El modelo y la identidad del Museo Sivori en cuestión. Por Aníbal Cedrón.

El Museo de Artes Plásticas Eduardo Sivori tiene desde su fundación a la fecha una historia vinculada a la democracia argentina, con las mismas dificultades que esta debió y debe enfrentar como los golpes de Estado y dictaduras que jalonaron todo el siglo XX. Se trata de un museo único con una colección que no fue por apropiación de piezas artísticas como en los países colonialistas, sino que surgió por la voluntad política democrática a fines de 1933, cuando inspirado por el consejal socialista Fernando A. Ghio dio lugar a la ordenanza del entonces Concejo Deliberante para su formación. Posteriormente en 1936, se decidió formar la colección propia de obra nacional a través de lo que se denomina Salón Manuel Belgrano, que es un sistema democrátiico de concurso para adjudicar premios adquisición en todas las disciplinas. En la ordenanza que dió nacimiento a esta forma de coleccionar obra se establecía que «no era dádiva» concedida a los artistas sino era una puesta en valor de la obra local». El Salón Manuel Belgrano es de carácter nacional pues el Museo era de la Ciudad de Buenos Aires pero en tiempos que era Capital Federal de los argentinos (Por éso también practicamente todos los museos nacionales tienen sede en la CABA). Así mismo el Salón es a imagen y semejanza al Salón Nacional del MNBA, por las mismas razones de que no teníamos obras coleccionadas y por lo tanto la única forma de tener un patrimonio era a través de la adquisición de obras, a diferencia de lo que ocurría con los museos Europeos que llevaron a sus museos, piezas de arte arrancadas por sus conquistas coloniales, tanto de Grecia o de Egipto como de todos los continentes.después de peregrinar sin sede propia, por resultado también de la democracia al fin tuvo sede propia y magnífica en nada menos que en los jardines del Rosedal, en 1995.

Cabe memorar también en esta contemporaniedad en que memoria e identidad son frágiles, los antecedentes históricos que contribuyeron a forjar su identidad y a orientar su actividad museológica y sus proyecciones tanto de labor curatoria y de investigación y como a su rol docente. Entre ellos que el primer museo en el mundo de carácter público fue el Museo del Louvre, cuando la revolución expropió el patrimonio artístico, que era usurpado y guardado por el Tesoro Real del Estado monárquico francés en los sótanos palaciégos, y lo expuso al pueblo para su ilustración y educación, algo que debieran aprender las derechas neoliberales que en Europa y aquí nos conducen nuevamente hacia la apropiación del mercado de arte y a la falsa elitización del arte, o a usar las colecciones de los museos y el tráfico de relaciones de Estado como ocurre en la compra y venta de obras por parte de Museos nacionales y provinciales en Arteba. Hay que prepararse a que la nueva administración va a colonizar el Museo para las uttilidades del mercado local y del llamado arte «contemporáneo», más allá de buena o mala voluntad de sus nuevas autoridades . Ojalá me equivoque. Pero para poner en reparo al Museo y a su función pública, defendamos su historia que articula la obra de las generaciones de artistas del siglo XX con el siglo que ya se aproxima a dos décadas de su inicio.

¡Qué viva el Museo y qué viva el alma que da luz a su forma!