mansilla y medrano

La calle Mansilla de Buenos Aires

Lucio Norberto Mansilla en la Ciudad de Buenos Aires

Lucio Norberto Mansilla fue un distinguido militar y político argentino de los tiempos de la revolución y la fundación del Estado argentino. Fue gobernador de la provincia de Entre Ríos, cargo al cual se rehusó de continuar ejerciendo luego de haber sido electo por tercera vez consecutiva por voto popular. Sostenía que las reelecciones eran incompatibles con la condición que un gobierno democrático debe exigir a sus gobernantes. El cuerpo legislativo de la provincia le acordó el uso de una medalla de oro por su actuación. En la Ciudad de Buenos Aires, hay una calle que transcurre por el barrio de Palermo, está delimitada por la avenida Scalabrini Ortiz y la calle Larrea.

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La calle Mansilla de Buenos Aires 7

Lucio Norberto Mansilla

Lucio Norberto Mansilla nació en Buenos Aires el cuatro de marzo de 1782; misma ciudad en la que falleció por  la feroz epidemia de fiebre amarilla. Sus restos descansan en el mausoleo familiar en el Cementerio de la Recoleta junto a su esposa Agustina y su hijo Lucio Victorio Mansilla. Tanto su padre como su madre murieron en las Invasiones Inglesas del comienzo del siglo XIX, Andrés Ximénez de Mansilla y  Eduarda Bravo de Oliva. Su padre y él, lucharon en las invasiones inglesas. En la primera (1806), el padre fue héroe de combate y dió comienzo a su carrera militar; al servicio de Santiago de Liniers.

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En octubre del mismo año, tomó acción en la misión de aprehender al virrey Rafael de Sobremonte, bajo el comando del teniente coronel Prudencio Murguiondo. Al año posterior, en las invasiones de 1807, participó en el combate de los corrales de Miserere. Fue en esa invasión que su padre murió trágicamente. En 1809, fue nombrado agrimensor patentado por el virrey Liniers, previo examen ante peritos. Con su título de agrimensor, obtuvo el permiso para abrir y regentar una Escuela de matemáticas. Ese año también celebró matrimonio con Polonia Olivares, con quien tuvo tres hijos.

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 En 1812, ya con el grado de teniente y bajo las órdenes del general José Artigas, participó en la campaña contra las fuerzas portuguesas que habían invadido territorio. Luego pasó bajo el mando de José Rondeau en el sitio y posterior liberación de la ciudad fortificada de Montevideo, capital de la Banda Oriental, la cual se encontraba en poder de los realistas. En 1813, pasó a las órdenes del coronel Domingo French e hizo la campaña para atacar la fortaleza «El Quilombo» a orillas del río Yaguarón, actualmente en la frontera con Brasil. Por sus acciones allí reconocido por el gobierno con un escudo de plata y como «Benemérito a la Patria en grado heroico».

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La calle Mansilla rodea la Plaza Güemes.

El segundo de San Martín

En las batallas de la Independencia, tuvo un rol activo en la organización del Ejército de los Andes, siguiendo directamente a las órdenes del General San Martín. Mansilla, nombrado mayor de Plaza en San Juan, instruyó 600 reclutas para el futuro ejército y que pasaron a formar parte de los célebres regimientos 7 y 11. Luego fue designado comandante político y militar del pueblo de San José de Jáchal. Allí, logró incorporar 400 voluntarios y fue nombrado por San Martín como «Comandante General de las Cordilleras del Sud de los Andes».

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La cúpula del Arquitecto Arnoldo Albertolli, ubicada en Scalabrini Ortiz y Mansilla.

En vista de su alto rendimiento ante las labores encargadas, el general San Martín lo designó segundo jefe de la 1.ª división de Vanguardia, a pesar no de ser sino graduado de mayor. Como segundo jefe de la mentada división, participó en la célebre batalla de Chacabuco y en el sitio de Talcahuano, a las órdenes del libertador José de San Martín. En reconocimiento a sus acciones, el Gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata le acordó el uso de una medalla de oro y el Gobierno de Chile lo nombró oficial de la Legión de Mérito y le acordó además, otra medalla y cordones.

