Lo lúdico, una herramienta clínica y de construcción de lazos sociales en la discapacidad

Por María Angélica Campero, psicóloga de la Fundación Río Pinturas
(www.riopinturas.org.ar)

El campo de la discapacidad nos lleva a pensar, escuchar y analizar
aquellas necesidades especiales con las que cada persona se enfrenta en la
vida cotidiana. Éstas no suponen quedar reducidos meramente a un
“objeto-cuerpo” apartados, discriminados o marginados como suele suceder en
muchas ocasiones, sino como sujetos capaces de Ser. Tenemos como sociedad un
imperativo ético a conquistar que es ofrecer oportunidades de
accesibilidad, autonomía e inclusión de aquellas “necesidades especiales”
desafiándonos con el reto de descubrir, soportar y acompañar aquello
especial.
Este reto corre con otros tiempos que los pos modernos en donde la prisa y
la urgencia son los que cuentan. Nos confronta con una suspensión en el
tiempo, una pausa para encuadrar aquello especial que se pone en juego en
cada sujeto que conforma este vasto campo y acompañar en el proceso de
subjetivación. Para ello, una de las herramientas fundamentales con las que
contamos a la hora de trabajar con la discapacidad es el juego.
Desde una perspectiva psicoanalítica, lo lúdico nos permite entenderlo desde
tres campos: por un lado el campo social, estableciendo aquellos aspectos
transferenciales de multiplicidad de lazos sociales. Por otro lado, el
campo del sujeto, funcionando como escenario de construcción de subjetividad
y de intervención clínica. Por último, desde el campo de lo Real, ubicar
algo del orden del goce. Orientar la clínica a la creación singular de una
letra, de una inscripción. Así es como el juego nos permite la apertura de
una nueva escritura que se da en ese entretejido que permite circular algo
del orden del lazo y el deseo.
En el trabajo con la discapacidad, el juego nos permite construir una escena
de ficción que no sólo acompaña y entretiene sino que constituye un modelo
de expresión. Incluye la relación estrecha del sujeto con la fantasía y la
creación singular de un producto que hace lazo social. De este modo, nos
atrevemos a pensar el juego como una modalidad de escritura, de inscripción
y construcción de la subjetividad de cada sujeto singular para restablecer o
reubicar al sujeto en relación a los objetos y a los otros.
Asimismo, cuando lo lúdico se utiliza como herramienta de intervención a
nivel grupal podemos observar cómo favorece tanto en la estimulación de
aspectos psico-sociales como también cognitivos. No solo supone la
elaboración de tácticas, intercambio con pares sino también promueve la
participación colectiva ayudando y apoyándose entre sí, es decir,
estableciendo algo del orden de la palabra que comienza a circular desde un
discurso colectivo de lazo social.
Por último, siguiendo a Jacques Garneau “encontrarse con la creación es un
poco desear crearse”. La discapacidad nos convoca a pesquisar aquellas
necesidades especiales que cada sujeto presenta, guarda o no pudo advenir
todavía. Supone tiempos lógicos de constitución subjetiva al igual que
temporalidades que se enmarcan fuera de la cronología o desarrollo
evolutivo. Más bien, suponen instantes de ver y tiempo de comprender, que
resultan fundantes de la relación que se establece en el trabajo diario con
la discapacidad. La propia creación, que resta como producto de dicho
encuentro, deja una marca y; supone “hallar la propia voz y hacerla surgir
para vivirse… en este espacio de creación que son los talleres, se termina
por percibir la inmensidad de las palabras, sonidos y colores como energía
hablante. Se termina por buscar “quien” habla en nosotros, “quien” canta y
danza a fin de crearse” (Garneau, J. en Tratar la psicosis).
Desde la Fundación Rio Pinturas los talleres apuntan a invitar a que cada
concurrente, familia, voluntario, profesional y personal de la Institución,
pueda poner algo del orden de lo lúdico allí en juego. Quienes participan
allí comienzan a explorar lenguajes personales que se enmarcan en el
intercambio entre pares descubriendo cada uno un espacio de apertura sobre
sí mismo y sobre su propia palabra generando así una modalidad de lazo
social.