Los derechos humanos en democracia

Queridos amigos:

La discusión sobre el memorándum de entendimiento entre Argentina e Irán por la voladura de la AMIA nos lleva a un tema que reiteradamente descubrimos y eludimos: me refiero al estado de los derechos humanos en tiempos de democracia. El horror del terrorismo de Estado durante la última dictadura nos llevó a una visión tal vez simplista de los hechos: las dictaduras violan los derechos humanos, por consiguiente, los gobiernos electos por el pueblo los respetan.

Un mirada a nuestra historia podría hacernos reflexionar:
Fue un gobierno constitucional (oligárquico) el que masacró a las tribus indígenas del Sur a fines del siglo XIX.
Fue un gobierno constitucional (representativo de la clase media) el que fusiló a los obreros de la Patagonia y el Chaco y toleró la represión sangrienta de la Semana Trágica, en 1919 y 1921.
Fue otro gobierno constitucional (esta vez representativo de la clase obrera) el que trajo y amparó a los criminales de guerra nazis y aún les encomendó construir una bomba atómica, a partir de 1945.
Como es habitual, nadie ha hecho una autocrítica.

La pregunta es por qué la sociedad no la pidió y en qué fallamos los docentes. Tal vez hayamos tratado a los derechos humanos como un tema más, sin asignarles la máxima prioridad en todo momento.

Con lo que hoy estamos diciendo en el aula se hace difícil comprender que el pueblo de una provincia argentina haya elegido como gobernador por dos veces al responsable de numerosos crímenes durante la dictadura. Tampoco se entiende que el jefe de una asonada golpista haya sido intendente de un municipio del conurbano, con apoyo de distintos sectores del partido político mayoritario del país.

En nuestro democrático pasado reciente tuvimos la voladura de una fábrica militar para encubrir el robo y contrabando de armas a países en guerra. Y también conocimos una red que distribuía medicamentos falsos entre pacientes oncológicos de varios sindicatos «porque de todos modos, igual se iban a morir». No es necesario recordar que los responsables están libres.

No he nombrado a nadie por una especie de test. ¿Sabemos de qué sucesos estoy hablando o hemos hecho un gran esfuerzo por olvidarlos?

Aún en el país de la impunidad y del olvido, todos sabemos que es improbable que el gobierno teocrático de Irán colabore en la condena de los responsables de un crimen que los enorgullece. Pero ésa es la parte obvia de la discusión sobre el atentado a la AMIA.

La cuestión de fondo es el modo en que los tres poderes del Estado han protegido en distintos momentos y bajo distintos signos políticos a los criminales de la conexión local, lo que fue reconocido por un Presidente argentino ante las Naciones Unidas. Una compleja red de silencios, pistas falsas, desvío de la atención, etc., sirvió de encubrimiento sistemático a lo largo de casi dos décadas. La envergadura de este red sugiere una usina de soborno, intimidación y chantaje para que quienes sepan algo no lo digan. ¿Alguna vez sabremos si esa usina está adentro o afuera del Estado?

¿Estará en alguno de los organismos a los que les pagamos para nos espíen o en algún sitio inimaginable?

Cuando se discutió en España el rol que deberían tener en democracia los organismos de espionaje creados por el franquismo, todos los partidos taparon el debate, ya que cada uno de ellos fantaseaba con, alguna vez, tratar de controlar a esos espías en su propio beneficio. No sabemos si lo lograron, pero, ¿nos pasará lo mismo a nosotros? ¿Será un contrasentido hablar de democratizar a los espías?

Tal vez lo único cierto de esta historia es que en algún lugar del Estado hay información sobre la conexión argentina de este crimen y que esa información es, al día de hoy, inaccesible.
La obra de arte que acompaña esta entrega es un detalle de la crónica visual de un crimen semejante al de la AMIA, también impune. Me refiero al bombardeo a la ciudad vasca de Guernica, pintado por Pablo Picasso en 1937. El detalle describe una mujer que grita con desesperación y alza los brazos al cielo en medio de las llamas.
Les envío como documento adjunto la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada por Naciones Unidas en 1948. Ya sé que la conocen. Pero me parece el momento de releerla lentamente, como una oración laica.

Un gran abrazo a todos.

Antonio Elio Brailovsky