Carlos Penelas

Masonería y literatura. Por Carlos Penelas

Masonería y literatura

La libertad no necesita alas, lo que necesita es echar raíces.

Octavio Paz

Mi padre solía hacer largas caminatas por calles y parques. Me llevaba de la mano mientras señalaba monumentos, edificios, árboles. Por supuesto con explicaciones y sentencias morales. (Mi madre, doña María Manuela Abad –   silenciosa, aguda, generaba un hogar familiar, cotidiano – solía decirme que procurara ser modesto, que era de bien nacido serlo. Y que observara las vidrieras de las tiendas elegantes, me  educaría el gusto). En esas caminatas socráticas – debo aclarar que Carloncho era un niño de siete años – solía evocar a Manuel Seoane, Raimundo Orsi, Zoilo Canaveri, Antonio Sastre…pero también mencionaba a los carbonarios, a movimientos liberales de principio del siglo XIX, al príncipe Kropotkin, a Tolstoi,  la demagogia peronista y la sociedad de masas, el fascismo, el estalinismo, el nazismo y un mar de historias que iban desde la pobreza de su aldea en Galicia, pasando por las novelas de Galdós o de Cervantes, hasta el misterio de las creencias religiosas. “En lo único que creo es en Dios, de lo demás estoy seguro”, solía repetir con  ironía. Poseía carácter,  era enérgico; y un sentido  mordaz del humor. Buen discutidor, sabía escuchar.

Citaba a Stirner o a Spencer; también opinaba sobre la masonería. Con los años fui comprendiendo su mundo, su mirada, su esfuerzo por elevarse. Un niño que cuidaba cabras en Espenuca llegó a leer a los clásicos, amar la zarzuela y el cine de Hollywood. El tema de la masonería – recuerdo su voz grave – desde la adolescencia me generó curiosidad. Con los años he leído e intentado estudiar algo de su historia, inequívocos aspectos, evidentes conductas. Misterio, señales, ritos, contraseñas, leyendas, ambigüedades y mitologías provocaron mi interés. Con el tiempo advertí la cantidad de hombres célebres que pertenecieron a la masonería. Desde lo político hasta lo cultural.

En muchos países fueron perseguidos por leyendas negras. Reyes, militares, científicos, músicos, artistas, hombres de gobierno han pertenecido a diversas logias. En general vieron un camino de perfeccionamiento interior, algo privado que no tenían por qué comunicarlo. Durante décadas muchos callaron su condición pues estaba la cárcel, el exilio o la pena de muerte.

En éste breve artículo es mi intención – hay publicaciones considerables con bibliografía que el leedor puede investigar – sintetizar un panorama de escritores vinculados con la masonería, de artistas y hombres del pensamiento o la acción.  Es necesario aclarar que muchos literatos al mismo tiempo fueron masones aunque no reflejen directamente su compromiso con la masonería en sus escritos aunque sí manifiestan en sus obras el dualismo masónico-literario. Y, por supuesto, autores no masones que aluden en sus obras a la masonería.

Tuvieron en España, por citar un país y una época, vinculación con la masonería Alejandro Lerroux, Antonio Machado o Santiago Ramón y Cajal entre otros. La característica común de este heterogéneo grupo es su vinculación al librepensamiento y todas las ideas que ese movimiento proponía: defensa de la educación laica, fe en las ciencias, apoyo a los sefarditas, anticlericalismo o liberalismo religioso, matrimonio civil y en general republicanismo.

No es mi propósito abrumarlo con nombres. Sólo unos pocos ejemplos en diversos países y momentos históricos. Puskin, Pessoa, Chagall, Churchill, Garibaldi, Washington, Curros Enriquez, Lugris, Neil Armstrong, San Martín, Lugones, Sarmiento, Belgrano, Disney, Mozart, John Wayne, Bakunin, Fleming, Salgari, Conan Doyle, Pascoli, Carducci, Allende, Quasimodo, Hugo Pratt, Italo Calvino, Mallarmé, Chateaubriand, Swift, Twain, Goethe…

En algunos escritores observamos en sus obras algún tipo de espíritu  o inspiración masónica. Ejemplos de ello son  la fraternidad, la igualdad, la paz, la filantropía, la libertad de conciencia…  estos valores mencionados, como usted puede observar,  se presentan en lo universal, en el sentir del humanismo. No existe, que quede claro, una literatura masónica, como no existe una música, pintura o escultura masónica. Por las dudas, tampoco una política masónica.  En su tesis doctoral, Ricardo Serna Galindo, argumenta: “No hay una literatura masónica a pesar de los muchos literatos de prestigio que han dado sus nombres a la institución, ni de las singulares obras literarias en las que se refleje de algún modo el imaginario masónico”. Más adelante acota: “Es preciso insistir en que sólo hay una literatura. Literatura sin más epítetos, lo que no impide anotar que el argumento masónico, o el ideario de la Masonería, o incluso el mundo simbólico que embebe la sociedad y sus aledaños, son elementos importantes a la hora de analizar el fondo y la forma de muchos autores y obras”.

Desde su nacimiento estuvo ligada a la arquitectura y a la idea de la construcción. Su paso a una actividad especulativa, a comienzos del siglo XVIII, podría parecer una renuncia a estos fines. Creemos que el ideal de la construcción sigue presente en la masonería del siglo XXI, teniendo hoy tanta vigencia como en sus albores. Estamos aludiendo al pasar el aporte de una visión heterodoxa del concepto del arte dentro del mundo masónico.

En la actualidad podemos constatar que se sacralizan actitudes e ideas, carentes de justificación, por materiales, efímeras o interesadas. Sin embargo, lo tradicional y trascendente se desacraliza. Es imposible soslayar que en la Edad Media se llamaba Arte Real a la ciencia que conocían los constructores de complicados edificios, ciencia que sólo ellos dominaban. Arte Real era también uno de los nombres del trabajo de los alquimistas.

Tal vez, entre los principales objetivos de la masonería,  sea intentar conciliar los opuestos y lograr unir todo aquello que está disperso. Para ello los francmasones se reúnen en logias. No separan tradición de modernidad.

El filósofo rumano Mircea Eliade, en su libro Tratado de Historia de las religiones, describió como «hierofanía » o acto de manifestación de lo sagrado. Entendiendo aquí lo sagrado o numinoso  en su sentido más amplio, laico y simbólico.

Incrédulo y fariseo lector: me siento  camusiano o, si le apetece, un poeta librepensador del siglo XIX. Y no pertenezco a la masonería. Sin vueltas: uno es carencia, silencio, búsqueda. Así es el fervor del poema.

Carlos Penelas

Buenos Aires, octubre de 2022