«Neoliberalismo: el fascismo renovado» Eduardo Sanguinetti, filósofo y poeta argentino

Bajo el cielo poblado de drones del neoliberalismo fascista, incluidas las izquierdas simuladas rentadas del planeta, el mundo entero, pleno de cementerios superpoblados, se ha plegado a la tendencia corporacionista del mercado mafioso de la «mano invisible», reprimiendo con brutalidad extrema a todo aquel se intenta disentir… autorizándome a ser un disidente, no olvido que como todo hombre que ama la libertad; soy de los que se manifiestan en acto y palabra, sobre la lógica humanista de quien es justo la pide para todos y quien es injusto solamente para sí… poseedor al menos de mi tiempo, el tiempo que queda por vivir, el tiempo que he vivido, el tiempo que he conquistado, el tiempo que he ganado creyéndolo perdido, amando cuándo lo he sentido, viviendo donde me ha parecido y preparando la partida para cuando lo desee, en contenido y continente, pues soy un hombre libre, de serlo y saberlo… denuncio a este sistema, al gobierno argentino de falaz y represor, de ignorante e incapaz, de violento y frívolo, en su peor acepción, asimilado a la tendencia neoliberal fascista, autoritaria que manipula en el mundo.

Autoritarismo vestido de impunidad, con que nos provoca este gobierno cipayo mojándonos la oreja a todos los argentinos dignos y libres, en el Día del Ejército, invitando a un tal Stornelli, que en tiempos de próceres los milicos bien pagos, lo hubieran echado a patadas a este fiscal, pues no se encuentra a derecho, citado a indagatoria por causa de extorsión y demás, en varias ocasiones por el juez Alejo Ramos Padilla, que ha pedido su destitución… pero el capricho de machirulo temiendo caer en la rodada si su amigazo del billete, la “bola de cebo” hablara en sede judicial, han privado de legitimidad en tan magna celebración, el día de un ejército, creado un 29 de mayo de 1810 por los próceres de la Junta de Mayo, que este gobierno de entregadores desvirtúan… milicos de la dictadura, que bajan la cabeza a un gobierno antipatria, pareciera no han heredado los ideales revolucionarios de tiempo de héroes y libertadores… pero en Argentina elites de mafiosos viven cómodamente blindados por sicarios a sueldo: políticos, prensa adicta el régimen, policías, farándula y porque no una iglesia que todo lo bendice, con sangre de desterrados de la vida.

A partir de los años /80 del siglo XX, años de Reagan y Thatcher, le neoliberalismo triunfa, con su carga de violencia y pérdida de derechos sociales y laborales para los trabajadores de todos los pueblos del planeta… su criminal lógica de exclusión, va apareciendo, mientras los políticos desaparecen, siendo sustituídos por una casta de «comisarios políticos del capital dominante».

Vivimos quizá una época histórica en la que hemos visto cómo grandes utopías han quebrado. Ahora, se mantiene vigente más bien una utopía sin pretensiones, que había permanecido latente, oscurecida por la prepotencia de las demás. La penetración del consumo y la automatización arrasa con los modos de vida de millones de ciudadanos.

El hombre de hoy se siente cómodo en un ambiente poco agresivo, tolerante, en el que los individuos, más liberados de la influencia de los demás, se disponen a probarlo todo lo que ofrece la antropofagia neoliberal de mercado corporacionista, en fin esclavos del tercer milenio bajo el plomizo cielo neo-fascista. Se ha abolido lo trágico y se navega con soltura en una mentalidad frívola, cobarde, jamás comprometida con la verdad y la libertad, devaluadora de lo real.

El siglo XX, que ha sido, posiblemente, el más sangriento y trágico de la historia, justifica el descrédito de la seriedad, porque en el origen de esas grandes tragedias aparece siempre alguien que se tomó algo demasiado en serio, fuese la raza, la nación, el partido o el sistema.

La sociedad desconfía, con razón, de todo fanatismo. Hay un valor máximo, que es la libertad, y el resto son procedimientos para conseguirla. Le cuesta admitir cualquier afirmación sostenida con vigor. Cualquier norma excesivamente definida le asusta. Prefiere el vagabundeo incierto, el buen humor. Es como si una consigna tácita nos ordenara no tomar nada demasiado en serio, ni siquiera a nosotros mismos.

Han resucitado una fauna de personajes autoritarios, ridículos y prepotentes, pero con el poder omnímodo de eliminarnos en cualquier instante a nosotros los que resistimos a cualquier tipo de autoritarismo y dictadura, a cualquier imposición oportunista de mafias genocidas.

