Palermo de antaño. Música al aire libre.

«Teatro Colón al aire libre». En ese tiempo funcionaba dentro del Parque Tres de Febrero, cerca del monumento a Sarmiento. Era algo muy sencillo. Un escenario con precarios camarines en su parte trasera. Delante de él un espacio para la orquesta.

MUSICA EN EL AIRE

Lo que voy a recordar esta vez está fuertemente relacionado con mi infancia. En teoría ocurría fuera del radio de nuestra parroquia, pero el viento se encargaba de traerlo a nuestros límites.

Poco después de mudarnos a este barrio, mis padres me llevaron al «Teatro Colón al aire libre». En ese tiempo funcionaba dentro del Parque Tres de Febrero, cerca del monumento a Sarmiento. Era algo muy sencillo. Un escenario con precarios camarines en su parte trasera. Delante de él un espacio para la orquesta. Frente a ambos varias filas de sillas rodeadas por un vallado bajo. Creo (a esa edad no me preocupaba por ese detalle) que era gratuito, porque no se tomaba ninguna medida para que la gente no mirara o escuchara desde fuera del vallado.

Recuerdo esa primera función. Fue «Cavallería Rusticana», acompañada por las danzas del «Príncipe Igor». Me impresionó tanto que hasta el día de hoy sigue siendo mi ópera favorita. Y eso me trae a un comentario que me hizo hace poco alguien que está en los 30 años y que no es como yo entusiasta del teatro lírico. Me dijo: «Los niños y los adolescentes no saben lo que hacen cuando se niegan a presenciar una representación de ópera o zarzuela. Es un recuerdo que queda para toda la vida».

Volviendo al tema del teatro al aire libre, posteriormente pasó al escenario de la Rural. Allí donde desfilan los animales en la Exposición se colocaban las sillas, sobre un entarimado con cierta pendiente, con objeto de mejorar la visión del escenario. En las gradas laterales también se ubicaba público. Según los diferentes precios de las entradas, había diferentes zonas en la platea y las gradas.

Tanto en uno como en otro lugar, por razones obvias, había sistemas de parlantes para trasmitir la música y las voces. Eso hacía que, si el viento soplaba hacia nuestra casa (que al estar frente al Zoológico no tenía paredes que impidieran el paso del sonido) escuchábamos parte y a veces la totalidad de lo que se difundía desde el escenario. Curiosamente, lo que más oíamos no era la opera sino los intervalos. No es un chiste. Es que en los intervalos, con el fin de difundir nuestra música vernácula (en ese entonces luchando por ser aceptada), ponían cantantes o conjuntos reducidos que interpretaban folklore. La que más frecuentaba ese escenario era Marta de los Ríos, que solía cantar vidazas con acompañamiento de bombo. Su poderosa voz llegaba mejor que ningún otro sonido a nuestra casa, y se convirtió en una compañera casi constante de nuestras noches.

Mucho después el teatro fue desplazado a otro barrio, luego desapareció durante bastante tiempo y finalmente se lo sustituyó por esporádicas funciones en un teatro de la calle Corrientes. Pero la facilidad de acceso a la música lírica, tanto desde el punto de vista económico, como desde el de la cantidad de público, ya no volvió a darse.

Y ahora, cuando los vecinos escuchamos algo, generalmente son bochinches, estruendos o música con mucho ruido y poco de armonía. Por eso no puedo dejar de recordar con nostalgia aquella música que venía por el aire.

Fuente: Norma Drobner