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La berenjena: ¿por qué está tan presente en cualquier comida mediterránea?

La berenjena no es muy querida en la infancia, pero a medida que vamos creciendo, vamos aceptando su sabor hasta que en algún momento, sin darnos cuenta, la empezamos a amar. Pero… ¿cómo es que llegó a nuestra mesa?
Se supone que la planta proviene de Asia, aunque no se sabe bien de dónde ni a partir de qué especie silvestre se obtuvo. La primera prueba documentada de su cultivo se encontró en China.
Cuando los árabes conquistaron Persia, se la llevaron consigo a cada lugar en el que se instalaron y durante muchos años tuvo mala prensa: que es una verdura de energía negativa porque sea aferra a la tierra y se aleja del cielo, que provoca fiebre, epilepsia, locura… En Italia fue el vegetal por excelencia de la comunidad judía, en aquella época en que fueron desplazados y obligados a racionar su propia vida. Un dicho beduino recogido por Charles Perry, historiador de alimentos, afirma: “su color es como el vientre de un escorpión, pero su sabor es como el del aguijón”.
Así y todo, parece ser que las masas siguieron consumiendo y expandiendo a las berenjenas a través de los años, tal vez por necesidad, tal vez porque confiaban en los consejos del KamaSutra: comerlas con semillas de granada y de pepino para favorecer la erección. Pero fuera de los mitos y leyendas, la berenjena es pobre en calorías, tiene muchísima agua y un poco de algunos minerales y vitaminas. Algunos de sus flavonoides (pigmentos de la piel) tienen propiedades antioxidantes, por lo que se la recomienda en la prevención de enfermedades cardiovasculares, degenerativas y del cáncer.
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La cuestión es que hace unos cuantos años, antes de consumirlas había que dejarlas en sal gruesa para que liberen su amargor antes de cocinarlas. Hoy día es muy difícil encontrar berenjenas amargas y picantes, así que cocinarlas es una tarea más sencilla. Es deliciosa asada o frita, aunque hay platos que la usan hervida. La receta más difundida es el escabeche, cada país a su manera, pero hay de comidas típicas, como la famosa Musaka griega, el Sheik el Mecjshi libanés o la Melanzane alla Parmiggiana italiana.
En fin, una manera fácil y refrescante para consumirla, que cocinaba mi madre en pleno verano, es una ensalada hecha a base de berenjena asada, tomates y cebollas. Deliciosa para comerla sola o para acompañar unas buenas milanesas, un rico bife o lo que nos plazca. Muy sencilla: hay que hornear o asar las berenjenas hasta que la pulpa se ablande y se salga la piel. Cortarlas bien pequeñas, añadirles tomates frescos trozados (si son cherrys queda también exquisita) y cebolla blanca remojada en agua (para que se le afloje la acidez). Condimentarlas con aceite de oliva, sal, pimienta y… a disfrutar!

Por Andrea Jatar, creadora de De La Olla ( www.delaolla.com.ar).