La poesía y los chicos

Se trata quizá del primer contacto con la literatura. Madres, padres y abuelos desde tiempos lejanos entonan canciones de cuna, nanas, juegos de palabras, rondas y retahílas a sus bebés. A nadie se le ocurriría leer en cambio una noticia o las instrucciones del uso del teléfono celular. Esas manifestaciones consagradas en la música y en la tradición oral conjugan ritmo, musicalidad y cadencia, mientras asumen las palabras ya no como instrumentos inmediatos de la comunicación, sino como juego constante y placer estético.

Desde muy pequeños, los niños perciben en la poesía la naturaleza literaria, esa forma desnaturalizada de pensar el lenguaje que lo transforma y convierte en experiencia. Incluso más allá de las posibilidades de comprender todos los significados o sentidos. A través de la poesía, los chicos revisan los usos del lenguaje, incluso los propios, acuden a imágenes y proyecciones imaginadas por otros, acceden a realidades diversas y lejanas y se vinculan con experiencias, sensaciones, incluso testimonios de otras vidas aun ajenas y remotas.

Los docentes, los bibliotecarios, las familias, los mediadores en general deben garantizar el acceso a una variedad importante de textos poéticos de calidad. Su lectura o experiencia no debe quedar relegada a los primeros años. Al contrario, en un camino de progresión, los chicos deben acceder a textos cada vez más disruptivos, complejos y diversos. Deben conocer la maravillosa obra de María Elena Walsh, de Elsa Bornemann y de Laura Devetach. También de Beatriz Ferro, Gustavo Roldán, Guillermo Saavedra, María Cristina Ramos, Eduardo Abel Giménez, Iris Rivera y Ruth Kaufman. Avanzan y queremos que accedan a Oliverio Girondo, a Alejandra Pizarnik o a Paco Urondo.

Los mediadores deben compartir lecturas e intercambios. Deben compartir experiencias de encuentro de lectores a partir de textos poéticos. Podemos por ejemplo poner el acento en el carácter musical del texto leyendo en voz alta varias veces hasta que naturalmente se suscite una melodía. También podemos organizar recorridos de lectura agrupando poesías por temáticas (para reír, para enamorarse, para asustarse). Y hasta podemos proponer algunas actividades de escritura creativa en relación con la poesía dejando de lado la estricta marcación de la rima, yendo más allá de la naturaleza del texto poético, retomando los grafitis o los versos que les gustan.

Juan Gelman, tal vez una de las figuras más importantes de la poesía latinoamericana, definió la poesía como un árbol sin hojas que da sombra. Y ahí está la clave de la importancia de la lectura de este género en los chicos. Ellos, como todos los lectores, encontrarán un refugio ni deliberado ni literal. Un refugio más enigmático a sus reflexiones sin tiempo, esas que hacen detener las acciones, las imágenes y las palabras tal y como se suceden en la vida cotidiana.

Por Rocío Brescia, especialista de Fundación Leer, www.leer.org.