Niños y adultos mayores, cómo estimular y redefinir el vínculo

Por Ezequiel Russo, Responsable Terapéutico/Recreativo de Edificio Manantial (www.manantialghumano.com.ar).

En el siglo XX, en un mundo donde se privilegia la rapidez, la vejez plantea desafíos concretos que deben ser tenidos en cuenta. Así, hoy notamos que el aislamiento al que muchos adultos mayores están expuestos tiene que ver no sólo con reestructuraciones familiares, sino también por situaciones socioculturales y político demográficas.

En este contexto, los prejuicios hacia la vejez hacen que muchos adultos mayores sean segregados por la sociedad y, en muchos casos se produce incluso una crisis de identidad. Sumado a esto, la abuelidad trae consigo ventajas y desventajas que se constituyen desde y hacia estos prejuicios. Por eso, muchos ancianos sienten que pierden su función social de transmisores de cultura, pues los avances tecnológicos e informáticos parecieran suplantar la búsqueda de información que antiguamente era comprendida y facilitada por ellos.

En este sentido, la posibilidad de encontrarse con niños, adolescentes y jóvenes desde los Programas Intergeneracionales produce mutuos beneficios entre estas poblaciones. Problemáticas de baja autoestima, aislamiento, falta de sistemas de apoyo adecuados, estereotipos negativos y desconexión con la familia y la sociedad, son algunos de los ejemplos que podemos nombrar como situaciones similares que requieren atención por parte de quienes trabajan con estos grupos etarios. Por lo tanto, los espacios de encuentros intergeneracionales son una excelente oportunidad de feedback y sinergia entre estos actores del ciclo vital.

El valor de la diferencia

Todo ser humano es intergeneracional. Somos y existimos porque comenzamos a relacionarnos con otras personas de diferentes trayectos vitales que apoyan nuestra existencia: padres, maestros y otras personas adultas, parientes o no. Por lo tanto, estos tipos de espacios favorecedores de la comunicación entre viejos y jóvenes, son generadores de cohesión social y dinamismo cultural.

Estos grupos y encuentros intergeneracionales, pueden lograr cambios como los siguientes, según lo que platean Pinazo y Kaplan (2007).

En las personas mayores:

– Cambios en el humor, aumento de la vitalidad.

– Mejora de la capacidad de hacer frente a la enfermedad física y mental.

– Incremento en el sentimiento de la valía personal.

– Oportunidades de aprender.

– Huida del aislamiento.

– Bienestar por el reconocimiento de su contribución a la comunidad.

En niños y jóvenes

– Incremento de valía y autoestima.

– Menor soledad.

– Acceso al apoyo de adultos en momentos de dificultad.

– Aumento del sentimiento de responsabilidad social.

– Mayor capacidad de empatía.

– Disminución del temor a envejecer.

Por todo esto, poder entablar un vínculo verdadero entre jóvenes y adultos mayores es un gran beneficio para todos, pues nada como aprender de quienes nos rodean.