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Emociones: vivirlas, atravesarlas y poder regularlas.

Hace cientos y cientos de años que nos vienen diciendo que hay que ser cautos con las emociones, en especial cuando se trata de las emociones displacenteras y que lo mejor es no prestarles atención. Sirven de ejemplo frases como: “los hombres no lloran“, “debes ser fuerte, no serás un debilucho”, “no es nada importante, ya pasará”. Venimos alimentando la creencia de que lo importante es la razón, la inteligencia, la lógica y no las emociones.



Actualmente la ciencia está reconociendo que las emociones son parte vital y esencial de nuestras vidas y que gracias a ellas no solo vivimos sino que tomamos todas nuestras decisiones, le damos sentido a la vida, armamos nuestros proyectos y que son básicamente inconscientes. También sabemos que no es lo mejor dejarse llevar por las emociones, pero peor es ignorarlas. Las emociones son útiles para la vida, son parte de cada pequeño acto y de cada pensamiento. Emocionarnos es una vivencia tan universal como personal.

Cuando nos ocurre algo significativo, el cuerpo y la mente se preparan de la mejor manera para experimentar lo que nos está sucediendo. Existe toda una parte del cerebro llamada sistema límbico que su función principal es la de procesar las emociones. Ellas nos marcan si algo es bueno o si es malo y si debemos acercarnos o huir de eso. Esta parte del cerebro está conectada con el resto del cerebro, el neocortex, pero cuando el cerebro límbico está trabajando el neocortex disminuye su funcionamiento. En varios sentidos la emoción tiene supremacía sobre la parte más desarrollada de nuestro cerebro humano.

Por ejemplo, cuando vivimos situaciones amenazantes es nuestra emoción de miedo la que va a preparar al cuerpo y la mente para salir corriendo o atacar. Cuando el cerebro límbico trabaja las funciones del neocortex disminuyen ya que no necesitamos -en un momento amenazante- memorizar, ni usar la lógica ni proyectarnos al futuro. Por eso, se ha investigado mucho sobre este tema y cómo las emociones influyen en nuestras funciones cerebrales superiores a tal punto que sabemos que es imposible que un chico que tiene hambre pueda estudiar y ahora sabemos que un chico alterado o desregulado emocionalmente tampoco puede desarrollar a pleno sus actividades superiores.

Los seres humanos somos seres gregarios, sociales y las emociones son esenciales para la comunicación. Se sabe que las caras de la emociones, es decir, los gestos de las distintas emociones básicas (miedo, sorpresa, asombro, alegría) son universales, innatas y ocurren en todas las culturas. También se ha investigado sobre los patrones de respiración característicos para cada emoción. Y se conocen las neuronas especializadas en reconocer no solo las emociones propias sino las ajenas, llamadas neuronas espejo. Esto es fundamental para la supervivencia de los hombres y su necesidad de conexión con otros. Es decir, las emociones tienen una importante función social, de conexión, que además en los primeros años de vida es vital para el hombre.

Luego de tanto trabajo e investigación parece que nos estamos poniendo de acuerdo en que las emociones no solo son básicas, universales y esenciales para la supervivencia y la función social. En gran parte son inconscientes y que no debemos ignorarlas.

¿Qué podemos hacer con ellas para que no nos arrastren? Parece que lo mejor que podemos hacer es conectar con ellas, aprender a vivenciarlas, darles su espacio y tiempo, conocerlas, aceptarlas, para luego regularlas. Sabemos que las emociones si se les permite desarrollarse tienen un comienzo, un desarrollo donde alcanzan su punto máximo y un fin. Se lo podría graficar como una ola que nace, rompe y se va desvaneciendo. Este sería el proceso natural de la emoción. Cuando la emoción es interrumpida, o negada por algún factor, la emoción (que es energía) comienza a hacer síntoma, puede ser en el cuerpo pero puede ser la sombra. En cambio, cuando las incluimos podemos saber de su función, podemos ser consientes de su energía particular y para qué nos sirve. Cada una de ellas tiene una energía diferente que se activa para resolver cuestiones específicas, y que cada emoción nos trae una información específica. Pero también sabemos que esa emoción extendida en el tiempo no es funcional. Hay emociones que comienzan siendo placenteras y si se extienden más del debido tiempo se transforman en lo contrario. Como también somos plásticos si podemos regular.

Existen varias maneras de regular nuestras emociones, muchas las realizamos de manera natural y espontánea para lograr que ese caos emocional se desacelere un poco, lo suficiente como para generar espacio mental para que esa información emocional funcione dentro nuestro de manera óptima. Estas técnicas tienen que ver realizar actividades disfrutables, el juego, el ejercicio físico, las relaciones sociales, el descanso. Nuestro cerebro es plástico, esto quiere decir que lo podemos modificar y actuar sobre él, podemos ser responsables de nuestro cerebro y hacerlo más saludable. En este sentido una mente calma es una mente saludable.

Últimamente se están desarrollando, y enseñando las técnicas de mindfullnes, meditación y yoga, donde se trabaja con la atención focalizada en las sensaciones, sin juzgar. Se trata de lograr una mente más tranquila sin tanta actividad, vigilante atenta pero relajada. Estos ejercicios no solo son útiles para regular las emociones sino que logran un desarrollo importante de nuestra capacidad atencional, bajan los niveles de estrés, desarrollan la percepción del detalle, fortalecen nuestra memoria, mejoran el aprendizaje, desarrollan nuestra capacidad empática, aumenta la sensación de autonomía, disminuyen los niveles de frustración y reduce los pensamientos intrusivos. Para observar este fenómeno, se viene estudiando lo que se llama estado de flujo que es básicamente la capacidad de concentrar la energía psíquica poner la atención en cuestiones que son de nuestra elección, que tienen un sentido y por tanto cuando las realizamos sentimos que el tiempo no pasa, etc. Ejemplos de esto es cualquier actividad que nos absorba toda nuestra atención por un lapso de tiempo y nos mantenga sumergidos en el aquí y ahora.

– Acerca de Solange García Bardot:
Integrante del equipo de profesionales de Hémera. Obtuvo su licenciatura en Psicología en la Universidad de Belgrano en 1993. Realizó estudios de postgrado en terapia de pareja y familia y en medicina psicosomática. Trabajó en el Hospital de Clínicas utilizando técnicas de terapia breve. Realizó grupos de estudio de psicopatología, psicodiagnóstico y teoría y práctica del psicoanálisis. Es miembro de la Asociación Argentina de Trastornos de Ansiedad. Tiene una vasta experiencia clínica en el tratamiento de pacientes con afecciones cardiovasculares y trastornos de la alimentación. En la actualidad continúa la atención clínica con técnicas Cognitivo-Conductuales aplicadas a los Trastornos de Ansiedad.

Lic. Solange García Bardot
Hémera, Centro de estudios del estrés y la ansiedad
www.hemera.com.ar / info@hemera.com.ar