.

En ese marco, cada año en esta fecha, la ONU desarrolla acciones para sensibilizar a la población mundial en relación a temas ambientales.

Los objetivos principales son motivar a las personas para que se conviertan en agentes activos del desarrollo sustentable y equitativo, promover el papel fundamental de las comunidades en el cambio de actitud hacia temas ambientales y fomentar la cooperación para que el medio ambiente sea sostenible, para garantizar que todas las naciones y personas disfruten de un futuro más próspero y seguro.

El Día Mundial del Medio Ambiente acostumbra a tener un lema que lo caracteriza cada año. En este 2022, se celebrará a partir de la consigna «Una sola Tierra», la cual pide cambios profundos en las políticas y en nuestras decisiones para permitir vidas más limpias, ecológicas y sostenibles.

Precisamente, «Una sola Tierra» fue el lema de la Conferencia de Estocolmo de 1972, donde se acordó el establecimiento del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

La ONU expresó que «cincuenta años después, cuando la triple crisis planetaria sigue poniendo en peligro a nuestro planeta —el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, y la contaminación y los residuos— el lema sigue siendo pertinente».

El cambio ambiental global

El cambio ambiental global tiene una relación directa con la expansión acelerada de enfermedades de origen animal que pueden marcar una «nueva era de la especie humana», aseguraron especialistas de referencia internacional, quienes sin embargo destacaron que aún se está a tiempo de repensar «el modelo dominante de explotación de la naturaleza».

«Hay un cambio en la relación entre el ser humano y el medio ambiente que se va acelerando muy rápidamente y no tiene un horizonte previsible», explicó a Télam Ricardo Gürtler, director del Laboratorio de Eco-Epidemiología de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), en el marco del Día Mundial del Medio Ambiente que se celebra este domingo.

El investigador superior del Conicet y doctor en Ciencias Biológicas señaló que lo que ocurrió con la Covid-19 «forma parte de lo que algunos llaman una nueva era de la especie humana donde empiezan a dominar enfermedades emergentes».

«En esta etapa del planeta, el ser humano ya no les tiene miedo a las bestias como en el pasado, sino que ahora el problema son estos patógenos microbianos, pequeños organismos que circulan en forma imprevista y pueden generar millones de muertes», dijo quien es un referente internacional en el estudio del control de enfermedades transmitidas por insectos vectores, como el Chagas.

Sobre este punto, Sandra Díaz, investigadora superior del Conicet en el Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (Imbiv), aseguró a Télam que «siempre hubo enfermedades zoonóticas, esto es una consecuencia directa de nuestra profunda conexión evolutiva y ecológica con el resto de los seres vivos. Pero que estas enfermedades se globalicen es claramente consecuencia del modelo dominante de explotación de la naturaleza».

A 50 años de la Conferencia de la ONU sobre el Medio Humano

Este año se cumplen cinco décadas de la designación del 5 de junio como el Día Mundial del Medio Ambiente en la primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano en Estocolmo, que marcó «un hito fundamental en el desarrollo de la conciencia ambiental en el mundo», señaló Díaz.

«Una sola Tierra» fue el lema de esa conferencia celebrada en 1972 y, 50 años después, el organismo eligió la misma consigna porque «este planeta es nuestro único hogar y es responsabilidad de la humanidad salvaguardar sus recursos finitos».

A su vez, el lema se alinea con el concepto de «una sola salud» que plantea que no hay una salud humana, animal y ambiental separadas, sino que todas conforman un sistema en interacción.

«En los últimos 50 años hemos avanzado sobre ecosistemas en donde nunca antes hubo contacto estrecho y frecuente entre personas y animales silvestres. Ese avance se produce al deforestar y establecer poblaciones humanas, generalmente en condiciones precarias, en las fronteras forestales, agrícolas y mineras», dijo Díaz, quien en 2019 fue elegida como una de las diez personalidades de la ciencia por la revista británica Nature.

Y precisó: «Bajo estas condiciones, es muy fácil que los virus muten e invadan nuevas especies, salten a otros animales y a las personas. Y una vez que pueden infectar personas, al resto lo hacen la globalización del tránsito de mercancías y gente, la persistencia de focos de pobreza, el hacinamiento y la vulnerabilidad en muchas regiones».

«Una ola perfecta»

La pandemia de coronavirus vinculada a los murciélagos del sudeste asiático y la viruela del mono que ya registra más de 600 casos en países no endémicos son dos ejemplos de enfermedades zoonóticas.

«Al degradar el ambiente estamos generando presión sobre ese sistema para que los patógenos traten de adaptarse y les estamos dando contacto con humanos, entonces es una ola perfecta», describió a Télam Oscar Salomón, director del Instituto Nacional de Medicina Tropical, para quien eso «no se va a acabar».

El especialista en enfermedades endémicas sostuvo que habrá «nuevos emergentes permanentemente porque todos los organismos evolucionan y lo que puede llamar la atención es la aceleración que vamos a tener».

«Con la velocidad de transporte habrá más riesgo de que una epidemia se transforme en pandemia o, al menos, se disperse en más de un continente», añadió.

