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Messi y el Dibu Martínez: Vulgares y obscenos

MESSI Y EL DIBU MARTÍNEZ: VULGARES Y OBSCENOS

Norberto Alayón. Profesor Consulto de la Universidad de Buenos Aires.

Que Lionel Messi y el arquero Dibu Martínez hayan sido tildados de vulgares y obscenos me generó el recuerdo de una nota (“Maradona, el obsceno”) que publiqué en el diario “Página 12” hace ya mucho tiempo, el 20 de octubre de 2009.

Me permito reproducirla, con el ánimo de reflexionar e intercambiar, en esta época de obscenidades marcadamente agudizadas y casi naturalizadas, en el contexto del retroceso mundial y del más inhumano capitalismo, expresado en las propuestas neoliberales.

No pretendo defender el indebido y “políticamente incorrecto” gesto del guardavallas y creo entender la legítima molestia que debe haber causado en algunos sectores de la sociedad. Pero no acepto y detesto la fingida “moralidad” de aquellos verdaderos inmorales que representan y encarnan los proyectos de profunda degradación humana.

Por ejemplo, no puedo olvidarme del diario “La Nación”, relevante sostén de la genocida dictadura cívico-militar, que con su prédica supuestamente impoluta y ajena a lo vulgar y obsceno, acompañaba en silencio el comportamiento de aquellos que violaban mujeres, robaban bebés, lanzaban al mar a personas vivas y picaneaban la vagina de mujeres embarazadas.

Estos sectores y medios están inhabilitados para “dar cátedra” sobre lo vulgar y la obscenidad.

MARADONA, EL OBSCENO

(20/10/2009)

Maradona estuvo mal. En rigor estuvo pésimo, con sus groseras expresiones dirigidas a algunos periodistas, en la conferencia de prensa después de haber clasificado para el Mundial de Sudáfrica. Se equivocó muy fiero por varias razones: en primer lugar por el carácter soez de sus manifestaciones; por la repercusión nacional y mundial que seguramente tendrían sus declaraciones; por eclipsar la principal noticia que fue la clasificación al Mundial; por desviar la necesidad de realizar análisis serios acerca de su papel como entrenador y sobre la débil performance deportiva del seleccionado.

Millones de personas escuchamos al unísono su muy explícita referencia a una práctica antigua, que no es abominable en sí y que responde a la legítima y voluntaria opción de libre albedrío entre adultos, pero que requiere de una consideración alturada, sin ventilarse de semejante manera ante una audiencia multitudinaria que, desde luego, también incluyó a niños y adolescentes.

Seguramente han habido comportamientos previos entre cierto periodismo y el propio Maradona que dieron pie (aunque no es justificable) a ese nivel de exabruptos. De todos modos es absolutamente cierto, también, que algunos periodistas y algunos medios pueden desencajar y encolerizar hasta al más pintado. Distorsionan, frivolizan, mienten, se mofan agresivamente. Algunos hasta fingen aparecer y/o se creen que son “la ética con patas”.

Y al día siguiente, vino la respuesta de la “sociedad” y de los periodistas y sus diversos medios. Y le dijeron de todo al verborrágico Director Técnico de la Selección. Muchas críticas certeras y también muchas críticas miserablemente hipócritas.  La global obscenidad del conjunto social se depositó sin más en el ex jugador de fútbol, casi expiando las obscenas conductas de tantos otros.

Existen, sin duda, distintas interpretaciones y valoraciones acerca de expresiones obscenas (si se quiere focalizadas) y de manifestaciones obscenas de carácter estructural en el funcionamiento de nuestras sociedades.

La obscenidad de la explotación y de las ganancias sin límites por parte de determinadas empresas; la obscenidad de los sectores económicos altamente concentrados y de enormes riquezas; la obscenidad de la consecuente pobreza; la obscenidad de los niños que mueren por desnutrición; la obscenidad de quienes no tienen acceso al empleo, a la salud y a la educación; la obscenidad de las mujeres (usualmente pobres) que innecesariamente mueren por prácticas abortivas que podrían evitarse o bien realizarse en adecuadas condiciones sanitarias, etc.

De todos modos, veamos algunos casos particulares:

¿Podría, por ejemplo, el senador Carlos Reuteman, ex gobernador de la provincia de Santa Fe, criticar la real obscenidad de Maradona?  Cuando hace poco, ante la oferta de una eventual candidatura, Reuteman dijo que “se la podían meter en el ….”, lugar recóndito que poseen las personas.

¿Podría el conductor televisivo y ex periodista deportivo Marcelo Tinelli, señalar a Maradona como obsceno, olvidándose de sí mismo?  Y los programas de Tinelli también son vistos por millones de personas, incluidos niños.

¿Podrían algunos canales de televisión cuestionar la obscenidad de Maradona, cuando publicitan con imágenes sugestivas y de alto voltaje, que el público se comunique con un mensaje de texto para contactar con alguna exuberante y explícita “compañía” femenina?

¿Podría el diputado Francisco de Narváez imputar de obsceno a Maradona, cuando él reconoció por televisión que por todas sus grandes y diversas empresas pagaba menos impuestos que el periodista que lo entrevistaba?

¿Podría la jerarquía de la Iglesia Católica acusar de obsceno a Maradona, cuando no se expidió condenando los abusos sexuales a niños del pedófilo cura Julio César Grassi, quien está condenado a 15 años de prisión, aunque aún permanece en libertad? Precisamente el caso del cura Grassi tiene cierta simetría con las expresiones de fellatio que vertió Maradona. Uno de los jóvenes abusados por Grassi, declaró que el cura le propuso: “¿querés que te la …..?”

El tradicional matutino “La Nación”, en su primera página, titula: “Maradona escandalizó a todos, pero no se arrepiente”. Estimamos que sería conveniente, por diversas razones, que Maradona se disculpara. Pero no podemos dejar de preguntarnos, si “La Nación” se arrepintió de haber apoyado el genocidio político y económico de la dictadura cívico-militar de Jorge Rafael Videla y José Alfredo Martínez de Hoz. Y la dictadura fue algo más que una obscenidad.

Maradona, el obsceno, en definitiva es un niño de pecho al lado de algunos “respetables” y bien educados actores políticos, económicos, eclesiásticos y periodísticos, que pululan en nuestra sociedad.