Ciudad Av del Libertador

Familias ensambladas: ¿Qué es un ensamble?

Por Violeta Vázquez y María Andrea Gonzalez, autoras de ‘Ensambladas, todo tipo de familias’ (Ed. Albatros)










Cuando hablamos de familias ensambladas hacemos referencia a aquellas familias rejuntadas, religadas, vueltas a armarse. Hablamos de piezas que bien pueden haber tenido su identidad por separado y ahora, al revincularse, se descubren en un nuevo montaje, en una nueva propuesta.

En realidad todas las familias son ensambladas, porque todo el organismo familiar, sea como sea, se compone de partes muy diferentes que deben ubicarse en su rol para comenzar a orquestar. A todos nos atraviesa y nos demanda algo ser parte de una familia. Aunque nuestra familia sea muy pequeña o llena de ausentes (con o sin causa justificada), nos vemos retados a jugar un rol, a ser hijos, hermanos, sobrinos, nietos o padres. Pertenecer a un sistema trae sus derechos y obligaciones implícitos, actúan en nosotros casi de forma automática programas que llamaremos mandatos y que muchas veces están invisibilizados.

El sistema nos demanda un rol y cumplir con reglas a cambio de un lugar de pertenencia, de poder definirnos como parte o como antagonistas de su paradigma. Entonces comenzamos a desarrollar lo que es la buena o mala conciencia. Cuando hacemos algo que está bien visto en el programa de nuestro sistema familiar nos sentimos en paz, cuidados, protegidos. Y cuando hacemos algún movimiento hacia fuera de la circunferencia familiar, algo que según el sistema (que puede ni siquiera estar nombrado o embanderado en ninguno de sus miembros) no es apropiado, sentiremos amenaza, miedo, frustración, autodevaluación.
¿Por qué? Porque nuestra especie necesita de lazos afectivos y de apego para sobrevivir.

La supervivencia está íntimamente ligada a «seducir a mamá y a papá». Pero mamá y papá siguen tratando de seducir a sus padres, para no perder su lugar en la tribu. Por lo tanto, la familia, sea como sea, es la segunda casita después del útero y los brazos maternos. En las familias somos, nos definimos, establecemos nuestros mecanismos neuróticos y experimentamos el goce y el dolor. Somos capaces de hacer cualquier cosa con tal de pertenecer a un grupo protector que nos etiquete como «alguien capaz de». Y desde ese lugar tan primitivo y temeroso nos ensamblamos con nuestras familias. Desde la completa seguridad de que solos no somos. No resulta muy lógico para un adulto, que puede sostenerse a sí mismo, elegir en qué creer, en quién confiar y qué tipo de familia armar. Sin embargo, es mucho más común de lo que pensamos que los adultos nos ensamblemos con aquellas cosas que hagan eco u homenajeen a nuestras familias de origen. O al menos aquellas cosas las recuerden, las sacudan, las ofendan, las mantengan vivas, presentes, percutidas.

Desde un panorama de diálogo invisible con nuestra familia de origen, damos pasos en la vida, nos emparentamos, gozamos, nos frustramos, nos separamos, tenemos hijos, nos volvemos a emparentar… ¿Eso tiene algo de malo? No, pero presenta un desafío e implica atravesar pantanos de decepción, porque cada parte del ensamble trae de su familia de origen un código diferente, cada uno estará contestándole a sus padres mientras experimenta su propia vida.

Suponiendo que una familia ensamblada se compone, por ejemplo, de una mujer M con dos hijos de un matrimonio anterior con S, un hombre P con una hija de una relación ocasional con T, un hijo pequeño de ambos M y P, los padres de M, los padres de P y el padre del corazón de P (marido de su madre, que lo cuidó desde pequeño). Supongamos que S, anterior marido de M, volvió a casarse y tiene tres hijos con C y que C ya tenía una hija, hoy adolescente y con novio estable, Z. ¿Cuántos hermanos hay en esta historia? Vamos a dejar esa pregunta abierta para después, porque realmente tiene muchas respuestas. Y… ¿Cuántas familias de origen dialogan a través de sus representantes? ¿Cuántos paradigmas diferentes puede haber en cuanto, por ejemplo, a la forma de comunicarse? ¿Cuántas maneras de ensamblarse existen en este ejemplo? ¿Todos estarán de acuerdo en lo que es hacer bien o mal las cosas, en qué es ser un buen tipo o una mala mina? Sacando temáticas como la religión, el fútbol y la política, ¿podemos ponernos de acuerdo en cómo llevar adelante una familia ensamblada con todos (o la mayoría) de sus integrantes? La respuesta es que suele ser más improbable de lo que nos imaginamos cuando le decimos el primer sí a nuestro ensamble. Todo en la vida, y toda la vida, comienza con un sí. Aun así, los no que fueron enunciados y los no que no supimos cómo enunciar nos pesan en la espalda, como muestra fiel de lo que creemos ver como fracaso. Ensamblarse con otro, aunque sea la primera y única pareja que hemos tenido, requiere de abrirse a una verdad misteriosa: en una nueva pareja/familia. Todos somos extranjeros y no nos defendemos con el idioma.