Los efectos del cambio global

Los científicos consultados por Télam coincidieron en que la degradación ambiental forma parte de un fenómeno mucho más amplio que es el cambio global e incluye al cambio climático, con los efectos que se observan en tiempo real sobre el casquete polar, y en eventos como inundaciones e incendios.

Matilde Rusticucci, doctora en Ciencias de la Atmósfera e investigadora principal del Conicet, aseguró al respecto que los impactos del cambio climático en la salud son múltiples: «Hay efectos directos, como al haber más cantidad de tormentas puede haber un aumento de accidentes, pero también hay impactos indirectos porque en algunas regiones aumenta la contaminación del aire».

Rusticucci, quien trabajó en los informes de evaluación del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas, precisó que «cuando hablamos de olas de calor, está probado que aumenta la mortalidad en la población y también cuando se produce una inundación las personas se ven afectadas porque no tienen acceso al agua potable».

Entre otros efectos llamativos, la especialista apuntó que las enfermedades transmitidas por vectores pueden llegar a correr los limites de dispersión, como ocurre con el mosquito del dengue que «antes vivía solo en zonas tropicales y ahora vive en regiones de nuestro país cada vez más al sur porque el clima cambió».

«Un cambio urgente y profundo»

Sobre cómo abordar la crisis planetaria y cumplir con los objetivos de desarrollo sostenible, los investigadores señalaron que es necesario «un cambio de trayectoria urgente y profundo» y acelerar la acción ambiental.

«Se pueden mitigar o prevenir muchas de estas enfermedades que pueden comprometer la vida; depende del grado de preparación que tengan los individuos y la sociedad, del grado de alerta y de la calidad de vida y salud de la población», consideró Gürtler y pidió «fortalecer los sistemas de salud y los sistemas de distribución de alimentos».

Por su parte, Rusticucci planteó que para enfrentar al cambio climático «hay que tomar medidas de adaptación y de mitigación» que impliquen dejar de emitir gases de efecto invernadero y buscar formas de absorber el exceso de esos gases.

«El clima cambió mucho más rápido de lo que reaccionan los humanos ante estos cambios», agregó la investigadora y concluyó: «Yo pongo todas mis fichas en los jóvenes activistas con respecto al cambio climático y al medio ambiente. Espero que ellos puedan lograr lo que no se logró en estos 50 años».

A 50 años de la primera conferencia ambiental de la ONU, expertos piden «pasar a la acción»

Repensar el modelo de desarrollo y pasar a la acción son algunas de las medidas que especialistas en ecología consideraron urgentes, a 50 años de la primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano de Estocolmo que marcó «un hito en el desarrollo de la conciencia ambiental en el mundo».

«Lo primero y principal es repensar el modelo de desarrollo. La única forma de enfrentarse al cambio climático, el deterioro de la naturaleza y la creciente desigualdad es tratándolas en conjunto, como síntomas de una sola enfermedad», señaló a Télam Sandra Díaz, investigadora superior del Conicet en el Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (Imbiv).

La doctora en Ciencias Biológicas que recibió en 2019 el Premio Princesa de Asturias por su investigación en defensa de la biodiversidad, sostuvo que «el discurso ambiental se ha instalado cada vez más a nivel de los gobiernos, las corporaciones y la sociedad civil, pero el problema es que poquísima gente está haciendo algo concreto por ese ‘futuro verde’ del que tanto nos gusta hablar».

«Lo que hace falta es pasar de la declaración a la acción, a todo nivel, desde el individual hasta el intergubernamental, pero con responsabilidades diferenciales», puntualizó y marcó que todas las personas «podemos y debemos aportar nuestro granito de arena pero con la acción individual claramente no va a alcanzar».

Para Días, hace falta acción colectiva y organización «para presionar sobre los sectores que tienen más capacidad de actuar, para encaminarnos hacia esos futuros mejores y más justos».

En el mismo sentido, Oscar Salomón, director del Instituto Nacional de Medicina Tropical, sostuvo en diálogo con Télam que en los últimos 50 años «se incorporó en el discurso de todos los estratos sociales el tema ambiental y se tiene mucha más conciencia, pero a su vez, como los fenómenos de degradación ambiental se aceleraron, se requieren medidas más enérgicas y urgentes y esas son las que nos están faltando».

«La poca velocidad del cambio de fuentes energéticas es un ejemplo», continuó el investigador principal del Conicet, para quien «no hay que estar en contra del desarrollo, sino sencillamente encontrar el desarrollo sostenible».

«En estos 50 años se incorporó el debate y algunos principios, se generaron normativas, pero todavía falta una convicción fuerte y cambios que no sean de reformas leves, sino cambios de rumbo estructurales», precisó.

El viernes concluyó la Conferencia de Estocolmo que conmemora el 50 aniversario de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano de 1972 y se llamó a «una transformación ambiental y económica urgente», según se informó a través de un comunicado de prensa.

Cientos de oradores de todo el mundo que asistieron a Estocolmo+50 pidieron «un compromiso real para abordar con urgencia las preocupaciones ambientales globales y una transición justa hacia economías sostenibles que funcionen para todas las personas».