Frida Kahlo

Frida Kahlo llega al Malba con Tercer Ojo

Frida Kahlo llega al Malba con Tercer Ojo. Una exposición en Palermo

La muestra «Tercer ojo» permanecerá durante un año en el museo de Avenida Figueroa Alcorta 3415. «El objeto es difundir el arte latinoamericano», resumió Costantini. La pieza, un óleo sobre madera de 30 por 22.4 centímetros, es una de las obras más emblemáticas de Kahlo y una de las últimas que pudo realizar antes de morir en 1954, a los 47 años.

«Tercer ojo» se titula la nueva exposición del Malba, que se inaugura este jueves a las 19 y que reúne más de 240 obras icónicas del arte latinoamericano, incluidas la pequeña pintura de Frida Kahlo, «Diego y yo», la más cara del arte de la región, junto a nombres como Diego Rivera, Tarsila do Amaral, Xul Solar, Joaquín Torres García, Emilio Pettoruti, Maria Martins, Remedios Varo, Antonio Berni y Jorge de la Vega, entre otros.

Es una suerte de capilla, un espacio contemplativo y de reposo, con luces bajas y con sus paredes -y piso- completamente pintadas de negro, la que alberga a la flamante adquisición de Eduardo Costantini, la pintura «Diego y yo», puertas adentro del museo. A su lado, casi del mismo tamaño, otra estrella de la colección, «Autorretrato con chango y loro» completan el punto obligado de esta peregrinación artística. Se incluye una gran fotografía de Frida en blanco y negro justo antes de entrar al recinto, tan íntimo que cuenta con aforo reducido, de no más de doce personas por vez para contemplarlas.

Hay en ese santuario fotografías personales de Frida, algunas que tomó su padre de profesión fotógrafo, un pañuelo blanco, personal, donde la artista escribió unas palabras y dejó la marca de sus labios con un beso, otra imagen que la muestra en una de sus tantas internaciones hospitalarias, una carta manuscrita firmada por la mexicana. «Cuate querida», le escribe Frida a su amiga Isabel Campos en otra de las misivas enmarcadas detrás de un vidrio, cerca de dos camisas (blusas tipo Huipil Juchiteco) que pertenecieron a ella y que se enmarcan en su típico estilo latinoamericano. «Este conjunto acompañan ese sentido de intimidad que quisimos dar a todo el conjunto en esta capilla», explica María Amalia García, curadora en jefe de Malba, durante la recorrida para prensa.

Poco antes de que se pueda acceder a la sala, el fundador de Malba, Eduardo Costantini, dio una conferencia en el Auditorio del museo, donde repasó su historia como coleccionista que encuentra un punto apoteósico con la adquisición de esta obra pintada en 1949, para su acervo personal, que ahora exhibe y por la que pagó 34,9 millones de dólares.

La muestra traza «un devenir de este acervo cultural. Los veinte años antes de fundar el Malba y los 20 posteriores -que se celebraron en 2021- y es la primera vez que se presenta la colección Costantini en diálogo con la del Malba», contó el coleccionista y admitió: «He comprado obras que en lo personal no me gustaban nada pero una de las fortalezas de Malba es su identidad muy clara».

Repasó además que son 40 las familias que contribuyen al «fuerte» programa de adquisiciones del museo y que actualmente se han hecho préstamos al SFMoMA (de San Francisco), a la Bienal de Venecia (con dos obras de Remedios Varo) y han hecho lo propio con espacios como el Whitney o el Museo de Arte Moderno de Nueva York, entre otros. «Siempre estamos abiertos a la difusión del arte latinoamericano», reforzó.

Justamente, es este diálogo que permite hoy ver en conjunto las dos Fridas, como parte de su exposición permanente -que permanecerá un año en exhibición- que el museo pone a dialogar, por primera vez, y que propone un conjunto documental imperdible. Está allí, detrás de una vitrina, la invitación a la última exposición de Frida antes de morir, que tuvo lugar en la galería mexicana de Lola Álvarez Bravo, 1953. Kahlo llegó a aquella exhibición, ya moribunda, recostada en una cama. Y es esa intención de ir a su propia muestra, a como dé lugar, esa pulsión vital, la que engloba todo el conjunto de «Tercer ojo», o tal como indica el texto de sala: «habitar y transformar», son las dos ideas centrales de todo el recorrido.

fridakalo1123

Y es también esa idea de intimidad, de espacio para detenerse y contemplar, la que acompaña el resto de la exposición, como pequeñas cajas -gracias a la panelería- que van formando reducidas salas expositivas, y que dan la bienvenida con un clásico de la colección, la escultura «Lo imposible» de María Martins, esa mole en yeso de dos figuras tentaculares, en tensión y atracción a un mismo tiempo. Justo detrás de ella se ubica el inmenso «Rompecabezas» de Jorge de la Vega, basado en una idea de cuadros intercambiables.

fridakalo112

«Me siento más que nunca brasileña. Yo quiero ser la pintora de mi país», decía Tarsila do Amaral en 1925, pocos años antes de pintar «Abaporu» (que en tupi-guarani significa «hombre que come hombre»), obra que se transformó en uno de los emblemas del movimiento antropofágico, impulsado por Oswald de Andrade, su pareja, que propugnaba una identidad brasileña. La pareja, en tanto dupla creativa, fue apodada con el acople de sus nombres: «Tarsiwald», se lee en la sala.

fridakalo11

Hay obras de artistas como Xul Solar, con referencias a las culturas ancestrales -desde una perspectiva americanista- pero también está allí la obra de Nicolás García Uriburu, un pionero en aludir a la crisis ambiental con su preocupación por los ecosistemas. Con su serie «Hidrocromía intercontinental», ya desde 1968 Nicolás García Uriburu mostraba esta inquietud explorando el vínculo entre la práctica pictórica y las acciones basadas en la coloración del agua: en el marco de su protesta por la contaminación hídrica, hizo intervenciones en el canal de Venecia y en ríos, fuentes y puertos de todo el mundo.

