La nueva conducción del BCRA focalizó su accionar en congelar al mundo. El resultado será inapelable.

En sus primeros días de gestión, la nueva conducción del BCRA focalizó su accionar en una fuerte ofensiva sobre los mercados y agentes que operan en las versiones alternativas del dólar, induciendo un retroceso en sus cotizaciones. A la suspensión de Mariva Bursátil, siguió la indicación “informal” a bancos y agentes de bolsa para que reduzcan sus operaciones de “dólar contado con liquidación” y MEP (o “dólar bolsa”), lo cual resultó en caídas significativas en los volúmenes operados de títulos públicos y acciones, y en un retroceso en las cotizaciones alternativas del dólar. A esto se sumó, ya esta semana, la indicación a las compañías de seguro para que deshicieran sus posiciones en títulos públicos en dólares (a cambio de pesos), como forma también de reducir las cotizaciones del dólar implícitas en el precio de estos instrumentos, luego de una primer ola de ventas de la ANSES, la semana previa.

En conjunto, estas medidas hicieron que el dólar “contado con liquidación” retrocediera a $13,26, marcando una caída de $1,8 (-12%) desde su pico de la semana anterior, mientras que el dólar MEP se retrotrajera $2,2, con una baja de 15% en comparación con su máximo previo. Ambos tipos de cambio alternativos, de referencia para el “blue”, arrastraron a este último, que pasó a ubicarse en $14,90 sobre el final de esta semana, retrocediendo $1 (-6%) desde su pico de $15,9 de fines de septiembre, previo a la renuncia de Juan Carlos Fábrega.

A la búsqueda de “enfriar” las cotizaciones alternativas del dólar, el BCRA también sumó la imposición de tasas mínimas para los depósitos a plazo fijo minoristas, en un contexto en el que el incremento reciente en las tasas de las letras del Banco Central (LEBACs) instrumentado por Fábrega no logró evitar que las tasas que pagan los bancos por sus depósitos detuvieran su derrotero bajista, brindando un incentivo adicional a la dolarización de portafolios.

La Comunicación “A” 5640 del BCRA estableció que las tasas de los depósitos a plazo fijo de individuos, por montos menores o iguales a la garantía otorgada por el sistema de seguro de depósitos (SEDESA), no podrán ser inferiores a una proporción de la tasa de las LEBACs de más corto plazo. Para los depósitos de entre 30 y 44 días la tasa mínima pasó a situarse en un 22,9%, cuando hasta hace una semana por esos mismos depósitos los bancos pagaban entre un 18% y 19% anual, en un contexto de elevada liquidez asociada a un freno de la demanda de crédito.

A la imposición de tasas mínimas para los depósitos a plazo fijo, se agregó un incremento en los aportes de los bancos al fondo de garantía de depósitos (SEDESA), lo cual eleva aún más el costo de fondeo de las entidades financieras y comprime su rentabilidad, que pasaría a ubicarse en niveles insuficientes para evitar una erosión de su patrimonio neto en términos reales. En otras palabras, pasarían a contar con un retorno sobre su patrimonio (ROE, por sus siglas en ingles) inferior a la inflación, sumándose al largo listado de actividades que, por cuestiones regulatorias, han ido descapitalizándose en los últimos años, incluyendo a la producción de cereales, la ganadería y las empresas prestadoras de servicios públicos, como principales ejemplos.

Ahora bien, difícilmente un alza en las tasas de los depósitos a plazo fijo a niveles del 23% haga que los ahorristas pierdan su apetito por el dólar. Con la inflación en un 40%, un nivel de reservas cada vez más ajustado, y el acceso al financiamiento externo vedado, las expectativas de que el gobierno finalmente deba convalidar un nuevo salto devaluatorio siguen siendo elevadas. De hecho, en los primeros 6 días de octubre, pese a la descompresión inducida a las cotizaciones alternativas del dólar, la demanda de divisas para ahorro superó en un 52% la del mismo período de septiembre, mes récord en ventas por dólar ahorro y turista, por USD 464 millones.

En alguna medida, conscientes de que las últimas medidas tomadas constituyen únicamente un paliativo circunstancial, las autoridades se están avocando simultáneamente a buscar fuentes alternativas de divisas que contribuyan a moderar la escases de dólares, al menos hasta comienzos de 2015, cuando podría entablarse una negociación con los denominados fondos “buitre”. Para llegar hasta fin de año sin mayores sobresaltos cambiarios, la apuesta oficial pasa por conseguir divisas de los grandes exportadores de cereales y oleaginosas u organismos internacionales, que permitan tender un “puente de plata” hasta una eventual negociación por la deuda, a partir de enero. Sin embargo, en la medida que no se ataque el problema de fondo, vinculado un creciente déficit fiscal financiado con emisión de pesos, todos estos pasos sólo contribuirán a administrar la escasez de divisas, pero sin generar condiciones que permitan recrear la confianza, recuperar las ventas externas y quebrar un círculo vicioso cuyo corolario es una creciente “estanflación”, tarea que definitivamente quedará para el próximo gobierno.