La reforma electoral de Macri en la Ciudad es inviable.

Por Aníbal Gotelli,
Presidente del Instituto para Pensar Buenos Aires (IpeBA)
www.pensandobuenosaires.blogspot.com
www.actiweb.es/pensandobuenosaires

Según vengo de leer en varios medios de comunicación locales, el Gobierno porteño presentará en la Legislatura dos proyectos de reforma electoral para instalar las primarias abiertas y establecer la boleta única para la Ciudad de Buenos Aires, con la intención de que se implementen el año próximo. Mauricio Macri busca de esta manera adoptar para la Ciudad de Buenos Aires un esquema similar a las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias que ya funcionan a nivel nacional y aplicar el mismo modelo de boleta única que utilizan las provincias de Santa Fe y Córdoba.

No creo que haga falta porque mi historia habla por sí sola, pero de todos modos voy a aclarar que soy un hombre de ley que acata profundamente la ley, y acato y respeto la ley de Primarias Abiertas y Obligatorias a nivel nacional porque la ley ya está. Y como hombre político que soy, nunca pierdo tiempo tratando de torcer un hecho consumado, cerrado y abrochado por una mayoría irreversible. Pero eso no quiere decir que coincida o me guste esa ley o cualquier otra ley que se haya sancionado o pueda sancionarse.

En lo personal, no estoy de acuerdo con las Internas abiertas.

Un Partido Político, cuando está bien organizado y cuando funciona bien, es una entidad viva, dinámica, con organización interna, con carrera interna, con promociones internas, con méritos y deméritos, con mística, con militancia, con doctrina, con liderazgos ganados a fuerza de trabajo, de convicción y de perseverancia.

Entonces, me parece injusto que alguien que no decidió tomar ese compromiso intelectual y sentimental con un Partido y que no conoce nada ni a nadie en ese Partido, termine decidiendo sobre la vida y futuro de ese Partido.

Me parece injusto. Muy injusto.

Tan injusto como si los miembros de un club pagaran puntualmente sus cuotas y luego finalmente la pileta fuera abierta a toda la comunidad, a los que mantienen al club y a los que no hacen nada por el club.

El que quiere decidir algo en un Partido, que se afilie al Partido, que trabaje en y para el Partido, que milite, que se comprometa. Y luego, así y sólo así, que vote dentro del Partido y decida el futuro del Partido en las internas del Partido.

A nivel local, a nivel porteño y dentro de las escalas porteñas, una reforma como la que se impulsa desde el gobierno porteño anula las iniciativas comunales, los partidos vecinales y obliga a pequeños partidos y agrupaciones a tener que alinearse a cualquiera de los partidos mayoritarios a cambio de no perecer, aún sin coincidir con un mínimo decente de las bases programáticas o las acciones políticas del partido que le canjea votos por espacios y supervivencia.

La Reforma Electoral propuesta por Mauricio Macri dice querer acabar con las colectoras y las listas de adhesión, pero en realidad quiere terminar con los partidos chicos y con los posibles partidos comunales.

No son malos los matices. Buenos Aires es, de hecho, una ciudad de matices. Una ciudad de miles y miles de pensadores libres. Las particularidades personales, sectoriales y partidarias pueden ser mantenidas, y así y todo, trabajar políticamente en convergencia.

La Ciudad de Buenos Aires necesita volver a los tiempos de la militancia activa, de la participación cotidiana en sus instituciones políticas y sus agrupaciones partidarias; necesita volver a los locales partidarios, comités, unidades básicas o a cualquier ámbito de reunión para debatir ideas y construir consensos.

Señoras y señores, ya lo dije hace más de tres años en un artículo que escribí sobre la necesidad de volver a la militancia real por sobre la virtual, mediática, de mercado o de redes sociales. Y lo vuelvo a decir hoy nuevamente: quienes piensan que la Política porteña puede quedar en manos de los gurúes de la Mercadotecnia política y de los candidatos de laboratorio se equivocan.

La Política, la buena Política, la única Política que merece hacerse y ser vivida, es la Política que se construye sobre la militancia que hacen los militantes de la acción y del pensamiento; porque el político que no viene de la Política no entiende a la Política, tal como el político que no sale de las filas de sus propias bases jamás va a entender a las bases que dice representar.

Los porteños tenemos que volvernos a dar cuenta de que el más maravilloso de los gérmenes de la buena Política se encuentra en nuestros viejos, queridos y añorados locales partidarios.

La Política porteña debe volver a las más entrañables prácticas de su mejor Política, a la Política barrial, a la Política del contacto directo y permanente entre los votantes y los votados.

Los locales partidarios deben volver a ser, en la Ciudad de Buenos Aires, el espacio físico territorial de acción, difusión, capacitación, afiliación, adhesión y reunión de nuestros partidos y agrupaciones.

Los locales partidarios porteños deben volver a ser un lugar de acción, un ámbito proactivo, el punto de encuentro y la casa comunitaria a la que deben volver los vecinos para aportar ideas, aportar su trabajo, aportar sus denuncias, y realizar –en general- todo aporte útil, creativo y proactivo que sirva para tener un partido o una ciudad mejor.

Los locales partidarios porteños deben volver a reunir a los vecinos para que su líder los visite, aunque sea de tanto en tanto, para ver qué están haciendo, qué están pensando, qué necesitan y de qué se quejan.

Escuchar directamente a los vecinos debe seguir siendo la única y mejor manera de adoptar medidas y orientar gestiones de acuerdo a lo que los vecinos piensan y necesitan.

Para eso son los locales.

En la Ciudad de Buenos Aires no podemos seguir abriendo locales únicamente cuando se acerca una elección y cerrarlos el día posterior a la elección.

La gente no es tonta.

