¿Feliz? Día del Periodista. Nada para festejar

Daniel Satur | @saturnetroc
Hoy se cumplen 206 años de la fundación de La Gazeta de Buenos Aires. ¿Una efemérides o una excusa para discutir qué periodistas hacen falta… y para qué periodismo?
Como diría Rodolfo Walsh, el de periodista es un oficio eminentemente violento. Y no solo porque, en determinadas circunstancias, corre riesgo la propia vida de quien registra la realidad social y la relata públicamente.

Aunque a veces no parezca o no se quiera asumir, la violencia está presente a cada paso que da quien abraza la tarea del periodismo. Porque la realidad, desde hace mucho tiempo (más que el que lleva el periodismo como profesión) es en sí misma violenta.

No podría ser de otra manera en una sociedad (mundial) dividida entre explotadores y explotados, entre opresores y oprimidos, y cuando parte central de la explotación y la opresión se funda en la violencia que ejerce una minoría parasitaria sobre las mayorías trabajadoras.

Una historia

El 7 de junio de 1938 en la provincia de Córdoba se realizó el Primer Congreso de Periodistas. Una de las resoluciones más importantes de ese encuentro fue el establecimiento del Día del Periodista, tomando esa fecha en homenaje a la salida del primer número de la Gazeta de Buenos Aires, fundada por Mariano Moreno en 1810.

La máxima (liberal) de La Gazeta era, para muchos, fuente de inspiración: “Tiempos de rara felicidad son aquellos en los cuales se puede sentir lo que se desea y es lícito decirlo”.

A 206 años de aquel lanzamiento, el periodismo no goza de ese “aura” fundacional. Acompañando las transformaciones del capitalismo mundial, el periodismo se convirtió en una arena movediza donde cohabitan criminales, banqueros, violadores de derechos humanos, mercenarios de la palabra y una masa de asalariados que subsiste intentando contar “lo que pasa” sin vender sus ideas al mejor postor.

Saludos

Hoy, sin dudas con las mejores intenciones, miles de redactoras y redactores, cronistas, profesionales de la fotografía, camarógrafos, corresponsales e integrantes de “equipos de producción” recibirán el saludo de colegas, familiares y amistades por el Día del Periodista.

Pero no faltarán las palmadas en el hombro de parte de miembros de directorios y gerencias, quienes por única vez en el año reivindicarán el trabajo de tantas y tantos a quienes cotidianamente basurean y buscan degradar a más no poder para obtener el máximo de ganancias.

Ni tampoco querrán quedarse afuera de los saluditos de ocasión los funcionarios de gobierno, jueces y parlamentarios que defienden a rajatabla este sistema que violenta día y noche la realidad. Esa misma realidad a la que miles de cronistas están llamados a contar.

De un lado y del otro

Quien se para frente a un piquete y, micrófono en mano, encara a un grupo de obreros en huelga para preguntar cuántos despedidos hay y cómo sigue la lucha no es igual al gerente que quiere la nota cuanto antes y busca subir el rating a como dé lugar con el corte del tránsito.

Quien entrevista a una madre que acaba de perder un hijo a manos de la policía no es responsable de la cadena de la información mercantilizada que hará de esa madre una golosina a ser consumida al máximo y de quien se descartarán los “restos”.

Quien registra el peregrinar de una familia por los intersticios de la ciudad en busca del pan de cada día no se asemeja en nada al gerente voraz que quiere hacer de esa familia su propio pan y su propio circo.

Ninguna trabajadora ni ningún trabajador de prensa es igual a Héctor Magnetto, a Bartolomé Mitre, a Ernestina de Noble, a José Pablo Escribano, a Daniel Hadad, a Cristóbal López, a Jorge Fontevecchia, a Daniel Vila, a Sergio Szpolski, a José Luis Manzano, a Vicente Massot, a Raúl Kraiselburd, a los hermanos Olmos o a cualquier otro dueño de medios.

Tampoco son iguales a quienes, con ropajes de periodistas, no cumplen otra función que servir a los intereses de sus patrones. Esos que editorializan o firman como “columnistas” pero discuten cada punto y coma con los accionistas del diario, del canal o de la radio.

No es noticia

Mientras los capitalistas de los medios nunca dejan de enriquecerse, el gremio de trabajadoras y trabajadores de prensa es uno de los más castigados. Desde hace décadas.

La precarización laboral, la “polifuncionalidad” como excusa profesional para la poliexplotación, la inestabilidad como karma y el futuro incierto enmarcan las condiciones actuales de miles de personas dedicadas a registrar la violenta realidad y contarla públicamente.

Si alguien busca un ejemplo de continuidad entre gobiernos tan “opuestos” como el de Cristina Fernández y el de Mauricio Macri, en la realidad del gremio de prensa encontrará uno de los más indicados.

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En un hecho que podría considerarse histórico, luego de años de lucha contra burocracias sindicales traidoras como la de la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (Utpba),este miércoles el Obelisco se llenará de trabajadoras y trabajadores de prensa de todo el país.

La consigna convocante es “basta de despidos y precarización laboral”. Se marchará al Ministerio de Trabajo y, entre otras demandas, se exigirá el fin de la persecución sindical, la no aplicación del “protocolo antipiquetes” y la defensa de la “libertad de expresión cumpliendo estatutos y convenios”.

Obviamente estas demandas no son nuevas sino que se arrastran desde hace años. Pero empieza a organizarse la fuerza para llevarlas a las calles y luchar por hacerlas realidad. Entre los convocantes están la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa (Fatpren) y el nuevo Sindicato de Prensa de Buenos Aires (Sipreba).

¿Periodistas para qué?

El año pasado, para esta misma fecha, en esta página se realizaba una pregunta nada retórica: ¿Qué periodistas para qué periodismo?

Entre las respuestas se arriesgaban algunos tópicos que vale la pena, al menos en esta columna, volver a escribir.

Atentas y atentos, para que no nos pase de largo la verdad.

Curiosas y curiosos, para que cuando la encontremos le saquemos hasta la última gota de sentidos.

Fuertes, por si hay que correrla.

Desconfiadas y desconfiados, por si se entrega sin resistencia.

Abiertas y abiertos, para enamorarnos de ella si es preciso.

Locas y locos, para animarnos a contar hasta aquello que nos lastima.

Cada vez hace más falta un periodismo que no piense en sí mismo, sino en las mayorías. Un periodismo que no se crea imprescindible. Un periodismo que se nutra del sufrimiento y las penurias de las masas. Un periodismo convencido de dar la batalla por dar vuelta la historia.

Hace cada vez más falta un periodismo que cuente lo mejor posible, cada vez a más personas, la verdad que va construyendo el pueblo trabajador en su lucha cotidiana por dejar de, solamente, subsistir.

Un periodismo que, en la inevitable hora de elegir y tomar partido, lo haga por la clase obrera y los sectores populares.

Quien ejerza el periodismo tendrá que asumirse como un trabajador de la prensa. Si no, aunque adquiera la maestría de la palabra, su destino será el de la triste tarea (muy bien remunerada) de defender al sistema de opresión y explotación que contrató sus servicios.