Entre el país de las maravillas y la secta de la felicidad. Por Leo Anzalone

Desde la devastación política ocurrida durante la penosa década de los ’90 nuestro país entró en una espiral peligrosa, que a la vista sin detalle pasa desapercibida y que evidencia la falta de arraigo a las ideas de los dirigentes políticos. Se instalaron proyectos que responden a los mismos intereses, mantener la superestructura, el statu quo, siempre en desmedro de los únicos que se benefician cuando se quiebra lo establecido, los más vulnerables.
En el mundo se instaló hace varios años en un egoísmo sin precedentes, voraz, son los tiempos que nos tocan vivir. La política, como ciencia social no esta ajena a eso. La mayoría de los proyectos políticos se arman en torno a los intereses personales de cada uno de quienes lo crean, las sociedades, asqueadas, aceptan.

En nuestros país la menospreciación por el debate de ideas, el intercambio, las siempre enriquecedoras discusiones, generó que surgieran dirigentes sin ningún tipo de guía intelectual y muchos menos, social. Disfrazados de sabelotodos la formación paso a segundo plano y se persiguen, como caprichos de infantes, intereses personales.

Este cóctel dotó a la política nacional de peligrosos ingredientes que dieron como resultado falsas alternativas electorales. Nadie, por lo menos por ahora, quiere o mejor dicho, puede, representar un nuevo orden político. En los últimos tiempos reinaron los proyectos personas y no un sistema o doctrina política que busque mejorarle la vida a los argentinos y darle felicidad al pueblo. Quizás esto se de así porque en las horas que nos tocan transcurrir el marketing sea más importante que un dogma. Paralelamente a esto, y quizás sea el punto central de la cuestión, nadie quiere un dirigente pensante, con capacidad de análisis, que pueda discutir directivas contradictorias, por eso no hay formación de cuadros.

La discusión política está en la chiquita, en como “poner la traba” y no en sentar las bases para apuntalar nuestro país al futuro, a combatir las desigualdades y las muchas vulnerabilidades que notamos a simple vista. En los últimos tiempos la política se desarrolló entre el nepotismo y la visión manipulada de que lo único que importa es el cargo y la plata, no la concepción del poder y mucho menos la ambición de un proyecto político superador y, fundamentalmente, transformador.

Así nos fuimos sumergiendo en aceptar como diferentes cosas que tienen la misma esencia. El kirchnerismo durante toda su gestión se encargó de burlarse de propios y extraños con su lectura de la realidad, sesgada, malintencionada, fragmentaria. Pero el macrismo es más de lo mismo, como bien los definió Nancy Pazos, son la secta de la felicidad “una perfecta idealización de la realidad. Colegas de ruta que se sienten viviendo en el edén que ellos mismos ayudaron a construir” pero claro, solo para ellos, mientras la argentina se desangra entre falta de empleo, inseguridad y demás problemas que todos conocemos.

Tampoco es alternativa aquello que pretende recorrer el camino sin entrar al barro, porque la tercera vía esconde las mismas terminales. Ni unos ni otros vienen por algo distinto, fundamentalmente porque son parte del problema, por las mentirosas calles de la izquierda y la derecha vienen a mantener las cosas como están, solo a poner parches necesarios para mantenerse, como castas desesperadas por la chapa.

Leo Anzalone – Dirigente de Ser