No aclares que oscurece: La carta de Aranguren ó «El mariscal de la derrota»

La carta de Aranguren:

En primer lugar quiero dejar bien en claro que no atender el punto de vista de un funcionario público como lo fue el Ing. Sureda, al que convoqué para que me acompañe en la tarea y cuya designación propuse al Presidente, no significa que no se lo haya escuchado.

Por el contrario, mi responsabilidad como ministro es asegurarme de elegir lo que resulta mejor para el destino energético del país dentro de las restricciones existentes, ya que para ello se me asignó la tarea de coordinar y proponer ese rumbo. Esos puntos de vista diferentes son lo relevante de su renuncia y a ellos quiero referirme.

Antes de hacerlo, quiero discrepar respetuosamente con el supuesto dilema planteado entre convicciones y estilo. Forma y fondo son importantes, pero entre uno y otro no tengo dudas cuál se debería privilegiar: el contenido por sobre el continente.

Las ideas y convicciones que proponga un secretario de Recursos Hidrocarburíferos deben ser el resultado del equipo que el mismo dirige o coordina. Ese es el primer trabajo en equipo que debe evaluarse. Por otra parte, esa Secretaría, integraba otro equipo, el del Ministerio de Energía y Minería que coordino y dirijo, en donde estoy secundado por cuatro secretarios y dos subsecretarios, y en el que las convicciones e ideas de cada uno de ellos también deben armonizarse para alcanzar un resultado conjunto del cual soy primariamente responsable.

Asimismo, estando a cargo del Ministerio de Energía y Minería, integro también otro equipo, el del gabinete de ministros, coordinado justamente por un ministro coordinador y dirigido por el Presidente de la República. Por lo tanto es esperable que las ideas y objetivos de un Ministerio deban ajustarse a otros objetivos superiores, que tengan en cuenta no solamente las necesidades del largo plazo, sino también las de la coyuntura. No aceptar esta adaptación «extra muros», tal el término usado por el Ing. Sureda en su renuncia, sería, eso sí, una clara expresión de autoritarismo y no comprender que siempre habrá un puente que transitar entre lo técnicamente deseable y lo políticamente posible.

Lamentablemente el hecho que motivó la presentación de la renuncia por parte del Ing. Sureda fue un entredicho con un periodista que, al presentarse en el Ministerio se lo dirigió al coordinador de prensa, el cual, al constatar con la privada de la Secretaría de Recursos Hidrocarburíferos que su visita no estaba agendada, le solicitó programar la entrevista de acuerdo con la modalidad empleada con todos los medios de prensa. Sin perjuicio de que el entredicho se podría haber resuelto con una simple llamada telefónica, es oportuno destacar que en ningún momento se le solicitó al periodista que adelantara las preguntas que iba a formular.

Coordinar la tarea de prensa no se puede confundir con censura y desde ya repito, como lo hice personalmente el día de la renuncia del Ing. Sureda, que no me enteré del incidente hasta que leí los términos de esa renuncia, por lo que no es cierto que de mi parte se hubiera ordenado impedir el acceso al periodista en cuestión. Desde ya que no considero que «la libertad ajena es un bien transable (sic) que yo puedo arbitrar a mi gusto», como lamentablemente se señala en la renuncia.

Paso ahora sí a considerar el fondo de la cuestión, según se aclarara en las entrevistas periodísticas concedidas por el Ing. Sureda que siguieron a su renuncia. En su opinión, no se puede desarrollar Vaca Muerta y las energías renovables al mismo tiempo y el país debe apostar fuertemente al desarrollo de la primera. Esa seguramente sea su convicción, posiblemente producto de décadas de trabajar en el sector petrolero.

Si bien esos cuestionamientos no fueron planteados en forma tan vehemente mientras el Ing. Sureda formó parte del equipo del Ministerio de Energía y Minería, tengo que decir que no estoy de acuerdo con los mismos. Sí, se puede. Más aún, no hay tal opción.

La velocidad del desarrollo de las energías renovables no es una elección, es una obligación emanada de una ley del Congreso de la Nación (Ley 27.191) que nos ordena que el 8% de la energía eléctrica consumida el año próximo y el 20% de la que se consumirá en el año 2025 sean de fuente renovable.

Por lo tanto, primero debemos cumplir con la ley y con ello estoy firmemente comprometido.

No obstante, las energías renovables dejaron de ser sólo una obligación para pasar a ser también una alternativa viable económicamente y obviamente superadora de los hidrocarburos fósiles desde el punto de vista ambiental.

Mi rol como ministro me obliga a escuchar todas las opiniones y valorar otras opciones, no sólo aquella que satisfacen los intereses del sector hidrocarburífero (a pesar de los años que le dediqué al mismo) y de la interacción de las mismas proponer una política energética que nos trascienda, tarea para la que me convocó el presidente Macri.

Dentro de esas alternativas también se inscribe la capacidad de regasificación de GNL que el país necesite para transitar en el corto y mediano plazo el puente que nos llevará inexorablemente a pasar de ser un país con energía escasa, importada y cara; a otro de energía abundante, exportable y barata.

Ese es el desafío y lo lograremos con Vaca Muerta y las energías renovables. Demostrándole a todo el mundo que sí, se puede.

Ya hemos dado los primeros pasos para llevar al 9% la generación eléctrica de fuente renovable para el fin del año próximo y Vaca Muerta, luego del acuerdo productivo sellado entre los sindicatos, las empresas y los gobiernos, ya es un proyecto nacional que está convocando muchos inversores para su desarrollo, sentando las bases del despegue de la actividad hidrocarburífera en nuestro país.

Agradezco el tiempo que transitamos juntos con José Luis y deseo lo mejor para él en el futuro.

Ing. Juan J. Aranguren