Mindfulness de las emociones. ‘En busca de la tranquilidad’.

Por Gonzalo Pereyra Saez, autor de ‘En busca de la tranquilidad’

Mientras medito me doy cuenta de que yo no soy mis emociones, ellas son un contenido de mi mente o una expresión de mi cuerpo que tienen una función, pero que a veces aparecen sin ningún tipo de explicación lógica, y es porque se asocian a contenidos mentales inconscientes.

Mientras medito me doy cuenta de que mis emociones son pasajeras, y que pese a que puedan resultarme incómodas o displacenteras, no duran para siempre, y si me abro a ellas y puedo ponerles un nombre, eso me tranquiliza más. Además, no necesariamente tienen el poder de teñir toda mi realidad, solo una parte de ella.

Mientras medito me doy cuenta de que a veces son algunos pensamientos automáticos los que despiertan determinadas emociones, entonces también aprendo, en función de una emoción, a descubrir qué es lo que estoy pensando.

Mientras medito me doy cuenta del modo en que afronto emociones difíciles como la ansiedad, el enojo o la angustia. Advierto que cuando sobrevienen, mi mente se dirige hacia otro lugar, o mi cuerpo se empieza a mover porque desea continuar con otras actividades.
Entonces me vuelvo consciente de que quiero evitar las emociones tal como lo hago en otras circunstancias.

Mientras medito me doy cuenta de que si surge la angustia, por ejemplo, no es que practicar Mindfulness generó esa emoción, sino de que la emoción ya estaba allí, y yo aún no me había dado cuenta de ello. La velocidad con la que vivimos a veces no nos deja tiempo para procesar las emociones, y la meditación es una puerta de acceso a la dimensión emocional.

Mientras medito me doy cuenta de que las emociones ocurren en el cuerpo, porque puedo observar las diferentes sensaciones que se asocian a cada emoción. Puedo ubicar cada zona, y darme cuenta de la intensidad de esa emoción, según cómo se manifiesta en mi cuerpo.