Ahora puede decirse que, el autoritarismo se ha instalado en gobiernos neoliberales con tintes del más puro fascismo infecto, con psicópatas ignorantes, votados por temerosos ciudadanos sin pertenencia, donde se persigue al diferente, al que aún se nutre de valores éticos, tan devaluados en este presente de la difamación, la mentira, el fraude y la ignominia.

La actitud de levedad con que algunos han reaccionado frente al autoritarismo trae consigo frutos muy diversos: propugnan ausencia de personalidad o se asimilan a personalidades débiles y diluidas en el relato del fascismo gobernante; en vez de exaltar la creatividad, que es lo que se pretendía en la modernidad perdida, engendra un sujeto errático y pasivo. No puede olvidarse que la huida de la realidad convierte al hombre en simple espectador de su vida.

Y cuando se pretende eludir el compromiso, se elude la realidad, porque la vida está llena de compromisos, sobre todo el de uno con uno mismo. La vida es optar y adquirir vínculos. Quien pretenda almacenar intacta su capacidad de optar no es libre: es un prisionero de su indecisión.

La valía de una persona puede medirse por el número y calidad de sus vínculos. Por eso, aunque todo compromiso en algún momento de la vida resulta costoso y difícil de llevar, perder el miedo al compromiso es el único modo de evitar que sea la indecisión quien acabe por comprometernos.

La persona está constituida por los valores en los que cree, que imprimen en su rostro la huella de su nobleza o de su vulgaridad. Aseguraba que el alma se tiñe de las imágenes que en ella se forman, y que por ello el valor de cada cual está en estrecha relación con el valor de las cosas a las que ha dado importancia.

Es tal vez la intuición más fulminante de la esencia de un hombre, la clave para leer su historia y su naturaleza. Somos lo que creemos. Lo que albergamos en nuestra mente nos marca de manera indeleble. Se imprime en nuestras facciones y en nuestros gestos. Se convierte en nuestra manera de ser.

El equilibrio del carácter y la personalidad exige una cuidadosa compensación entre un extremo y otro. Y así como hace treinta años podía ser mayor el peligro del envaramiento o la desconfianza, quizá ahora sea más bien el de la excesiva desinhibición o desenfado, de la descalificación y eliminación de los talentos exiliados del acontecer poítico-social y cultural de este tiempo, de canibalismo neoliberal, plegado a la lógica de mercado, donde solo hay marcas y corporaciones empresarias mafiosas compitiendo entre si por flujos de inversión.

Es cierto que el disidente que nos habita camina a veces contra lo anquilosado, lo que hay establecido por una sociedad hipócrita a merced de un mercantilismo que guía y malforma las vidas de quienes la componen. Y es probable que detrás de muchas de esas quejas de los que pertenecen al «sistema neoliberal fascista que gobierna» y una izquierda mercenaria rentada, funcional al gobierno entreguista de mafiosos, contra los espontáneos y los creativos los vagabundos del sistema, haya un poco de envidia, de recuerdo nostálgico de lo que jamás pudieron hacer… escuchemos al disidente que nos habita, no le demos la espalda, por temor a ser estigmatizados por bestias caníbales que gobiernan.

Sin embargo, sí hay ahora algunas cosas nuevas que nunca ha habido en la historia: los omnipresentes medios de comunicación corporativista prostibularios, engendros del neoliberalismo fascista. Toda la humanidad está penetrada e influida por estos medios, donde la difamación la grosería, la exclusión del diferente forma parte de su agenda, sólo para anestesiados y chicas escort. Si las nuevas generaciones se tragan sin sentido crítico todo lo que les cuentan, se exponen a una seria manipulación, les pueden hacer creer lo que quieran, y eso es peligroso para el sentido de la realidad, devienen en esclavos de los antropófagos que deciden sobre la vida de una humanidad voyeur, sin compromiso y criminales silenciosos del «ser» persona.

Es preciso suscitar un sano sentido crítico ante los medios de comunicación, procurarse otras fuentes de información y de formación, leer, pensar, hablar, procurar dar profundidad a la vida, y sobre todo atrevernos a visualizarnos descarnadamente, para que no quede margen de duda acerca de nuestra condición de ser, que simplemente es frágil y efímera.

Y ¿no es la razón de nuestras vidas permanecer en estado de alegría y felicidad?… ¿no es por felicidad que podemos llevar a cabo una revolución que no llega a consumarse?… todo está en forma para que se consuma, pero con arrastrados y colonizados, jamás tendrá lugar.