Gobernador

Como Gobernador de la provincia de Entre Ríos, lo primero que hizo fue buscar la paz con la provincia de Santa Fe, para lo cual se presentó una noche en persona, solo y desarmado al campamento del general Estanislao López. Erigió nuevamente las provincias de Corrientes y Misiones en soberanas. En su política interna para con la provincia, trabajó intensamente en la sanción de lo que fue la segunda constitución provincial de la República Argentina en 1821. Firmó con Buenos Aires, Corrientes y Santa Fe el Tratado del Cuadrilátero en la ciudad de Santa Fe. Este afirmaba la paz entre estas provincias, pero también condenaba a muerte el congreso federal de Córdoba, en beneficio de Buenos Aires, que organizaría otro en 1824.

Vuelta de Obligado: La Victoria

La victoria en la derrota: la Vuelta de Obligado y el gran héroe de la jornada, Lucio Norberto Mansilla

Cada 20 de noviembre se conmemora el Día de la Soberanía Nacional, la fecha es en honor a un combate que cambiaría el curso de un bloqueo de años por parte de las tropas anglo-francesas en el Río de la Plata. La importancia de aquel día y por qué se celebra a pesar de haber perdido.

El bloqueo anglo-francés en las aguas del Río de la Plata fue por muchos años un tema que en las clases de historia del colegio se mencionaba y nada más. Con los años fue reivindicada y con ello aquellos héroes de la jornada del 20 de noviembre recibieron la mención merecida. La historia de cómo las tropas nacionales terminaron sufriendo una embestida europea que terminó en una defensa heroica de los nuestros al mando de Lucio N. Mansilla.

Era el año 1845, pleno segundo gobierno de Juan Manuel de Rosas como gobernador de Buenos Aires, al otro lado de la orilla -en Uruguay- se libraba una feroz guerra civil entre Manuel Oribe y Frutuoso Rivera. Este último le pidió ayuda a Rosas para recuperar el gobierno, el Restaurador aceptó enviando tropas y armamento para una invasión de su amigo que terminó con intervenciones extranjeras de ambos lados que exaltaron los ánimos y que motivó a que Reino Unido y Francia decidan intervenir.

Las dos potencias europeas intimaron a Rosas para que retire sus tropas y ante el rechazo del brigadier decidieron capturar la escuadra porteña que bloqueaba Montevideo. El conflicto fue en aumento hasta llegar al 20 de noviembre de 1845 cuando los anglo-franceses intentaban obtener la libre navegación del río Paraná para ayudar a Corrientes -opositora a Rosas- para que la sitiada Montevideo pudiera comerciar con Paraguay y las provincias del litoral. Allí aparece en escena nuestro héroe de la jornada: Lucio.

Mansilla, cuñado de Rosas ya que se casó con su hermana Agustina, había nacido en Buenos Aires el 1 de Marzo de 1792 con destacada participación en la Guerra por la Independencia, en la organización del Ejército de los Andes y con un activo rol en la Guerra Civil que enfrentó a unitarios con federales. Su vínculo familiar con el entonces gobernador lo llevó a que sea designado en 1839 Jefe del Ejército de Reservas de la ciudad y Comandante den la Costa del Paraná.

