Falopa: El consumo de drogas y el delito forman un combo con la «vulnerabilidad social»

El estudio se basó en una encuesta realizada sobre 2.000 jóvenes “infractores de la ley” que se encuentran en tratamiento por adicciones y cobra relevancia a la luz del debate sobre la baja de edad imputabilidad penal de los menores impulsada por el gobierno en el marco de una nueva ley penal juvenil.

El consumo de drogas psicoactivas y el involucramiento en el delito «más que proceder una de la otra, integran un amplio abanico de prácticas de riesgo que se desarrollan vinculadas a condiciones de vulnerabilidad social», según una reciente investigación del Ministerio de Justicia.

El dossier dejó en en claro que entre los que cometen delitos el consumo de drogas “se produce en edades mas tempranas, siendo el promedio de 13,7 años, mientras que en los que no se involucraron en delitos, la edad sube a 17,2 años».

De igual modo, el inicio en el «consumo es más temprano que en la comisión del primer delito mientras que el abandono escolar se da luego».

De ese modo, aseguran los investigadores, se puede inferir que los chicos y adolescentes inician el consumo de drogas y las practicas delictivas estando aun vinculados a la institución escolar».

Por ello, sostiene el dossier, «se evidencia el papel fundamental de la escuela como ámbito de prevención de ambas prácticas», del delito y la adicción a las drogas.

La mayoría de los encuestados adjudicaron su situación a “problemas familiares”, asociados a la falta de límite y a la violencia doméstica, pero seguidos por los que casi en igual número lo relacionaron con el consumo de drogas y la pertenencia grupal.

No obstante, al ser consultados sobre aquellos factores que hubieran evitado que se involucraran en prácticas delictivas, la enorme mayoría propuso “mas educación” para evitar que los jóvenes caigan en la situación que los afectó a ellos.

La investigación, que se inició durante la anterior gestión investigadores de la Dirección de Políticas Criminales del Ministerio de Justicia, fue concluida días atrás buscando relacionar esas tres variables para establecer políticas públicas que faciliten el abordaje de «tan complicada problemática».

El equipo de investigación estuvo integrado por María Gabriela Innamoratto, María Alejandra Acquaviva, Juan José Canavessi y Jorge David Ruiz, quienes dejaron constancia de que ademas de usar norma aprobadas por la OEA trabajaron “evitando criminalizaciones y estigmatizaciones”.

En cuanto al nivel educativo de los encuestados, muestra que entre los que participaron en delitos el 85 por ciento sólo terminó la primaria, pero el porcentaje cae el 33 por ciento entre los que completaron la secundaria.

La mitad de los encuestados reveló además que en esos hogares había un arma de fuego, un 33 por ciento que alguien del grupo familiar consumía drogas y hasta un 45 por ciento de que había problemas de alcoholismo.

Sobre las causas de abandonó la escuela, el principal motivo se relaciona con el consumo de sustancias, seguido por la falta de interés y problemas económicos.

De los que abandonaron la escuela, más de la mitad aseguró que usó su tiempo libre en consumir drogas y un 21 por ciento en robar.

Para sorpresa de los investigadores, la enorme mayoría de lo consultados fueron criados en hogares con madre y padre con los cuales convive, pero un tercio dijo haber pasado por situaciones de violencia doméstica y castigos físicos por parte de sus propios progenitores que hasta en un 60 por ciento los dejó “lastimados”.

En cuando a los antecedes adictivos, el 45 por ciento se inicio en el consumo de alcohol entre los 7 y los 13 años y el 37 por ciento lo hizo con drogas.

Ante la pregunta de donde provenía el dinero para aprovisionarse de drogas, la mayoría admitió que provenía del robo, y en segundo lugar el trabajo, luego a pedirlo prestado y en en cuarto lugar a robos a la familia.

Siete de cada diez consultados admitieron además que habían usado armas para cometer al menos un delitos y un 67 por ciento de este grupo admitió que se inició en el consumo entre los 7 y los 14 años.

Al caracterizar a los jóvenes con problemas de adicción e involucramiento delictivo, el dossier sostiene que en sus dinámicas cotidianas son frecuentes «los modelos de funcionamiento familiar que incluyen malos tratos, violencia, prácticas de consumo en el entorno íntimo y próximo social, como a la práctica delictiva en los circuitos de referencia».

«Ambas practicas, el consumo de sustancias psicoactivas y el involucramiento en delitos, más que proceder una de otra, integran un amplio abanico de prácticas de riesgo que se desarrollan a partir de raíces comunes, particularmente vinculadas a las condiciones de vulnerabilidad social», concluye el estudio.