El ingeniero creador del software que permitió el guiado, navegación y control del robot Curiosity, puesto por la NASA en Marte, afirmó que “el mundo real es mejor que cualquier mundo imaginario”.

Celia Carbajal
El ingeniero creador del software que permitió el guiado, navegación y control del robot Curiosity, puesto por la NASA en Marte, afirmó que “el mundo real es mejor que cualquier mundo imaginario”.
“Esta misión sigue siendo parte del programa Marte de la NASA de determinar si hubo vida en el pasado e incluso en el presente”, dijo San Martín a Télam durante una rueda de prensa organizada por el ministerio de Ciencia y Tecnología.

El amarizaje del Curiosity (Curiosidad) involucró “unas mil personas“, incluido el personal de empresas como la que proveyó el paracaídas, y demandó “2.500 millones de dólares“ durante ocho años, informó.

El ingeniero precisó que “no estamos hablando de vida compleja sino de vida simple, microbios, que desde el punto de vista científico y filosófico es suficientemente significativo porque a partir de ahí se desarrolla el resto de la vida”.

“Nos alegra ver a los chicos (que el domingo lo ovacionaron en Tecnópolis) tan entusiasmados y todavía interesados en la exploración básica, porque a través de sus juegos de computadora pueden hacer su propia realidad, y sin embargo les interesa la realidad real y no la virtual“, celebró.

La actitud de los jóvenes da “esperanza, porque para mí el mundo real es mucho mejor que cualquier mundo que podamos imaginar: es algo que está escondido y uno va a buscar, y me emociona porque me da mucha fe”.

“Es un poco tratar de responder la pregunta que se ha hecho la humanidad durante milenios, de si estamos solos en el universo, y Marte es el planeta que tenemos más cerca y un laboratorio para probar”, expresó.

La respuesta “es parte de la curiosidad y experiencia humanas, y sabemos que cuando satisfacemos la curiosidad, algo bueno sale a nivel espiritual o, de rebote, hacemos invenciones, o inspiramos a la juventud a hacer carrera en ciencias, matemática, ingeniería, que llevan a los grandes descubrimientos de la vida diaria”, opinó.

Según el ingeniero “lo que sí sabemos es que, si nos quedamos en casa y no exploramos, nada va a pasar, así que lo importante es hacer algo, con un balance porque a ninguna sociedad le sobra el dinero, con una cantidad correcta en términos relativos para invertir en este tipo de ciencia”.

“Yo estoy contento de que vivimos en una sociedad que invierte dinero y que hay interés, como hemos visto en la Argentina, de invertir recursos en responder estos interrogantes”, opinó.

El primer objetivo del Curiosity, puesto en Marte hace un mes, es el Monte Sharp, donde los científicos de la misión “han encontrado cosas muy interesantes a unos 400 metros del amarizaje, en tres áreas geológicas muy distintas que se juntan, una de ellas bastante misteriosa porque no pueden explicar su geología”.

Este cuarto amarizaje “es un experimento muy valioso para nosotros, del cual podemos aprender para después sacar otros modelos“.

Tras ocho meses de viaje, el aparato de casi una tonelada desaceleró desde los 20 mil kilómetros por hora a cero, habiendo recorrido 570 millones de kilómetros.

El despegue original estaba previsto para 2009, pero por problemas técnicos tuvimos que extender el plazo, lo que implica al menos dos años, que es cuando ocurren las `ventanas` a Marte”, que permiten `perforar` el espacio para ingresar al planeta rojo.

Un desafío es la duración del día de Marte, de 24 horas y treinta y pico de minutos, así que la jornada se va corriendo “y hay muchachos que se han adaptado a vivir en el día de Marte, no terrestre, para controlar los resultados”, contó San Martín.

“Nuestra profesión es ser escépticos porque cuando nos confiamos puede ser peligroso, por eso, cuando anda, somos los primeros en estar sorprendidos: apenas mirábamos la telemetría que venía de la nave espacial porque no podíamos hacer nada, fue totalmente automático y autocontrolado”.

“Tanto tiempo para hacer el trabajo y después se juega todo en los últimos minutos, cuando uno no puede hacer mucho y ve que el `bebé` sale al mundo, se hace muy intensa la preocupación habiendo pasado años buscándole qué puede fallar, lo que es un reflejo muy difícil de apagar”, confió San Martín.

El día del amarizaje pensaba: “¡qué piola sería que Galileo, Newton, Da Vinci, estuvieran acá, porque realmente estarían orgullosos de lo que nosotros hemos hecho con el legado de ellos!”.

“Porque también en su época uno hubiera podido decir `che, Newton, qué estás haciendo, contemplando qué, ¡agarrá una pala! Y lo que hoy se puede hacer es porque alguien pensó en algo que no tenía utilidad” evidente, dijo San Martín, oriundo de la localidad rionegrina de Villa Regina.