Con el conflicto con los anglo-franceses a flor de piel Rosas, que se quedó en la Ciudad, instruyó a la defensa del río Paraná y le confió a su cuñado Mansilla liderarla. Fue entonces que decide fortificar un recodo en el río de 700 metros con tan solo 21 viejos cañones de bronce y unos 2.000 hombres. Además, ordenó cruzar el río con tres gruesas cadenas de costa a costa, para lo cual un italiano de apellido Alberti, amigo suyo, proporcionó gran parte de los pontones y «barquichuelos» empleados. Mención merece la arenga a sus tropas que realizó aquel 20 de noviembre de 1845:

«¡Vedlos, camaradas, allí los tenéis! Considerad el tamaño del insulto que vienen haciendo a la soberanía de nuestra Patria, al navegar las aguas de un río que corre por el territorio de nuestra República, sin más título que la fuerza con que se creen poderosos. ¡Pero se engañan esos miserables, aquí no lo serán! Tremole el pabellón azul y blanco y muramos todos antes que verlo bajar de donde flamea».

La flota anglofrancesa avanzó en dos divisiones al mando de los comandantes Tréhouart y Sullivan. Las tropas defensoras se encontraron con la nave capitana francesa de frente a las baterías, a lo cual se decidió abrir fuego matando en el acto a 28 hombres de dicho buque y dañando seriamente su arboladura. Tras dos horas de un feroz combate ya era evidente la escasez de municiones de las fuerzas nacionales y con la disminución en los disparos de la escuadra defensora, los atacantes vuelven sobre las cadenas encabezados por el buque Firebrand y, a martillazos sobre un yunque, logran cortarlas. Dos batallones avanzaron al mando del comandante Sullivan contra la batería del sur siendo cargados a bayoneta por un grupo de soldados encabezado por Mansilla, quien fue derribado por una salva de metralla que lo hirió de gravedad en el pecho, y dejando el mando al artillero capitán Juan Bautista Thorne. Pese a la heroica defensa, la derrota fue inevitable.

Si bien la batalla significó una victoria para los europeos, fue tan grave los daños sufridos y la gran cantidad de muertos que contabilizaron que el enfrentamiento le terminaría significado lo que se denomina un saldo pírrico: una derrota en la victoria. «Considerada la fuerte oposición del enemigo y la obstinación con que fue defendida, debemos agradecer a la Divina Providencia que aquella no haya sido mayor», dijo el almirante Samuel Inglefield tiempo después.

Incluso San Martín, enterado de la heroica defensa argentina, le comentó a su amigo Tomás Guido desde su exilio francés: «Ya sabía la acción de Obligado; ¡qué inequidad! De todos modos los interventores habrán visto por esta muestra que los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que abrir la boca. A un tal proceder no nos queda otro partido que el de no mirar el porvenir y cumplir con el deber de hombres libres sea cual fuere la suerte que nos depare el destino, que en íntima convicción no sería un momento dudosa en nuestro favor si todos los argentinos se persuadiesen del deshonor que recaerá en nuestra patria si las naciones europeas triunfan en esta contienda que en mi opinión es de tanta trascendencia como la de nuestra emancipación de la España».

El 4 de junio de 1846 Mansilla, recuperado casi de manera milagrosa, volvió a atacar a la flota invasora en Acevedo, San Lorenzo y Quebracho. Esta última fue clave ya que pudo colocar sus baterías en una posición más alta, por lo que las fuerzas argentinas no sufrieron los daños que habían soportado en la Vuelta de Obligado. Después de un cruce de fuego de artillería de más de tres horas, la flota enemiga siguió su camino con varias bajas y muchos destrozos materiales. La resistencia nacional obligó a los invasores a aceptar la soberanía argentina sobre los ríos interiores y Gran Bretaña, con el Tratado Arana-Southern de 1847, concluyó definitivamente este conflicto y en marzo de ese año ordenó el retiro de su flota. Francia tardó un año más hasta la firma del Tratado Arana-Lepredour.

Mansilla recién volvió a empuñar armas en la batalla de Caseros de 1852, siendo nombrado por su cuñado como Comandante de las fuerzas de la ciudad e Buenos Aires. El combate terminó en derrota para sus tropas, obligándolo al exilio en Francia hasta regresar años después. Murió víctima de la fiebre amarilla el 10 de abril de 1871. Sus restos descansan hoy en día en el Cementerio de la Recoleta.

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