Los porteños ya no somos tan inocentes. No somos estúpidos.

Repito a ver si de una vez por todas nos entienden: los porteños no somos estúpidos, no somos tan frívolos como nos quieren pintar.

Muchos ya estamos volviendo a tener ganas de participar, de reunirnos, de intercambiar ideas, de buscar soluciones en algún espacio en común.

Por eso creo que ahora más que nunca, de cara a las elecciones de 2011 y a las elecciones comunales de vaya a saber cuándo, los porteños tenemos que volver a contar con locales partidarios de nuestras agrupaciones en todos los barrios, en todas las comunas, para poder afiliarnos, para poder sumarnos, para buscar información y para ponernos al servicio de nuestras ideas de manera orgánica y organizada.

Los porteños debemos volver a recibir –también de manera orgánica y organizada- formación doctrinaria, política, sindical o laboral; porque un local es –además- una unidad comunitaria de capacitación permanente.

La Ciudad de Buenos Aires debe volver a contar con muchos locales partidarios, de todos los partidos, porque un local es el ámbito natural y descentralizado del adoctrinamiento partidario, donde el afiliado y el vecino concurren para saber cómo piensan sus líderes o qué quiere hacer y cómo va a hacer lo que quiere hacer su institución o partido.

En la Ciudad de Buenos Aires hay mucha gente que piensa que “abrir un local” es alquilar un negocio vacío, pintarlo un poco y colgarle –a veces por compromiso y como carnada- una foto de Evita, de Perón, de Yrigoyen o de Balbín.

Eso no es desarrollo territorial.

Porque desarrollo territorial no es tener decenas de locales puramente nominales y testimoniales con el sólo objeto de colocar su lista en un sitio web partidario o institucional.

Abrir un local, abrir varios locales y construir y potenciar un buen desarrollo territorial, es abrir ámbitos activos, en los que se genere y multiplique la vida y sobrevida de la institución o partido, de manera eficiente, proactiva y permanente.

En suma, un local partidario o institucional es –a mi entender- un espacio natural e indispensable en la generación de mística.

Sin locales abiertos, participativos, vivos, activos, proactivos y creativos no hay partido o agrupación que sobreviva más que un puñado de elecciones.

En la Ciudad de Buenos Aires hemos visto partidos que no han durado más de una o de dos elecciones y –coincidentemente- son los mismos partidos que descuidaron la convocatoria, la reunión y la acción en sus locales partidarios.

Cuando un porteño comienza a ir a los locales y los encuentra cerrados o su líder ya no los visita nunca porque no quiere abandonar el microclima plácido de la Plaza de Mayo, el porteño automáticamente deja de ir, deja de apoyar, deja de involucrarse y deja de participar.

La gente que se siente abandonada por su líder, no acudirá jamás en ayuda del líder. Si tiene un problema, tendrá que arreglarse solo porque él –primero- dejó sola a su gente.

En Política, el precio del abandono, es la no repetición del voto. Te podrán haber votado en esta elección y te habrán puesto en tu puesto. Pero ¡cuidado!, si abandonás a los que te votaron, seguramente, no te volverán a votar.

Para muchos de nosotros, y cada vez somos más los que pensamos así, un líder porteño, cualquier líder en realidad, debe revalidar su liderazgo en forma permanente, generando mística, sosteniendo mística y contagiando mística, a través de la acción, el compromiso y la lealtad con los principios, la doctrina y las bases de acción política de su Partido.

En la Ciudad de Buenos Aires ya no sirve más que alguien venga y nos diga “tengo 100, 500, 700 ó 1000 fichas y las pongo a jugar para vos porque venís bien en las encuestas o porque tu imitación está pegando fuerte en Tinelli”, porque muchos porteños estamos volviendo a querer que cada liderazgo, cada afiliación y cada local vuelvan a ser sostenidos, justificados y constantemente revalidados por la acción y por la convicción de liderar, de afiliarse o de abrir y trabajar un local.

En suma, los que estamos convencidos de que nos merecemos una Ciudad mejor y de que sólo vamos a poder tener una Ciudad mejor cuando tengamos una Política mejor, tenemos que trabajar para difundir las ideas de nuestros partidos, para dar vida a los locales partidarios existentes y para abrir más locales en todos los rincones de la Ciudad de Buenos Aires donde hagan falta.

Los que estamos convencidos de que Buenos Aires se merece una Política mejor debemos trabajar para identificar, fortalecer y proyectar nuevos liderazgos partidarios, barriales y comunales; para que nuestros futuros líderes porteños sean el emergente real de una sociedad porteña real y no de un laboratorio donde todo es regla, donde todo es cálculo y donde todo es medido de acuerdo a la proyección de beneficios para un candidato, su séquito o su grupo de amigos y testaferros.

Los porteños debemos volver a enamorarnos de la Política y la Política porteña tiene que poder volvernos a enamorar. Si la Política porteña vuelve a organizar a la militancia, si vuelve a escuchar a los militantes, allí estaremos siempre los que amamos a la verdadera y buena Política.

Allí estaremos los porteños para decirles a nuestros dirigentes que se queden tranquilos, que los vamos a cuidar, que los vamos a acompañar y que vamos a ir a escucharlos a nuestros locales partidarios cada vez que haga falta, porque si la Política porteña vuelve a ser así, tener una cuenta en Facebook ya no va a ser tan importante.

Los argentinos en general, los porteños en particular, necesitamos paz, aunque sea un año de paz. No podemos estar estudiando todo el tiempo los cambios que se producen y que sólo entienden o benefician a algunos pocos que los piensan o los motorizan. Tratemos de votar dos elecciones seguidas con las mismas reglas, tratemos de tener, también, paz electoral, que mal no nos vendría.