El reino del revés. El camino de alguna patología alimentaria

Por Dra. Mabel Bello (Matrícula: 36.440.), Asesora Médica de ALUBA (www.aluba.org.ar).

En muchas ocasiones me encuentro con padres que quieren saber realmente qué están haciendo mal para que sus hijos estén transitando por el camino de alguna patología alimentaria. O, si estamos en una charla de prevención quieren saber qué conductas puede favorecer la aparición de algún tipo de trastorno. Justamente, para identificar conductas nocivas de los padres que pueden repercutir negativamente en los hijos, solemos realizar una técnica que resulta muy efectiva para dejar claro el tema.

La técnica consiste en dar vuelta la situación y en vez de plantear qué NO hacer para cuidar a nuestros hijos, explicamos qué hacer para tener un hijo enfermo.

La pregunta entonces sería: ¿Usted quiere tener un hijo o hija anoréxico? Siga las siguientes instrucciones:

Desde chico, prohíbale la comida chatarra: Más allá de si decidimos no comprar comida chatarra dentro del hogar, la alimentación en los cumpleaños y reuniones de chicos es a base de papitas, chizitos, palitos y gaseosas. Si les prohibimos comer este tipo de alimentos lo único que vamos a lograr es que los chicos coman a escondidas y con culpa.

Háblele todo el tiempo de su cuerpo: Dígale que está gordo, que así nadie lo va a querer y si puede, compárelo con algún familiar. “Así no te vas a casar nunca”, “Por qué no te pareces un poquito a tu hermana”, “ese pantalón te hace gorda” y todo tipo de frases que hagan sentir a su hija o hijo mal con su cuerpo.

Utilice adjetivo descalificadores: “Sos un sucio”, “sos un desordenado”, “eso te queda mal” Así su hijo o hija se irá identificando con aspectos negativos.

Háblele todo el tiempo de lo importante que es ser flaco: Dígale, por ejemplo, que solo tienen éxito los que tienen un cuerpo escultural, que ser flaco es lo máximo.
Sin dudas, esto le asegurará a su hijo la entrada al mundo de las patologías alimentarias.

¿Qué pasa cuando hacemos esta prueba?
Los padres se horrorizan, se identifican con alguna situación. Es que los padres se dan cuenta que, a veces, con la mejor intención cometen todos estos pecados. Aquel que le prohíbe comer chizitos no le quiere hacer provocar un mal a su hijo sino todo lo contrario. Sin embargo, su actitud termina siendo contraproducente. Porque si bien es fundamental que los padres estén atentos a los hábitos alimentarios de sus hijos, muchas veces esa atención desmesurada es la que dispara el problema.
Es preferible que los padres dejen que sus hijos coman una golosina de vez en cuando y no que, por exceso de restricciones, el chico termine teniéndole miedo a la comida.

También vemos en las mamás un deseo de tener hijas flacas y con esta prueba se dan cuenta que la inducción viene de casa. Y que si a eso se suma la revista, la clase de danza, el pediatra que le dice «con dos kilos menos estarías bárbara», usando un criterio estético y no médico. Nos damos cuenta que el pecado es de todos, porque todos pertenecemos a esta cultura.