9iY7FkSL

«Estoy trabajando en un nuevo personaje femenino: Ramona Montiel. He comprado un vestido con lentejuelas que uso para dar la atmósfera de la vida de mi gran cocotte en su apoteosis», describía Antonio Berni a su nueva serie iniciada con «La gran tentación», collage publicitario combinado con el assemblage de restos industriales, como esplendores y miserias de la sociedad de consumo.

FD5hq4XX0AIF7OZ

Con eje en la idea de «Transformar lo social», una de las salas del recorrido alude a los años 60 como una década convulsa que determinó transformaciones radicales en términos sociales, políticos y culturales. El itinerario da cuenta de la transformación del mundo como una demanda urgente asociada a la necesidad de resistir a los sistemas de dominación: allí destaca el artista Cildo Meireles con el proyecto «Inserções em circuitos ideologicos: Projeto Coca-Cola», que buscaba crear un sistema de circulación independiente de cualquier tipo de control centralizado.

El surrealismo aparece representado también en otra sala, ya no solo desde la óptica de artistas como Remedios Varo o Antonio Berni, sino también desde la fotografía de Grete Stern y sus fotomontajes sobre sueños para la revista Idilio.

Si se piensa en cómo «Transformar el cuerpo» es inevitable la referencia a una gran obra de la historia reciente argentina, «Maresca se entrega», donde la artista Liliana Maresca posó desnuda con sus obras en una serie de fotos que le tomó el artista Marcos López, junto a su número telefónico real. El cartel como de publicidad se encuentra apoyado en el piso de la sala

«Creo que el erotismo es la comunicación más primaria, y yo con mi obra estoy hablando del amor, del encuentro, de la amistad con otro», decía Maresca tal como se lee casi en el final del recorrido del primer piso del museo, donde -con un gran atino- la muestra cierra con una alusión al deseo de ser otro. Allí se ve, casi en el final la obra del dúo chileno Las Yeguas del Apocalipsis, una versión escenificada de la famosa pintura «Las dos Fridas», de Frida Kahlo.

Luego de bajar las escaleras mecánicas del museo, habrá que darse una vuelta por la planta baja, donde se puede ver el verdadero final de la exposición -que bien puede pensarse como una escena pos créditos si esto fuera una película-: allí están obras recientes como las «ventanas» de Mariela Scafati, «Switchboard» de Amalia Pica o «Montañas» de Claudia Fontes, en referencia a cómo «Transformar la palabra». Ejemplos de cómo el arte visual contemporáneo incluyó la palabra entre sus formas de expresión, entendiendo el lenguaje como un sistema inestable y cambiante, en constante construcción, siempre vivo.

El Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) ya está presentando “Diego y yo”, el autorretrato de Frida Kahlo que se convirtió en la obra más cara de un artista latinoamericano jamás vendida en un remate a fines del año pasado.

La pintura de 1949 fue adquirida en noviembre pasado por el argentino Eduardo Costantini, fundador del MALBA, a un precio total de 34.9 millones de dólares en la casa de remates Sotheby’s de Nueva York. Esta será la primera vez desde 1998 que se muestre al público, resaltó el coleccionista este miércoles a la prensa.

La pieza llegó a Buenos Aires hace pocos días y será el atractivo principal de la exposición Tercer Ojo, en la que Costantini mostrará su colección privada donde también destacan cuadros del cubano Wifredo Lam, los mexicanos Miguel Covarrubias y Rosa Rolanda, y el brasileño Vicente do Rego Monteiro.

«Para mí, Frida representa una artista única. Tiene una biografía dramática que cuenta sin ningún pudor, de una manera espontánea, abierta. Creo que es eso precisamente lo que la gente ama de ella», dijo Costantini en un recorrido de la muestra.

«Ella manejaba la técnica del retrato como los mejores artistas de la historia y utilizó esa habilidad para contar sus dramas», añadió sobre esta artista que se ha convertido en un icono feminista.

Diego y yo se expondrá junto con Autorretrato con chango y loro, obra de Kahlo de 1942 que pertenece a la colección permanente del MALBA. También se exhibe un conjunto documental, con fotografías y otros objetos, realizado por Raquel Tibol, la primera biógrafa de la artista mexicana.

El cuadro muestra a Frida Kahlo con lágrimas, y en su frente, sobre sus muy pobladas cejas, surge el rostro de su marido, el pintor y muralista mexicano Diego Rivera, que a su vez tiene un ojo en la frente.

«Es una obra excepcional de Frida Kahlo, que es una artista muy consagrada con un cuerpo de obra que si bien no es pequeño tampoco es muy numeroso. Vale la pena», comentó María Amalia García, curadora de la exposición.

Colecciones entrelazadas –

La exposición reúne en las mismas salas la colección permanente del MALBA y la privada de Costantini.

«Hay una misma visión en la creación de estas dos colecciones. En esa misma visión hay una empatía y una solidaridad entre las piezas. La idea es generar nuevos diálogos entre las obras», dijo García.

La muestra abarca más de 240 obras, muchas de las cuales no habían sido mostradas públicamente desde hace 30 años.

El MALBA, un museo privado creado en 2001, atesora unas 700 obras del más importante arte latinoamericano a partir del siglo XX.